Mi Hermanastro

0. ENFADO

Dos jovencitas de cabellera castaña se encontraban sentadas frente a una laptop, viendo atentas una serie transmitida por YouTube. 

—¿Hay pero de dónde se conocen. Cuál exactamente era su relación? —exclamo Daisy quejándose. 

—Supongo que novios. Es lo único que justifica que tenga esa foto —opino Ada.  

En la pantalla un joven rubio veía la foto de la protagonista desnuda, una compañera lo publicó luego de haber reunido los pedazos de la fotografía que el rubio dejo en las aulas a modo de juego para sus compañeros de clase. 

A lo largo de los capítulos vistos por ellas, el rubio era un personaje nuevo relacionado con la protagonista. Relación que ellas no entendían porque la serie se hallaba en otro idioma, sin traducción. 

Daisy estaba por objetar que si esa fuera la razón debieran de mostrar algún recuerdo o algo para explicar por qué él la molestaba de ese modo, cuando se oyeron golpecitos provenientes de la puerta de su dormitorio.  

—Adelante —dijo, Ada sin desviar sus ojos de la laptop. 

 Al cuarto ingreso el padre de las niñas. Aunque sólo era el padre biológico de Daisy, para Ada es su padre, no un padrastro. 

—Niñas, a cenar —ordena. 

—Comeremos aquí —contesto Daisy sin dejar de ver la pantalla. Al contrario, Ada ya estaba abandonando la silla. 

—No, baja —ordena, cerrando la laptop.

—Pero papá —se queja, Daisy.

—Pero papá nada. A cenar —concreta.

A regañadientes, Daisy dejo la laptop. En cambio Ada salía del cuarto, sin ningún mohín. 

Daisy ingreso al comedor molesta pero, en cuanto percibió el aroma de la comida  se le olvido al instante. Le encantaba los espaguetis con salsa de tomate, en especial si iban acompañadas con albóndigas. 

La cena transcurrió en calma, rodeada por una atmosfera familiar. Hasta que Noah, el padre, toco el tema de aquella mujer que Daisy, detestaba. 

—¿Daisy, ya empacaste? —vuelve a preguntar al su hija guardar silencio. 

La atmosfera tranquila y cálida desaparece, siendo reemplazada por la tensión, acompañada por el silencio. 

Hace tres días Daisy se enteró que tendría que quedarse por un mes con su madre, la cual vivía en otra ciudad. Claramente se negó y pensó que con ello era suficiente para finalizar el asunto. 

No quería estar con ella. Fin del asunto.  

—Hija…

—No —Guía los espaguetis envueltos alrededor del tenedor a su boca. 

Ada y Sarah, ante la tensión generada entre Noah y Daisy, guardaban silencio. Al igual que sus dudas, ya que no estaban esteradas de que hablaban. Sólo comprendían que se trataba de la madre de Daisy, dado que Noah había planteado la idea de que Daisy pasara tiempo con su madre. 

Antes de que Noah pueda abrir la boca, Daisy suelta unas palabras que le hacen cuestionarse si tomo una buena decisión. 

—Si te quieres deshacer de mí, dilo como es. No busques escusas —Se levanta estrepitosamente. Dando unos pasos para marcharse.

Ada intenta ir tras ella, pero es detenida por Noah. Sujetándola de la muñeca.

—Espera a que se le pase el enojo.

Ada, volvió a su lugar.

No era bueno para ella estar cerca de una Daisy molesta que tendía a atacar a los demás en sus momentos de furia. 

Daisy con un portazo ingresa a su dormitorio. Toma los guantes de boxeo y empieza a golpear la bolsa que cuelga del techo en medio de su cuarto, liberando gritos en cada golpe. 

(............)

Domingo en la mañana, exactamente las ocho. Daisy milagrosamente ya se encuentra despierta. Aunque su motivo es el enojo. 

<<Si quiere que me vaya. Me voy>> Piensa en lo que empaca su ropa y demás artículos que necesitara. 

En la planta baja Noah sale de la cocina con el propósito de despertar a las muchachas para desayunar, sin embargo, cuando esta por subir a la escalera el timbre suena. 

Al abrir la puerta, no da los buenos días, ni la bienvenida, ni nada por el estilo, más que la aclaración de haber acordado que sería el, quien llevaría a Daisy. Pero como ya era costumbre en esa mujer,  hiso lo que quiso. Al parecer era algo que no cambiaría en ella. 

Daisy, bajaba arrastrando las dos maletas. Su idea era quedarse en la sala esperando a irse, pero al ver a quien estaba en la puerta camino directo a ella. 

—¿Tienes auto? —pregunta directa con un tono frío. 

La aludida queda sin habla y tan sólo asiente indicándole cuál es. 

Su voz había cambiado, no era la que recordaba. 

Obviamente cambiaria al crecer, pero para ella fue un golpe de realidad de los años que se perdió con su hija. En su mente sólo perduraba esa vocecita de cuando era una niña. 

Daisy esquivo a su padre, yendo al vehículo a guardar sus pertenencias. Sólo le faltaba despedirse de Ada y Sarah.  

Cuando paso al lado de su padre, este la llamo por su nombre pero Daisy lo ignoro, como a la mujer. 

Camino directo al cuarto de Ada, entrando sin tocar, la encontró con la sabana enredada entre sus piernas y con la boca abierta, babeándose sobre el brazo en el que su mejilla reposaba. 

La llamo, removiéndola hasta que entre quejidos de protesta Ada, abre los ajos. 

—Ya me voy —suelta sin más. 

Se sienta en la cama de súbito—¿Qué? Pero dijo que en la tarde — objeta, recordando las palabras de Noah durante la cena de ayer.  

—Es otra de las cosas que decide sólo.

Ambas crecieron juntas, volviéndose muy unidas y el separarse les era difícil. Estarían en ciudades distintas, separadas por treinta y un días.  

Bajaron juntas; Ada aun en pijama. En la sala ya se hallaban los tres adultos, esperando. 

Daisy, ignoro en todo momento a la mujer rubia de ojos azules, despidiéndose. 

Un simple adiós fue lo único que le dedico al hombre castaño al que llamaba papá. 

—Listo Elizabeth, vamos. 

 




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