Mi Hermosa Pesadilla

CAPÍTULO 6

NO ES TU CULPA, ES SU CULPA

CAPÍTULO 6

Tomar decisiones no es nada fácil, más cuando es difícil decir un sí que no sabes a qué te llevara, sabiendo que no habrá marcha atrás.

Amaneció por fin, pegó los ojos a las tres de la madrugada después de recordar como sus padres la abandonaron sin importar lo que ella sintiera, lloró hasta quedarse dormida; siempre pensó que no se merecía eso que tal vez si ellos no la hubiesen dejado ahí, quizás ahora sería feliz y no con una vida intranquila, llena de problemas. Tomó una ducha, cepilló sus dientes, se colocó lo mismo de siempre sólo que en otros colores, un jeans desgastado, un buzo color negro que llegaba hasta sus muñecas y le quedaba algo grande, no se sentía para nada atractiva, nadie la miraría con esa ropa pero mejor, así nadie se atrevería a más con ella, sobre todo Edgar, nunca se propasaba sólo le decía palabras puercas pero que no cumplía gracias a Dios.

-Heysli, saldré a buscar trabajo- escuchó a Marisol mientras entraba a su cuarto. -No es justo que te mates trabajando sola para mantener la casa, además los ahorros que traje conmigo se están acabando, sólo me queda para un mes más-. Heysli miró a su prima con una sonrisa.

-No son una carga... lo hago con gusto, además, antes de que llegaras lo hacía, no es nada nuevo para mí - dijo con voz suave acercándose a su prima quien estaba sentada en la cama.

Lo sé, pero no voy a aprovecharme, ya has hecho demasiado aceptándome aquí en tu casa embarazada y que estuvieras conmigo en esa etapa, te lo agradezco y ya es hora de devolverte lo que has hecho por mí en estos meses-. Y era verdad, su prima a quien conoció hace unos años atrás, por medio de un tío, que la buscó hasta encontrarla pero sólo para conocerla, él no vino para ayudarla ni para sacarla de aquel lugar donde se encontraba. Él también la miró con lástima, todos la miraban así y aunque no lo sabían aquellas personas, le dolía. Su tío ese día la llevó con él y fue ahí donde se conocieron; él nunca más volvió pero la rojiza la siguió visitando a escondidas con la ayuda de la señora que la cuidaba. Luego de no verla por cuatro años, apareció hace unos meses en la puerta de su casa con una pequeña barriga, le contó que trató de esconder su embarazo pero no pudo más, su padre se enteró, echándola de casa, se mantenían en contacto de vez en cuando pero no se podían ver, su padre la vigilaba mucho, hasta que se apareció allí.

-El bebé ¿con quién lo dejarás?- preguntó.

-Ya he hablado con la vecina, me ha dicho que me haría el favor-

-Tan servicial como siempre ¿te cobrará por cuidarlo?

-Me ha dicho que no, pero obviamente si lo haré, me ha dicho que sus hijos han crecido, se queda sola en casa… como ellos se van a trabajar y no han querido darle nietos…

-Son gays los dos, pobre- se miraron y soltaron una carcajada.

Se colocó sus chavos más preciados, así llamaba a sus zapatos, aunque ya estaban desgastados pero los amaba y estaban muy limpios, le gustaba que todo estuviera aseado ella era así; salió de su casa como un día monótono, todos los días de la semana trabajaba, aunque los domingos iba de noche, y así fue el sábado lleno trabajo, llegando a casa cansada.

Y como todos los domingos después de un sábado cansino, salió de casa muy temprano, lo hacía desde los dos meses después de aquel accidente, llegó a la gran fila con útiles de aseo y algo de comida recién hecha en dos bolsas, pasó por la primera requisa y luego por la otra detestaba que la requisaran de esa forma. Ya después de aquella humillante escena entró al gran patio, miró a los lados y lo vio, ensanchó una sonrisa, caminó hacia él. Dejó las bolsas en la mesita, se le tiró encima para abrazarlo como si no hubiera más nada en el mundo, la recibió con en sus brazos gustoso, se entristeció y empezó a llorar.

-Heysli... no llores- le susurró, la despegó de él, limpiando sus lágrimas.

-Te extraño mucho- le dijo soltando más lágrimas, abrazándolo de nuevo.

-Yo también pero no podemos hacer nada mira donde estoy- ella se despegó de él, sentándose, él siguió su acción, lo miró tiernamente.

-Estás aquí por mi culpa- afirmó con algo de rabia.

-No digas eso- dijo tomando sus manos. -Hermanita, estoy aquí por mí, no por tu culpa.

-Estás en la cárcel por salvarme, si es mi culpa – dijo con voz quebrada.




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