Como estoy reescribiendo los capítulos, te dedicó éste nuevo capítulo.
Capítulo dedicado a: Tania Celebertti Courrau
Gracias por haberle dado una oportunidad a la historia. Te agradezco tu me gusta, pues me ayudó y ayuda a que la historia tenga más popularidad. Gracias desde el corazón.
Besos y abrazos.
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Daisy permaneció en su cuarto, acostada en la cama. Escuchaba música con los auriculares para poder relajarse. Tenía la idea de que al concentrarse el sonido directamente en su oído más efectivo y rápido seria alejarse de lo que la rodeaba.
No tenía una lista especial para lograrlo, de hecho no tenía ninguna lista, sólo dejaba que se reprodujeran las canciones en el orden aleatorio que se hallaban.
Al cerrar los ojos, el líquido que cubría sus ojos se liberó por los laterales de sus ojos. Estos rodaron sobre su piel hasta caer sobre la cama.
Hasta ahora sólo había recibido la invasión de los recuerdos de ese pasado doloroso.
No entendía porque de un día para el otro la mujer a la que una vez llamo mamá dejo de quererla.
Y al sentir ese sentimiento de tristeza, por esa mujer, se irguió quitándose los auriculares de los oídos y seco esas lágrimas que se asomaron.
En ese momento Elizabeth ingreso al cuarto después de tocar, anunciándose. Traía consigo una escoba y recogedor.
—Ya está la comida.
Daisy pretendía negarse a comer con tal de no aceptar nada de ella, pero su estómago hambriento tenía otros planes.
—¿Qué hay de comer?
Ante esas palabras la mujer sonrió, era un avance que su hija no se negara a comer. Que es lo que temía decidiera hacer por lo ocurrido en la mañana.
—Espagueti con salsa de tomate y albóndigas.
—Tengo hambre.
—Bien. Ahora bajamos a comer —dijo acercándose a la cama. A lo que Daisy se apartó, no queriendo su cercanía.
Se detuvo ubicando el recogedor cerca de los vidrios y con la escoba los subió al recogedor.
—La puerta de la cocina que no da con la sala es la del comedor —indica al verla salir del cuarto.
Al salir no encuentra lo que había arrojado. Y sonríe segura de que Elizabeth lo vio.
Elizabeth, en cuanto término se dirigió al comedor, donde encontró a una Daisy sola.
—¿Y Arthur?
—No lose —responde desde su posición en el lado derecho de la mesa, entre medio de dos sillas.
En ese momento Arthur apareció —Kirk llamo —informa tomando asiento en la cabecera—. Fueron desalojados, así que se quedaran con notros por un tiempo.
—Iré a servir los espaguetis. Me cuentas cómo paso.
En lo que la mujer se fue a servir la comida en platos, en el comedor Daisy y Arthur, permanecían en silencio. Arthur no quería decir algo incorrecto, pensando que podría enfadarla como en la mañana.
Al regresar Elizabeth con los tres platos —dos sostenidos con las manos y el tercero sobre el brazo—los sirvió y sentó a la izquierda al lado de él.
Daisy no espero y empezó a comer. Al contrario de los adultos que no tocaron sus platos, sino que se tomaron de la mano.
—Daisy —llamo la mujer, siendo ignorada.
—Daisy —llamo él con vos más autoritaria.
Ella lo observo con el mismo rostro que lleva desde que salió de su casa, serio.
—Qué —dijo seca.
—Daisy. Te presento a Arthur.
—Ya lo conocía — comenta, volviendo su atención a los espaguetis.
—Me presente en la mañana —aclara él.
—Y lo mencionaste hace rato —agrega Daisy.
—Ahhh, bueno… Él y yo estamos saliendo y…
—Nos casaremos el próximo verano —complementa, Arthur.
—¿Y? —dijo sin importancia.
—Quiero que te lleves bien con Arthur ya que será tu padrastro.
Daisy, dejo de enrollar los espaguetis en el tenedor.
—Aclaremos algo. Tú —apunto a Elizabeth con el dedo índice—no eres mi madre. Sólo me engendraste. Eras mi incubadora. Por lo tanto él —señalo a Arthur—no tiene relación con migo.
—¡Ya fue suficiente mocosa! —exclama Arthur, levantándose— No puedes tratarla así.
Daisy se marchó.
—¡Niña ven aquí! —grita.
Elizabeth sujeto la mano de Arthur que pretendía ir tras ella —Déjala.
Daisy cero de un portazo, poniéndole el pestillo, se encero en el cuarto.
Caminaba de un lado para el otro, apretando sus manos en puño. Necesitaba expulsar la exasperación que la furia generaba, pero no tenía su bolsa de boxeo para apaciguarla.
Se detuvo frente la puerta, ya no aguantaba más. De un impulso lanzo el primer golpe, luego el segundo, el tercero, el cuarto. No se detuvo hasta que esa molestia aminoro.
Cuatro golpes dados por ambas manos, ocho los sonidos de impacto y seis fueron los nudillos dañados. No era grave, más que unas manchitas de sangre y piel removida. Si bien no podía evitar dar golpes para sosegar su ira, si controlaba la potencia con tal de no dañarse de gravedad. Solo se soltaba cuando contaba con la protección de los guantes de boxeo.
Debía lavarse esas manchas de sangre, pero no quería salir del cuarto, por lo que opto por tomar una camiseta de su maleta y con ella quitarse la sangre. Después lavaría la camiseta.
Los nudillos le dolían un poco, tal parecía que si se había pasado un poco, aunque no era nada que no pudiera aguantar.
Sin más que hacer se acostó en la cama colocándose los auriculares para oír música. Lo único que podía hacer era olvidar donde se hallaba.
Después de unas horas sus oídos se cansaron de la invasión de ellos que ya causaban dolor. Viendo la pantalla noto que le quedaba dieciséis porciento de batería y decidió ponerlo a cargar.
Conectándole el cargador vio en la parte superior de la pantalla el rectángulo que representaba la batería ponerse verde y al lado de este el símbolo del avión.
Debido al modo avión fue que no recibió llamadas o mensajes. Lo había colocado en cuanto se había alejado de Beacon Light, estando enfadada, para no tener que hablar con su padre. Aun lo estaba; era por él que estaba teniendo un pésimo día y los tendría por todo un mes. No toleraba estar en casa de Elizabeth. En estos momentos podría estar divirtiéndose con sus amigas…