Mi Hermosa Pesadilla

CAPÍTULO 12

ALIVIO Y CONFUSIÓN

CAPÍTULO 12

Estaba sentada, pero de eso ya más de dos minutos. El doctor tenía ese mismo tiempo en silencio cosa que a Heysli la tenía nerviosa, no sabía de qué cosa tenían que hablar, parecía estar pensándolo demasiado para su gusto.

Su corazón latía de prisa y no sabía el por qué.

Albert levantó su vista hacia ella, sabía que le estaba quitando más minutos de los que debía pero aun no sabía por dónde empezar ni cómo abordarla. No quería que saliera corriendo, no quería asustarla con lo que tenía pensado hacer y no porque fuera malo, simplemente no sabía cómo hacer para que ella aceptara su propuesta.

Hizo puños sus manos, una cosa que a ella no le pasó desapercibido, era muy extraña su reacción y la forma en que la miraba, parecía que estuviera ahogándose con sus propios pensamientos. Pensó Heysli.

-C… creó que me iré- él cerró los ojos y la detuvo al ver su amago para levantarse.

-Heysli, no sé por dónde empezar- habló al fin, viendo como la confusión llegaba a su rostro. -No quiero asustarte, no quiero que por lo que estoy a punto de proponerte te enojes y salgas despavorida, queriendo no volver a verme- trató de reír, lo hizo sin ganas. -Hace tiempo hice las cosas mal y me arrepiento, todos nos equivocamos, nadie es perfecto, nadie tiene idea de que sentimientos alberga la otra persona por dentro hasta que lo hace saber...

-¿Por qué me estás diciendo eso?- se vio preguntando algo confundida, no estaba entendiendo las palabras de Albert, tenía la mirada puesta en él desde que empezó a hablar y sólo pudo ver a un hombre con un gran torbellino por dentro.

-Te fallé- terminó diciendo Albert, sacando lo que tenía por dentro queriendo decirle toda la verdad.

Ella se levantó de donde estaba sentada, escuchando tal locura.

¿Cómo podía haberle fallado, cuando no se conocían del todo? Negó, dándose vuelta para irse de allí, estar frente a él le estaba asustando aún más. Pero todo sucedió muy rápido, de un momento a otro estaba siendo acorralada por él, sintiendo sus fuertes brazos, algo que la sorprendió, trató de empujarlo pero fue en vano el intento, ya que ni siquiera lo movió.

-Sí, te fallé y soy el ser más despreciable, no es de ahora si no desde pequeño. Pero cambié, te lo juro. Cambié y tú y sólo tú hiciste que eso pasara.

La tenía confundida pero a la vez embriagada con su cercanía, olía su perfume varonil y exquisito. Tenía miles de mariposas revoloteando en su estómago y ni que decir de su desbocado corazón, se le quería salir de su pecho; fue bajando sus brazos lentamente aún con su penetrante mirada puesta en ella, hasta llegar a sus caderas, abrazándola por estas, sensación que le hizo dar un brinco. Nadie, nunca la había tomado de esa manera y fue justo ahí, cuando sintió un beso en el cuello recorriéndole por todo el cuerpo un escalofrío, fue suave y cariñoso y lo siguió haciendo hasta ascender hasta su oído, eso terminó por desarmarla, y en un arranque subió las manos hacia el rostro del doctor y unió sus labios.

A él, el gesto lo tomó desprevenido, pero al instante le correspondió, abrazándola aún más hacia sí, uniendo más sus cuerpos y descubrió el cielo, las nubes, las estrella y todo dentro de él detonó. Sus labios sabían a dulce, sintió que probó todos los sabores que a él le gustaban. Por dentro sabía que no estaba bien, sabía que debía contarle que hace tiempo atrás, no hizo nada para ayudarle. Debía hacerlo pero se acobardó, temía no volverla a ver y más que eso, temía perderla aunque aún no era suya. Patrañas, lo besó y eso le decía que la atraía, que le gustaba y estaba dichoso por descubrirlo.

-Di que, si- habló separándose un poco de ella, quien tenía los ojos cerrados, no se contuvo y la volvió a besar, pero esta vez dándole un leve rose en los labios. -Hazlo, di que sí.

Heysli abrió los ojos, no podía creer lo que acababa de hacer, le ganaron las ganas, le ganó el martilleó de su corazón por dentro y no sabía cómo describir aquello. Vio los ojos de aquel hombre tan atractivo, esos ojos verdes podían volver loca a cualquiera y sintió celos de sólo pensarlo por lo que sólo asintió en forma de respuesta, desconociendo en que se había metido pero le tranquilizó la gran sonrisa de Albert, una sonrisa que le transmitió seguridad.

Él sólo se separó de ella, agarrando su mano derecha como si su vida dependiera de eso, tenía un agarre fuerte pero sin llegar a lastimarla, jaló de ella, tomó su chaleco, las llaves de su auto y salieron tal cual de su oficina.




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