Capítulo dedicado a: Blanca Ines Almeyda Sanchez - Sheyla Moreno Ponce - Yiceth Rua - Julianny Batista p - Magdalena Pibaque - Zharick Cortés
Chicas muchas gracias por las estrellas, se los agradezco desde mi corazón. No saben lo mucho que me ayuda, porque en mi autocrítica me falta mucho para mejorar la narrativa de la historia y que les guste me hace ver que no hago un mal trabajo escribiendo. Me anima a seguir con la historia en mis momentos de rendición cuando borro y borro lo que escribi xq no era bueno. Muchas gracias, sus estrellas también me ayudan a llegar a más lectores y es de muchisima ayuda. Se los super agradezco.
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Después de un tiempo esperando a sus amigos, en el que estuvo distrayéndose con la televisión, finalmente habían llegado. Y eso significaba que al fin podría salir de casa de Elizabeth…al menos por un tiempo.
—¿Saldrás? —indaga la voz de Elizabeth.
—No, sólo me gusta estar parada en la puerta —responde sarcástica.
Elizabeth, sin saber cómo actuar guarda silencio. Por un lado quería hacerse respetar, puesto que era su madre. Y por otro, no quería discutir con su hija. Siendo consiente que su comportamiento era entendible para con ella.
Daisy frunce los labios en un gesto de razonamiento rendido, ante la expresión de Elizabeth—Iré con mis amigos a dar una vuelta. No llegare muy tarde y avisare si no llego temprano —informa. No porque no quiera preocuparla al no saber su paradero, sino porque posiblemente Elizabeth, llamaría a su padre diciendo que ella no aparecía. Su padre no lo dejaría pasar y sin duda se la llevaría ante tal descuido.
A pesar de que Daisy detestaba estar cerca de esa mujer, para poder llevar a cabo su plan de desenmascararla, debía averiguar sus secretos y mentiras, y para lograrlo era necesario permanecer cerca.
De su pequeña mochila, toma su celular—¿Tu número?
Elizabeth se lo dicta y antes de que se marche, le indica a ella y sus amigos que usen el cinturón de seguridad y vallan con cuidado.
La mujer permanece fuera, viendo alejarse el vehículo con una sonrisa. Salvo por el comentario sardónico, había tenido un trato cordial con su hija…Y eso ya era un avance.
*
Daisy iba en el asiento trasero junto a sus amigas. Adelante como conductor se hallaba Scott y de copiloto, Reese. Todos se hallaban en silencio ante la tensión de tener a Daisy y los chicos en el mismo lugar. Aunque esta tensión presente tenía dos motivos distintos.
Para Kimberly, Ada y Samanta se debía a que Daisy detestaba a Scott por haber mantenido una relación en secreto con su amigo por no querer admitir que se enamoró de un chico. Y que su molestia con Reese se debe a que él era consciente de que a Daisy le gustaba Scott y no le importó permitirle ilusionarse con ese chico.
Ellas creían que esa es la razón de la enemistad, ya que, fue lo dicho por Daisy, quien aunque estaba dolida aun protegía a su amigo. Y en cambio Reese no objeto, sólo mantuvo silencio.
La verdad era que Scott había jugado a dos puntas, manteniendo una relación en secreto con Daisy y Reese. Este último sabia de la relación con Daisy y aun así continuo con Scott, permitiéndole jugar con los sentimientos de su amiga.
—¿Pasamos a comer? —sugirió Scott, ya saliendo del vecindario.
Observaba a Daisy a través del espejo retrovisor. No expresaba enfado o molestia. ¿Sería que acaso ya los había perdonado?...No, ni el mismo se perdonaría. ¿Tal vez ya lo había superado?...Lo que fuera, esperaba que el plan de Kimberly funcionara. Lo que más quería era que Daisy se amistara con Reese porque, de eso dependía su relación.
—Sí —Apoya Reese—. Nos despertamos tarde y rubialis no nos dio tiempo a comer—reprocho, volteándose hacia las chicas.
Estaba contento porque su amiga finalmente aceptaba su compañía. Había preferido que su encuentro sea sin la presencia de Scott pero, Kimberly había insistido en que él también venga para solucionar las cosas de una vez y, además era el único con vehículo.
—Yo di un horario de reunión. No es mi problema que no se acataran a él —aclara Kimberly.
Quien había planeado esa reunión para que sus amigos se amistaran, por eso ideo que la reunión fuera desde la mañana.
—Y claro, nosotros como tu rebaño debemos seguirte —añadió Samanta—...Hay, como desearía ser la oveja descarriada —deseo con fingido desconsuelo.
—¿Dices que soy mandona? —replica, aparentando estar ofendida.
—No nos dejaste comer —aclara Scott, con la intención de afirmar que es mandona.
—Lo ves —acentúa Samanta riéndose por la expresión de su amiga.
—¿Daisy, comiste? —habla Ada, dejando de ver por la ventana.
En casa todo estaba mal, sus padres no se hablaban y habían dormido en cuartos separados. Aunque no era por decisión de ambos. Era su madre quien se alejaba.
—La verdad no.
Se habría negado a ese encuentro de no ser porque realmente lo necesitara. Estar con Elizabeth le hacía recordar su infancia y aunque se negara a aceptarlo el sentimiento ahí estaba. Esos recuerdos le dolían mucho más que la traición de Scott y Reese.
—Y con eso es definitivo que debemos ir por comida. ¿O no rubialis? —sentencia Scott.
*
Siguiendo la “coreografía”—nombre que Kimberly le puso a la misión— las chicas se sentaron juntas en el gran asiento para tres, dejando libre el otro para que Reese, Daisy y Scott, tomaran asiento juntos.
A Kimberly, Ada y Samanta no les apetecía comer, puesto que habían desayunado, prefiriendo ordenar unos batidos. En cambio Scott, Reese y Daisy que tenían el estómago vacío, ordenaron un desayuno bien cargado.
Comieron manteniendo una conversación que las chicas dirigieron, puesto que, para Daisy y los chicos no era posible dirigirse palabra alguna.