Mi Hermosa Pesadilla

CAPÍTULO 9

ALGO EXTRAÑO

CAPÍTULO 9

Es extraño que alguien quiera ayudarte sin tener nada a cambio, lo más extraño es no saber por qué.

Después de un largo día de trabajo en el hospital, Albert tomó una ducha relajando su cuerpo por completo, estando ahí dentro no pudo evitar pensar en Heysli, la tenía en su apartamento, en algún lugar de su hogar ¿qué se sentirá tenerla en la casa pero como algo más? No lo sabía pero la idea le agradó.

Luego de asearse por completo y cambiarse, salió de su habitación en busca de la mujer de sus pesadillas, caminó hacia la sala de estar, no se escuchaba ruido alguno, pensó verla sentada en el sofá de su apartamento, pero no fue así. Un sonido al fondo se escuchó, volteó hacia el fondo de su apartamento y ahí estaba ella, en su cocina, agachándose tras la barra para recoger el plato de loza que había roto, se acercó, frunció el ceño, al notar un rico aroma que desprendía de su cocina “¿Estaba preparado algo? Nojoda, mi morena no te traje para esto” pensó.

Heysli, aturdida, se regañó mentalmente por haber roto el plato; a veces era un poco torpe, no pudo resistirse, era una hermosa cocina que seguro el doctor ni usaba, se notaba a leguas. Recogió con cuidado los trozos del plato para no cortarse, buscando con la mirada una caneca de basura cerca, ¿qué excusa le daría? ¿En qué pensaba cuando se metió atrevidamente en su cocina? Se levantó cuidadosamente con algunos restos en sus manos dirigiéndose hacia la esquina donde estaba el pequeño bote de basura para tirarlo. ¿Ahora en donde encontraba una escoba? Se preguntó, giró sobre sus pies, su corazón latió muy fuerte al encontrarse frente a ella a un Albert vestido informal, el cabello húmedo, “muy... sexy”, escrutándola con la mirada, con la mandíbula tensa, sus brazos cruzados, entonces se dio cuenta lo molesto que estaba.

-No te he traído para que te metas en mi cocina- habló enojado acercándose a ella y con una mirada algo fría.

-Yo...- trató de hablar, tratando de ignorar lo cerca que estaba de ella ¿qué diría? Había sido una atrevida se lo merecía.

- Pero ¿que clase de modales te han enseñado tus padres?- Viles palabras salieron de su boca, algo que le dolió pero ya no tanto como aquellos días, sus padres la abandonaron de la manera cruel. Reteniendo las ganas de llorar, bajó la mirada. - Mírame- habló Albert amenazante.

-Lo... lo siento- se disculpó, alzando la mirada hacia él.

Albert al encontrarse con su mirada retrocedió, su morenita como ya la había apodado, estaba a punto de llorar cayendo en cuenta lo mal que le habló, por un instante apareció el Albert de siempre y se arrepintió. Le tomó la mano y la jaló hacia él, haciendo que ella se estrellara con su pecho para segundos después abrasarla fuertemente.

Aquella acción sorprendió a Heysli, su corazón se le quería salir del pecho, sus brazos la acaparaban toda, le correspondió al abrazo, sintiendo ambos aquella corriente eléctrica. Por alguna extraña razón se sintió protegida, emanando paz y borrando todo recuerdo malo en ella. Jamás se había sentido como justo en ese momento y tampoco es que otros brazos aparte de los su hermano le habían abrazado; no se comparaba ese no era un abrazo familiar.

-Creo que se está quemando algo- le susurró el doctor, se separó rápidamente de él, sintiendo un vacío que ignoró, el joven la siguió por detrás, vio como el guiso de la pasta que estaba haciendo se había quemado haciendo una mueca de decepción.

-Ha sido mi culpa por distraerte- habló a su lado mirando el sartén con el guiso quemado. -Buscaré una escoba y el recogedor, hay que barrer los restos del plato-, y así salió de la cocina, miró la pasta y ya estaba, apagó el fogón sintiéndose entristecida pues era una lástima que se perdiera el alimento, además quería comer pasta.

-Deja eso Heysli- habló recogiendo y limpiando los pequeños trozos que quedaban de aquello que se llamaba plato.

-¿Puedo hacerlo de nuevo?- Albert volteó a mirarla algo sorprendido, tal parecía que le gustaba la idea pues sus ojos se notaban emocionados, sonrió.

-Si eso quie...

-Si- interrumpió enérgica.

-Adelante- vio como asintió y caminó hacia la alacena como si fuera su lugar favorito, tiró lo restante en el bote de basura, dejando a un lado la escoba y el recogedor. - ¿Te ayudo en algo?-. Lo miró negando, se sentó en la barra de la cocina admirando su perfil en silencio, estaba concentrada picando la cebolla. Ella era hermosa, recorriéndola con su mirada, paró en sus delicados brazos, dejando su vista fija ahí “¿Tendría las cicatrices aun? ¿Se notaban?” Alzó su vista hasta su rostro, la cicatriz de su ceja no se notaba, tal vez no fue profunda.




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