Mi Hermosa Pesadilla

CAPÍTULO 3

EL MIEDO

CAPÍTULO 3

El miedo se convierte en inseguridad, pero depende de nosotros superarlo.

El miedo. Nos enfrentamos a él muchas veces en la vida, cuando nos imaginamos las cosas presintiendo que corremos algún peligro, cuando nos llenamos de inseguridades, como por ejemplo cuando ves una película de terror y después no puedes dormir o cuando le temes a la oscuridad y se duerme con el bombillo prendido.

Albert en esos instantes tenía miedo, estaba inseguro, sintiéndose tan pequeño justo ahí, sentía la mirada de aquella chica sobre él, ¿por qué no había pensado en las consecuencias? O ¿Por qué actuaba de esa manera? Escondió su cabeza en el volante, sintiendo ese lugar como su único refugio. Ahora ¿qué le diría? Un “no te puedo llevar porque hace dos años un chico me rogó que te salvara y no lo hice". Suspiró algo cansado, ni teniéndola cerca se acaba el problema respecto a aquella noche, respecto a ella; tampoco quería que el primer día de encontrarla se fuera tan rápido. Definitivamente estaba entre la espada y la pared.

Heysli por su parte lo observaba algo extrañada, también, asustada por el frenazo que acaba de dar su acompañante, quería saber que le sucedía pero no se atrevía a preguntar. Tenía que ver algo con la persona que hablaba por mensajes, pues se dio cuenta por la cara que hizo después de leer algo en su celular, imaginó la chica.

-¿Con quién vives?- Preguntó Albert levantando su rostro del volante para mirarla.

-Yo vivo con...

-¿Sabes?... no importa- le interrumpió, de nuevo puso el auto en marcha, no quería saber, al menos no por ahora y pensándolo bien sólo la acompañaría hasta la puerta de su casa, no es como que lo fuese a invitar a entrar, pensó el joven; además no correría el riesgo de bajarse del auto tampoco, las ventanas de la camioneta eran blindadas, tampoco es como que lo fueran a ver, se hizo un silencio incomodo, después de eso, vio por el rabillo del ojo como la chica que lo acompañaba se removía incomoda, mirando por la ventana. -Siento haber frenado así- se disculpó volteando a verla, esta vez ella no lo miró, sólo asintió. Albert se sintió extraño por ese gesto, volvió su vista a la carretera y de nuevo el silencio volvió a reinar.

Luego de unos minutos entró a un barrio un poco alejado de la ciudad, con facha peligrosa, casas pequeñas, las casas no estaban pintadas, sólo se veían los ladrillos rojos, habían algunas de dos pisos poco agraciadas y otras a medio construir, la impotencia creció dentro de él nuevamente, quería lo mejor para ella.

-Es aquí- escuchó decir a la chica, detuvo el auto y miró por la ventana, su casa era de un piso, pequeña, hecha de ladrillos que se le notaban desgastados y húmedos, no estaba pintada, la puerta era blanca, de madera. Heysli notó como escrutaba su casa y se sintió mal ante eso, pues obviamente él vivía mejor que ella y no se avergonzaba de su casa, la consiguieron con mucho esfuerzo y se sentía orgullosa por ello. –Gracias- el joven al escucharla dejó de observar la vivienda, vio como abrió la puerta del auto para irse pero éste la tomó por la muñeca haciéndola voltear, de nuevo esos ojos mieles lo miraban.

-¿Cuándo te vuelvo a ver?- la chica frunció el ceño. “¿Por qué quería que se vieran de nuevo?” Pensó que si se quería aprovechar de ella, haciéndose el bueno para llegar a su objetivo, ella negó y se soltó bruscamente de su agarre. Albert ante su rechazo sintió un vacío en el pecho, la quiso agarrar de nuevo pero ella se alejó cerrando la puerta con rapidez, sintió la necesidad de bajar del auto, le pegó al volante agarrándolo con fuerza haciendo que los nudillos se colocaran blancos, no podía bajar y preguntar ¿qué fue lo que hizo mal? O ¿Qué dijo que la molesto? No podía hacer nada, ella había entrado a su casa ya.

Puso el auto en marcha ardiendo por dentro, ella tenía su número, esperaría su llamada y si no lo hacía vendría por ella. Salió del barrio que a decir verdad a esa hora se veía algo peligroso y oscuro. Llegó al edificio donde vivía, saludó al portero, un hombre aproximadamente de cuarenta y nueve años, desde que se mudó vigilaba el edificio, ya llevaba años ahí. Llegó a su apartamento, se preparó algo de comer para luego tomar una ducha. Luego de cambiarse, escuchó el timbre de su apartamento al abrir vio a su amigo algo preocupado.

-¿Qué tal?- Saludó entrando como perro por su casa, golpeando el hombro de su amigo, Albert cerró la puerta para luego verlo sentado en el sofá con las piernas en la mesita.

-Baja las patas de ahí- habló dirigiéndose hacia él.




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