Mi Hermosa Pesadilla

CAPÍTULO 8

¡OH…NO! UNA INDIRECTA

CAPÍTULO 8

Nuestra mente a veces nos juega malas pasadas pero depende de nosotros desechar tales pensamientos.

Intentando dejar atrás la conversación que tanto le había irritado, Albert enfocó sus acciones en Heysli, la dirigió hacia el parqueadero sin soltar aquella cintura que de hecho se sentía realmente bien en su mano, quería acapararla toda pero sabía que no podía y eso lo frustraba; no sabía cuánto tiempo más podía resistir y de seguro no mucho pues cada día su deseo hacia ella incrementaba, necesitaba hablar con ella, la necesitaba a ella.

-¿Ya cenaste?- le preguntó desactivando la alarma de su camioneta, ella lo miró antes de entrar, sus ojos le transmitían algo abrazador. Sólo negó, realmente no había comido aun. Entró a la camioneta y el cerro la puerta. Aun no sabía por qué se había montado en su auto pero por lo avergonzada que estaba de venir a esta hora a su trabajo dañándole la cita que tenía. De seguro la esperó en el día para poder salir con esa mujer ahora en la noche, supuso no era su novia, pues por la forma en que le habló seguro que no lo era.

Luego de unos minutos Heysli vio que entraban a un barrio de adinerados. ¿A dónde la llevaba? No estaba en condiciones apropiadas para entrar a un restaurante de ricos, la mirarían mal. Miró a través de la ventanas, las grandes construcciones de por ahí, realmente eran casas bonitas, admiró una y cada una de ellas, miró a su acompañante, quien iba concentrado en la carretera, se veía un poco tenso y ofuscado. Realmente rogaba porque ella no fuera la razón de su enfado, dobló y entonces vio una cuadra donde había edificios y casas iguales a todas las que venía viendo antes, entró a uno de los edificios, justamente al parqueadero. Apagó la camioneta justo cuando se estacionó y bajó tomando sus pertenencias, se asustó no sabía que intenciones tenía ese hombre, pero confiaba en él y aun no sabía el porqué.

-¿Don-de estamos?- preguntó en voz baja y algo nerviosa, saliendo de la camioneta

-En mi apartamento- le respondió. -Obvio-.

-¿Por qué me has traído aquí?- Volvió a preguntar algo recelosa.

-No te haré nada malo, si es lo que piensas, jamás lo haría- habló algo seco y frío, la chica soltó el aire que contenía en su pecho, aliviada.

-Uno nunca sabe cuándo, le cortarán cabeza y la echarán en un arroyo- susurró para sí misma. Albert la escuchó pero no dijo nada, sólo sonrió negando, que ocurrente, pensó.

Tomaron el ascensor para subir al departamento del doctor, que estaba en el quinto piso. Ella movía su pie nerviosamente “¿Que iban a hacer en su apartamento? ¿Y si la violaba? pero va ¿Quién no se dejaría violar de él? Está buenísimo y su trasero ni se diga”, pensó. Negando con la cabeza y tapó su cara, su corazón iba a mil.

Albert la veía divertido, quien sabe que pensaba esa cabecita, de seguro nada bueno, pues se veía nerviosa y eso a él le gusta aunque “¿Tan malo se veía?“

-Necesito una ducha- Heysli quitó las manos de su rostro y lo miró con sorpresa ¿Y eso que tenía que ver? Oh no, una indirecta ¿Se quiere bañar conmigo?, pensó con el corazón acelerado. La miró burlonamente, hasta que lo vio carcajearse, su risa era realmente sonora y bonita. Eso la hizo entrar en confianza. - Heysli, huelo a hospital y no es agradable, necesito una ducha, luego nos vamos a comer por ahí. ¿Está claro?- soltó aire y lo miró asintiendo.

Bajaron del ascensor topándose con un elegante pasillo, había varias puertas a su izquierda y derecha, eran siete y todas con sus respectivos números, el de Albert era justo el tercero de la derecha, vio como buscaba la llave en uno de sus bolsillos y abrió, invitándola a entrar. El apartamento de Albert era realmente grande y elegante, su perfume se llegaba a sus fosas nasales de inmediato.

-Ponte cómoda, me iré a bañar y luego nos vamos- le dijo para no preocuparle, le beso la frente de manera dulce y se fue hacia algún lado del departamento, de nuevo la había besado ahí, sin esperarlo.

Sigilosamente se adentró más en el apartamento, bajó por las escaleras de madera con cuatro escalones que daban a la sala de estar, encontrándose con un juego de muebles negros elegantes, cuadros con paisajes muy bellos, un gran televisor plasma, nunca había visto uno tan cerca y también habían otras cosas más que adornaban el departamento; miró hacia su izquierda encontrándose con una cocina realmente maravillosa, estilo americana; tenía copas elegantes en un lado de esta, ¡Wau! ese departamento era maravilloso. “¿Tendría comida, en la nevera?” No supo por qué pero una loca idea le pasó por la cabeza.




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