Mi Hermosa Pesadilla

CAPÍTULO 1

MALDITA PESADILLA

CAPÍTULO 1

Por más que trates de olvidar lo malo que hiciste en el pasado, el recuerdo siempre, estará presente al cerrar tus ojos.

Diciembre 24 del 2015

Removiéndose en su cama con desespero, sudor en su frente, su pecho bajando y subiendo, despertó. De un brusco movimiento salió de la cama maldiciendo lo que por las noches desde hace dos malditos años no salía de su cabeza. Tiró con fuerza la puerta de su habitación, saliendo de allí hacia la cocina, tomó un vaso llenándolo con agua para beber, de la nada lo tiró con fuerza hacia la pared más cercana, rechinando en el piso y quebrándose pues éste era de vidrio. Una lagrima rodó por su ojo izquierdo, de nada había servido el año que se fue para el Chocó de voluntario, de nada sirvió rodearse de gente con piel oscura y superar el racismo que tenía hacia estos; de nada había servido irse para ese lugar, el cual es una pequeña África en Colombia, cambiando la idea que tenía sobre ellos, dando amor, ayudando a cada niño y persona. Si, ella, lo atormentaba en las noches, no salía de su cabeza, apoderándose de sus sueños, teniendo a veces noches en vela, viendo la cara de aquel chico que le pidió que la ayudase, un grito ahogado salió de su garganta, no sabía que había pasado con ella, en la semana no quiso saber, pero luego empezaron a aparecer sus imágenes convirtiéndose en una Maldita Pesadilla, quiso saber de ella pero después se arrepintió. Se acercó a su padre, ofreciéndose para voluntario en el Chocó, así paso un año convirtiéndose en mejor persona y amando cada día lo que hacía, creyó haberlo superado pero al volver, seguía atormentándolo ese recuerdo por las noches, lentamente cayó al piso, sentía rabia consigo mismo.

-Pero... ¿qué ha pasado?- La voz de su madre resonó en la cocina, se acercó a él y lo rodeó con sus brazos. -Hijo...- suavemente habló, abrazó a su madre con fuerza, necesitaba ese abrazo. -Quisiera poder entenderte pero...

-¡Nadie lo puede hacer, nadie!- Su voz fue tan dura que su madre dio un brinco, se levantó bruscamente y salió de allí, no vivía con sus padres, desde que ingresó a la universidad fue independiente, estaba allí por la cena de navidad, quiso llegar dos días antes para pasar esas fechas con sus padres. No vivía en Barranquilla si no en la capital, las veces que venía su madre se daba cuenta que le sucedía algo, pero nunca dijo nada de aquella noche. Nadie sabía aquello, excepto Yeicol, su mejor amigo.

Sentado junto a la piscina, con sus gafas de sol puestas, un jugo de mango con mucho hielo a su lado, estaba Albert, después de lo que pasó pudo cerrar los ojos al fin y agradecía pues no quería pasar otra madrugada de insomnio. Todo este tiempo ha sido lo mismo, si sólo pudiera devolver el tiempo, pero eso jamás pasaría, sintió unas pequeñas manos quitarle las gafas de un sólo jalón para taparle los ojos, sonrió para sí mismo, así que le siguió el juego.

-Adivina quién soy- una voz dulce pero gruesa y algo falsa salió de ella-

-¿Blanca Nieves?- Respondió sonriendo.

-¡No! Ese es un cuento- añadió riendo la susodicha.

-Pero si te pareces a ella- contra atacó.

-Pero si Blanca Nieves es cabello negro ¡yo soy rubia!- Albert soltó una carcajada, le había ganado, ésta le quito las manos dejando libres sus ojos, colocándose frente a él y cruzándose de brazos molesta, él sonrió al verla. -Algún día te ganaré- dijo suspirando. -Mamá dice que el almuerzo ya está, que...- Paseó los ojos por el lugar, recordando algo. -Ah sí, que has pasado toda la mañana tomando sol, que parecerás un tomate rojo si sigues aquí- sonrió, su madre tenía razón.

-Está bien... pero primero una carrera hasta el comedor – propuso, Sharon como se llamaba su hermanita de seis años, sonrió con malicia y salió corriendo "pequeña tramposa" pensó Albert.

La cena de navidad llegó. Sus abuelos, sus tías por parte de papá, las cuales eran tres, sus cuatro primas y un primo, sus padres, su hermanita y él departieron. Siempre pasaban navidad con la familia de su padre, pues su madre era hija única, lastimosamente sus abuelos por parte de mamá fallecieron. Rieron dándose sus regalos, su hermanita recibió muchos juguetes, estaba contenta; él no solía reír muy a menudo pero esa pequeña tramposa le alegraba los días cuando visitaba en a sus padres. Él también recibió regalos, bueno, normalmente recibía ropa y algunos pares de medias, típico. Todos rieron cuando abrió el regalo de su primo Santiago pues le había dado dos cajas de condones, este sólo se encogió de hombros, siempre le regalaba cosas como esas. Él no se quedó atrás de su primo, le dio frascos de lubricantes, todos negaron riendo pues esos dos no cambiaban, esa noche fue muy agradable, donde se olvidó de lo que le atormentaba; su madre agradeció que esa noche no estuviera tan serio.




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