Mi Hermosa Pesadilla

CAPÍTULO 24

CARTA

CAPÍTULO 24

“Crecí en una familia que me lo daba todo, mi madre me consentía y a mi padre con sólo yo abrir la boca me daba lo que quería.

En el instituto me vi tan lleno de riquezas que me fui convirtiendo en alguien racista, le hacia bullying a más de un estudiante becado, y eso para mí estaba bien; los discriminaba sólo por ser pobres y además, a todo alumno negro así fuera de mi misma clase social, lo humillaba, miraba a todo el mundo por encima del hombro creyéndome lo mejor del mundo. Muchas quejas llegaron a mis padres, tanto que estuve en casi cinco colegios; me reprendían, diciéndome que todos éramos iguales, sin importar raza o nivel social, nunca los escuché a pesar de todo el amor que me daban y demostraban, de ver como trataban a los demás, tan serviciales, a pesar de los principios y valores que me inculcaban nunca los escuche.

En la universidad era el chico popular, nunca fui mujeriego porque creo en el amor verdadero pero el mismo idiota del instituto seguía en la universidad, rechazando a todo aquel becado y de piel negra.

Mi padre me decía que un médico debía ser servicial, humilde y no entendía porque escogí la carrera si me faltaba todo aquello pero mi respuesta era "porque quiero ser como tu papá". Pero estaba lejos de serlo, yo era alguien frío, sin corazón y él era todo lo contrario.

Me gradúe de medicina con especialización en neurocirugía, papá estaba orgulloso de mí y yo tan altivo no cabía de la dicha. Empecé a trabajar en la clínica que él con tanto esfuerzo logró hacer reconocida y una de las mejores del país.

Y yo volví a lo mismo, recordarlo me hace ver lo estúpido que fui. Seleccionaba mis pacientes: no pobres, no pieles oscura, sólo gente a mi nivel y blanca. Lo peor era que mis padres estaban tan decepcionados de mí y yo no lo veía, pero ya no era el orgullo de mi papa, creí que por ser el hijo del dueño hacía lo que me daba la gana y me arrepiento tanto de aquello.

Pero hace dos años todo cambio y fuiste tú quien me hizo ver las cosas de diferente manera.

Ese día lo recuerdo como si hubiese sido ayer. Estaba tan sumido revisando las placas de un paciente que me enojé demasiado al sentir mi concentración irrumpida, no se cuán grande haya sido la explosión que te llevó ahí, me lo contaste pero no al detalle; la realidad fue que salí tan extrañado por el bullicio que había, no sabía que ocurría. Al salir del consultorio me encontré con enfermeras, camillas, paramédicos corriendo y uno que otro paciente.

Entonces te vi, con cortadas en los brazos, con un lado de la cabeza herido y dejé de verte cuando escuché la voz de un chico con ropa desgastada, de color piel oscura y pobre, lo escuché decirme que te ayudara pero como todo idiota que era y por pensar como lo hacía en esos momentos, lo único que hice fue humillarlo y me arrepiento, lloro de impotencia al recordarlo, no le hice caso y me regresé a mi consultorio, no sin antes escuchar el "por favor" de Rafael.

Terminé mi turno y me fui a mi apartamento, esa noche fue la más horrible, sentía una opresión en el pecho, como si hubiese hecho algo muy malo, pero hasta entonces no lo vi, esa noche te metiste en mis sueños; cada noche, cada mañana, cada tarde, me estaba volviendo loco, quería que dejaras en paz mi vida, eras una maldita pesadilla cada noche… perdón eso pensaba en ese entonces, no me dejabas dormir tranquilo y me hacía rabiar, me volví más gruñón con las personas, eso en dos semanas, pues la siguiente me preguntaba ¿qué hubiese pasado si te hubiese ayudado? Seguro que no te hubieras metido en mis sueños todas las noches, entonces me hiciste dudar, en lo que era Albert Martins, en lo basura que era como persona, en lo nada humilde y servicial que era, en lo decepcionados que estaban mis padres de mí.

Entonces escuché a mi madre en una conversación, que necesitaban voluntarios para ir al Chocó y quizá debía ir, dudé demasiado pero al final fui hasta donde mi padre, diciéndole que sería voluntario, él me miró extrañado, en ese entonces aún era el director y presidente de la clínica, luego vi las cosas de diferente manera, averigüé en que habitación de la clínica estabas y fui pero no llegué hasta a ti, sólo me grave tu rostro, guardándolo para mí y juré que si nos volvíamos a ver te daría todo de mí, en ese momento era culpa y lástima lo que sentía, y no hice más nada, fui un cobarde.

Al llegar allá, a Choco, sonrío al recordarlo. ¿Quién iba a decir, que sería el mejor viaje de mi vida? Nadie, hasta yo mismo me sorprendí, la mayoría eran de piel oscura y sobre todo gente en la pobreza, se me removió algo en el interior, quizá yo si tenía un corazón bueno y lo descubrí estando allá, me sentí bien al ver sus caras de alegría, cuando los revisaba como médico, cuando les daba mercado para comida, ropa, zapatos y demás.




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