Capítulo dedicado a: Miki Almada- Rataguera Ramiarez- Aurelinda Amparo-
Gracias por darle una oportunidad a ésta historia. A pesar de que la sinopsis no dice mucho de que va a tratar la historia, les llamo la atención. Gracias, por darle me gusta a la historia. De éste modo me ayudan a que la historia tenga más reconocimiento y así poder llegar a más lectores.
Lectores, les recuerdo que gracias a ustedes sigo aquí. Escribiendo ésta historia. Gracias a ustedes la historia está tomando vuelo.
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Ada, había permanecido toda la tarde junto a Daisy y Kirk. Pensaba si decirle o no a su hermana.
Por un lado estaba Elizabeth, no tenía ningún derecho de revelar sus secretos, porque eso era. Tendría algún motivo para guardárselo. Por otro lado se hallaba Daisy. Podría tomarse a mal que fuera Elizabeth quien pagara sus pasatiempos, sus gustos. Posiblemente se enfadaría con su padre por mentirle y decir que con su dinero pagaba sus gustos.
Pensaba y pensaba en cuál sería la mejor decisión, tanta era su preocupación que no disfrutaba de su platillo favorito: espagueti con salsa de tomate sin albóndigas, porque es vegetariana.
Todos se encontraban en la misma mesa, comiendo. Pero estaban idos en mundos distintos. Las dos jóvenes castañas de ojos azules se preguntaban qué hacer y el pelirrojo de ojos verdes planeaba una y mil formas de llamar la atención de su bella doncella.
Bastante claro era que sólo Ada, se preocupaba por la diferencia de edad y en el que dirían.
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Daisy, estaba acostada de espalda en su cama, viendo al techo. Su mente se encontraba en conflicto con sus sentimientos.
Sus pensamientos estaban de acuerdo con la forma en que trató a Elizabeth, desde que volvió a su vida pero, sus emociones, su corazón se encontraban dañados por la manera tan fría que trató a su madre.
Por más que su cabeza encontrara pretextos del pasado, su corazón hallaba amor en esos ojos que buscaban el perdón de su hija.
Ahora más que nunca libraba una pelea entre su cabeza y corazón. Y todo por estar espiando las conversaciones de otros.
Podría escuchar y obedecer a su cabeza en rechazar o ignorar esa declaración de todo a lo que su madre está dispuesta a hacer por ella, sin embargo, por más que insistiera no podía. Sus sentimientos eran mucho más fuertes. Nunca podría olvidar que tiene una madre por más que quisiera. En el fondo, sólo quería el amor de ella.
A pesar de los errores que Elizabeth cometió…era y es su madre.
Más tarde, con una decisión tomada fue a cenar con su padre. Los días fueron pasando lentamente, Daisy, no cruzó palabras con Owen más allá de saludos, desde aquella mañana.
Cuando se topaban durante el desayuno, almuerzo, cena y cualquier sitio de la casa, se miraban de reojo y continuaban con sus vidas por separado. Y por alguna razón que desconocía, su ausencia la tomó muy a la deriva. Nunca la indiferencia de un chico le afecto tanto.
La rutina de Owen, era salir a correr por las mañanas y por las tardes salía, a veces con Kirk, específicamente cuando Ada no estaba. Sus cuartos les fueron asignados en la segunda planta. El de Kirk era al final del pasillo y el de Owen junto al de Daisy.
Pero como Elizabeth, aún no tenía una habitación para invitados, amueblada, tuvieron que comprar los muebles necesarios.
Kirk como todas las veces que podía estar con Ada, ósea cuando ella visitaba a Daisy, intentaba ganar su atención. Y como siempre ella lo ignoraba por su bien. Se le hacía difícil a Ada, controlar su corazón acelerado.
El Lunes por la mañana Daisy, inicio la semana con una relajante y despertadora ducha. Como siempre su madre la despertó pero, lo diferente en estos días fue que Daisy le daba los buenos días, sin ser fría, distante o sarcástica.
Bajo a desayunar y se dirigió a la cocina. Su madre ya estaba preparando el desayuno y lo servía a la marcha.
—Buenos días —saludó, mientras tomaba asiento, a los dos hombres que ya tenían, en mano, las tazas con café.
—Buen día, Daisy —respondió Arthur.
—Buen día, cabello dulce —Desde un pequeño incidente en el parque de diversiones, al que fueron con Ada, la llamaba con ese apodo.
En ese instante, Owen llegó y como de costumbre Daisy, trato de no atragantarse con su saliva. Owen llevaba puesto una camiseta gris de tirantes, un short negro que le llegaba a la rodilla y tenis blancos. Su atractivo la ponía nerviosa y acalorada. A pesar de su ropa empapada en sudor y su rostro transpirado, se veía sexy. Esa humedad resaltaba la piel expuesta de su cuerpo trabajado.
Elizabeth, le alcanzo un vaso con agua y mientras bebía miro de reojo a Daisy. Él sabía que ella lo estaba admirando. Sonrió al verla sonrojarse al descubrirla viéndolo. Le encantaba tener ese efecto en ella. Y era una prueba de que podía conquistarla. Pasó días esquivándola, pero simplemente no podía. Ella era de él y se lo demostraría a esos niñatos. Le expondría a Daisy quien es mejor: Él.
Daisy por más que intentaba ignorarlo, no lo lograba; sus bíceps y el movimiento de su manzana de adán al tragar eran como un imán que atraía a sus ojos. Con tan sólo observarlo se le despertaban las hormonas.
Se sentó al lado de Kirk, dejando el vaso vacío, quedando enfrente de Daisy. Al momento Elizabeth sirvió todo, ganándose al lado de su hija.
Estando enfrentados, hombres de un lado y mujeres del otro, desayunaron en un ambiente casi familiar. Ya que ciertos miembros se reparaban de cualquier manera menos como familiares.
Daisy mantenía la vista en su desayuno, cuando empezó a sentirse observada por unos pares de ojos azules. Levantó la vista encontrándose con el escrutinio de Owen con mucho detenimiento. Miró a todos los presentes, notando que ninguno se percataba de esa mirada acosadora. Volvió la vista a ese rubio que le hacía sentir un cosquilleo en el vientre con tan sólo verla; seguía observándola, masticando lentamente su alimento. Y para rematar le guiño, ocasionando un aceleramiento de su pulso.