Mi Hermosa Pesadilla

CAPITULO 2

ELLA OTRA VEZ

CAPÍTULO 2

Lo que te atormenta, puede llegar y cambiarlo todo para bien.

El reloj marco las 4:00 horas de la tarde, hacía más de cinco horas que la había visto, no dejó de pensar en ella, en su ojos, en su voz, la quería ver de nuevo pero la decepción llegó a él. No se apareció por ahí, pensó que era de palabra, pensó que si era honrada y traería los vueltos aunque no se los iba recibir, eso para él no era importante, ella sí. Porque tenía la esperanza de verla, saber de su vida, de ver cómo vive y es que le preocupó, no eran horas para que trabajara, era hora para que fuera al instituto o quizás a la universidad pero repartía almuerzos; no dejó de preguntarse muchas cosas y ya se estaba enojando. Un golpe en la puerta lo hizo levantarse de inmediato, así que sonrió, pero la decepción volvió, no era ella.

-Doctor Martins, sé que está muy ocupado, que su función ahora mismo no es entrar a sala de cirugía, pero lo requerimos es de alta complejidad la operación del paciente y usted es el indicado para esos procedimientos- dijo la doctora Maldonado algo preocupada, Albert suspiró, no hacía eso muy seguido, sólo a veces cuando requerían de su ayuda.

-Claro, arreglo lo que tengo acá y me dirijo hacia allá- respondió algo seco, la doctora asintió.

Y así, fue una operación complicada, tres horas duro dicha operación, la cual fue exitosa, eso le agradaba, saber que era bueno en lo que hacía. Salió de la clínica para dirigirse a su apartamento, terminó muy cansado, aunque también estaba enojado ella no se apareció por ahí, bajando los escalones que había en la salida de la clínica, vio un menudo cuerpo sentado mirando a la nada, esta mañana no había visto bien como vestía, traía un jeans algo gastado, un buzo una talla más grande que la de ella, sus zapatos algo gastados también, seguro los cuidaba mucho porque no iban sucios, su melena castaña oscura estaba un poco desordenada pues ya su cabello no iba bien peinado, sonrió para sí, “Era ella otra vez”, ella estaba ahí; si había venido, se acercó hasta donde estaba. Heysli sintió los pasos de alguien, giró la cabeza hacia donde provenían; era él, nerviosa se levantó, él venía sonriendo “¿Viene sonriendo por mí? Se preguntó, pero después quitó esos pensamientos; un hombre atractivo, cabello rubio con unos ojos azules claros, musculoso, se le notaba hacía ejercicio pues traía su camisa blanca remangada hasta sus codos hecha a su medida y una corbata algo desordenada, no se fijaría en ella, ni sonreiría por ella, ni en mil años luz, no sabía ni porque estaba pensando eso. Así que quitó esos pensamientos de su mente.

-Heysli ¿qué haces ahí?- preguntó ya frente a ella.

-Esperándote- respondió en voz baja algo tímida, bajó la mirada hacia sus manos y empezó a jugar con sus dedos.

-Hubieras entrado, hace mucho frío y...

-No pude hacerlo- el frunció el ceño, ahora sus ojos lo miraban. -Vine a las dos de la tarde, el vigilante no me dejó entrar, llamó a una tal... Sofía y ella dijo que estabas ocupado y no podías atenderme, pero sé que no me dejaron entrar por eso, si no por mis fachas; sé que es una clínica de ricos y yo.

-No lo digas- dijo entre dientes con su mandíbula tensa, y pensar que él era así hace dos años, mañana reprendería a esos dos. -No dejes que nadie te haga sentir inferior, eso hacen las princesas ¿no?- sonrió tomándole la barbilla con delicadeza.

-Pero yo no...

-Si lo eres, ahora te invito a comer algo- ella se sorprendió ante la petición, ese atractivo hombre la estaba invitando, jamás había ido con un hombre a comer, ni la habían invitado a algo, pero no podía.

-Debo llegar a casa pronto- Albert se decepcionó ante eso, no quería esa respuesta, vio como buscaba algo en su pantalón, hasta que lo sacó y se lo tendió.

-No es necesario que me los des- dijo refiriéndose a el dinero. –Quédatelo- la joven frunció el ceño. “¿Por qué es así conmigo?” Se preguntó Heysli, no podía creer que apenas un día conociéndola, fuera amable con ella, eso era irreal y no quería pensar mal, no quería pensar que se aprovecharía de ella.

-No puedo aceptarlo.

-Sí que puedes- dijo algo seco, quería que fueran a comer juntos. -Entonces... ¿no me aceptaras la invitación?- ella negó, el soltó un suspiro. -Déjame acompañarte a casa al menos-. Ella dudó, no quería llevarlo a ese barrio, seguro él vivía en un lujoso sector, asintió inconscientemente, Albert sonrió.




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