Amelia: quisiera ir al jardín, por favor. Necesito estar en un lugar tranquilo donde puedo ser yo misma sin sentir las miradas de las demás personas.
Daniel: está bien. Nada más no quiero que me pidas que te deje sola, necesitas recordar que estamos en nuestra luna de miel y empezó desde el primer momento en que despertaste.
Amelia: eso ya lo sé, mi amado esposo. Además, nunca te pediría algo como eso y siempre te agradeceré no dejarme sola en todo este tiempo que hemos estado juntos.
Daniel: entonces será mejor que nos vayamos al jardín. Porque después de que lo hayamos hecho saldremos y te tengo preparada una gran sorpresa.
Amelia: no puedo creer que me hayas preparado una sorpresa y sobre todo yo no me he dado cuenta de nada. Si en la mañana te dije que quería que pasáramos nuestra luna de miel en esta ciudad.
Daniel: por eso se llaman sorpresas, mi hermosa princesa. Esos planes ya los tenía desde hace días y quería que este día descansaras para poder realizar nuestro viaje de bodas, así que la decisión la tomaste tú y lo único que tengo que hacer es aceptarla, aunque no me importa el lugar en donde estemos mientras disfrutemos de nuestro inmenso amor.
Ellos se dirigen al jardín tomados de la mano y antes de hacerlo Daniel no pierde la oportunidad para poder besarla. El besa los labios de su esposa y cada vez que lo hacia su corazón se aceleraba. Amelia lo hacía sentir vivo, él se separa de ella y toma su mano, ellos empiezan a caminar y no se dan cuenta cuando llegan y ellos sonríen ante esto
Amelia: solamente quiero estar media hora y me imagino que nos vamos a ir directamente de aquí. Ahora tienes que esperar muy poco tiempo.
Daniel: nunca me ha importado esperar por ti, mientras estés a mi lado. Siempre te he demostrado ser demasiado paciente contigo.
Amelia: eso significa que nunca lo quisiste hacer. Siempre has sabido ser un perfecto caballero conmigo y sobre todo respetaste las tradiciones de nuestras familias.
Daniel: así se dieron las cosas y nunca me arrepentiré de nada. Solamente fui de esa manera contigo, porque te lo merecías y por esa razón te respeté hasta la noche de bodas y quería que empezáramos nuestro matrimonio demasiado bien.
Amelia: me gusto que lo hicieras. Porque eso me demuestra que me amas, aunque la mayoría de los hombres nunca harían lo que hiciste por mí.
Daniel: en ese sentido, tienes razón. Jamás he sido igual que ellos y el amor que siempre te profesara no podrás compararlo con nada.
Amelia: no tengo porque comparar eso. Además, eres el único que ha sido sincero conmigo y espero que jamás me mientas en la vida, por favor.
Daniel: nunca he tenido ninguna necesidad de mentirte y mucho menos a ti, mi hermosa princesa. Nada más que lo único que aprendí de nuestro destino es adorarte.
Amelia: pienso que es hora de irnos. Ahora estoy lista para que lo hagamos, pero quiero disfrutar cada día a tu lado como si fuera el último.