Mi Hermanastro

HERMOSA

Capítulo dedicado a: MariAle Peredes Felipe — monserrat olivares — Angie Cruz, Jessik Mora — Aylen Contreras — Diana Paola Garzon Yepes — 

Les agradezco sus me gusta. No sólo se así que la historia les gusta, también es una forma de ayudarme a que la historia sea más conocida y de esa forma llegar a más lectores. Les agradezco de todo corazón. Gracias, por su apoyo. 

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Elizabeth salía de su cuarto en busca de pastel —se había despertado con un gran apetito de chocolate— cuando hoyo el grito de su hija.

Preocupada, cambio su rumbo al cuarto de Daisy —¿Cariño, estás bien?— pregunta abriendo la puerta.

Daisy al oír su voz inmediatamente empujo a Owen de su cama. Éste cayó sobre el enorme oso de peluche evitando cualquier sonido que lo delatara. Rápidamente lo coloco delante suyo para que no se viera su cuerpo por debajo de la cama.

—Sí mama —respondió ya de pie.

—Me pareció oírte gritar —palpaba la pared buscando el interruptor de la luz.  

—Ahhh —no sabía que decir, hasta que de reojo a su espalda noto al oso de felfa —Es que me asuste con Oso. Estaba en la cama y como estaba oscuro y con sueño me asusto.  

—Beth —llamo Arthur, ingresando a la habitación.

<<Sólo falta Kirk>> Cavilo Owen con las rodillas flexionadas en su pecho, sujetando a Oso para permanecer oculto.

—¿Qué sucede? ¿Por qué la reunión? —indago Kirk curioso, apoyándose en el marco de la puerta con los brazos cruzados.

Daisy, no podía permitir que permanecieran por más tiempo en su cuarto. En algún momento su suerte podría acabar y estaría en problemas.

—Ya estuvo. Todos fuera de mi habitación —dictamino, guiando a su madre y a Arthur, fuera.

—Quiero dormir. Buenas noches —cerro la puerta.

—Esto es muy raro… —opina Kirk, viendo a Elizabeth y a su padre —No grito.

—…Kirk…Ve a dormir —Indico su padre, ante su mal chiste.

—Primero debo atender mis necesidades fisiológicas —Camino al baño.  

Dentro del cuarto, Daisy, se hallaba con la oreja en la puerta, esperando que el pasillo quedara libre.

Mientras Owen, permanecía sentado en la cama, esperando la confirmación de que no hay nadie cerca para poder hablar de lo acontecido en la mañana y así poder explicarse.  

Al ya no oír voces, Daisy, abre la puerta y se asegura de que nadie ande por el corredor.  

—Ya vete —ordena.

Al oír su vos, levanta la mirada. Camina a ella, y la jovencita pensando que se marcharía, se ase aun lado.  
  
—Sobre lo que paso en la mañana… —farfulla observándola.  

—Dije, vete — lo interrumpe.

—No —Cierra la puerta —Tenemos que hablar.

—Ya me quedo claro que fue un error. Asique descuida, no me hare ilusiones contigo. Ahora lárgate…debo dormir —Se aleja de él, sentándose en la cama y quita su calzado.  

Decidido a aclarar sus palabras, se acerca a ella. Se apoya en sus talones y sujeta del rostro para que lo vea.

Daisy, exaltada por la repentina acción, libera un quejido de sorpresa.

—Escúchame ¿si?

>>Con error me refería a que no debí tocarte de esa forma. No, sin antes siquiera haberte dicho que me gustas…y mucho. No sin antes haberte conquistado con citas, chocolates y flores. No sin antes haberte dicho que tus ojos son los zafiros más hermosos que haya visto en mi puta vida…No sin antes haber probado tus tentadores labios.

>>Y con que me perdonaras, era por ser un calenturiento de mierda que no supo contener sus manos inquietas por el cuerpo de la sexi chica que dormía a su lado.

Daisy se hallaba perpleja. ¿Era correspondida en su sentir?

—¿Yo…te gusto?

—Sí, malditamente me traes tan loco que hasta llegue a colarme dos veces cuando dormías. Sólo para poder observarte como no puedo enfrente de tu familia.

Aquella confesión la descoloco un poco. Y si ronco en alguna de esas ocasiones o, se babeo o,  peor, ¡si libero un gas!

Se sonrojo por la vergüenza.

Quería saber si sucedió, pero, era tan vergonzoso que prefirió dejarlo.

—Entonces ¿no tienes novia?

—Bueno…sí, pero te aseguro que no se enterrara de lo nuestro.

—¡¡Qué!! —exclamo indignada.

—Es un chiste —aclara rápidamente, carcajeándose.  

 

 

LA MAÑANA SIGUIENTE….

Arthur, Elizabeth, Kirk y Daisy, ya están desayunando. Sólo faltaba Owen.

Todos se sorprenden al verlo aparecer por la puerta, aun en pijama. Ésta mañana, raramente para todos, no se había levantado temprano para ir a correr.  

—Buenos días —Tomo su lugar frente a Daisy.

—Buenos días —pronunciaron a la par todos.

Cuando nadie lo veía, sólo la castaña, Owen, le dedico un beso acompañado de un guiño.

—¿Acaso llovió, y no me entere por dormir muy profundamente? — pregunto Kirk, en referencia a la no madrugada atlética del rubio.

—Es sólo que anoche me desvele con un gran juego —Articulo, observando a una Daisy, sonrojada por lo dicho.

—Daisy, estas roja —exclamo un preocupado Arthur.

—Debe ser una reacción a la nueva crema que use —excuso levantándose—Me voy a lavar el rostro.

—Y que juego es ese —investigo un Kirk sorprendido porque su amigo se halla desvelado.

—Uno muy increíble—escucho Daisy, en lo que salía del comedor, recordando lo que hicieron en su cuarto.

 

 

Daisy estaba por darle un manotazo por su mal chiste, cuando Owen al percatarse de su movimiento la sostuvo de la muñeca —Ni lo intentes.

Pero siendo desafiante, Daisy, lo volvió a intentar con la mano libre y nuevamente Owen la detuvo —Que terca eres.

Daisy, sonrió por el comentario acertado. Se veía tierna con esa sonrisa, haciendo que los labios del rubio se extendieran en una sonrisa de labios cerrados. <<Es hermosa>> declararon ambos respecto a sus sonrisas.

Ambas miradas azules se observaban directamente sin parpadear. Siendo correspondidos a sus sentimientos por el otro. Sin embargo, esa sincronización, se rompió en cuanto Owen bajo la mirada a esos labios llenos, resaltados por un ligero tono rojizo, que tanto lo cautivaba.




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