Mi Huracan Eres Tu

Lecciones

  1. LUCAS

 

Me había estado diciendo toda la noche que dejaría de saltarme las lecciones para evitar toparme con la nueva llegada de la escuela y al final decidí ir a la lección de historia.

Afortunadamente, el profesor había organizado la visualización de algunas diapositivas después de corregir la tarea y, sin mostrar el más mínimo interés, me ubiqué en mi lugar.

Me acababa de sentar cuando vi venir a mi nueva obsesión.

Ver a Kira después de tanto tiempo me hizo tocar el cielo con las manos y a la vez sentirme mal, desató viejas heridas que pensaba haber olvidado, pero que volvieron con ella.

Ese día estaba hermosa y por un momento me resultó difícil asociarla con esa niña que recordaba y a la que había amado durante tantos años.

Se había recogido el pelo con un moño suave sostenido por dos varitas rojas, del mismo color que la falda liviana que bailaba en sus piernas con cada movimiento.

Mientras que arriba vestía una blusa de seda blanca muy simple que se cerraba en su espalda con una interminable fila de botones nacarados que atraían la atención de cualquier jóven.

Casi podía verlos mientras los desabotonaban uno por uno con gestos febriles.

―Buenos días, señorita ... ―el profesor Lending la recibió con voz melancólica.

―Kira Yoshida ―sugirió sonriendo.

―Eso es correcto. Como me informaron ayer en la sala de profesores, este es el único curso en el que viene retrasado respecto a su antigua clase, pensé en sentarla con Josie Frastein.

―Gracias, pero quería preguntarte si podría sentarme amablemente al lado de Lucas.

Casi pierdo el ritmo, mientras que de repente todos los oídos se tensaron hacia la conversación de Kira con el profesor.

―Lucas? Lucas Scott? ―El hombre tartamudeó con dificultad.

―Sí ―dijo Kira con entusiasmo, mirándome directamente a los ojos. ―Él y yo nos conocemos desde que éramos niños y éramos compañeros de clase. Lucas y yo somos amigos. Por favor, profesor Lending.

―No creo que sea una buena idea ―murmuró.

―Por favor ―susurró Kira, caminando hacia mí sin esperar una respuesta. ―Lucas, ¿puedo?

Cada vez que decía mi nombre, me sentía inquieto y cada vez que me daba una de sus sonrisas, me volvía excesivamente complaciente.

 ―Está bien ―murmuré sombríamente, haciendo espacio para ella a mi lado tan pronto como la vi rizar esos maravillosos labios.

―Está bien, pero en el primer besuqueo los mando con el director ―advirtió el profesor, haciendo que Kira se sonrojara violentamente.

Traté de moverme lo más lejos posible hacia el otro extremo del banco grande, que en ese momento parecía demasiado pequeño incluso para mí. Tan pronto como Kira se sentó a mi lado, comencé a emocionarme.

Ya no estaba acostumbrado a tenerla a mi lado durante las clases y tuve que obligarme a no mirar sus brazos desnudos, ligeramente fríos.

No hacía tanto calor ese día. ¿Por qué no se había cubierto más?

Estaba a punto de decirle cuando el profesor me puso la tarea de la semana pasada en el banco.

―Lo peor de la clase ―dijo con dureza. ―Al menos trata de seguir la corrección que haremos con los demás ahora.

Estaba a punto de agarrar la tarea cuando sentí el aliento de Kira en mi hombro.

Me di la vuelta y encontré su nariz a unos centímetros de mi cara.

―De hecho, no te fue muy bien ―comentó, tomando la hoja en la que sobresalía un enorme REPROBADO rojo. ―¿Por qué no respondiste todas las preguntas?

―Porque no tenía ganas ―manifesté irritado por su intrusión y su expresión ceñuda frente a mi fracaso escolar.

La vi lista para responder con los labios apretados, pero afortunadamente el profesor comenzó a explicar las respuestas que esperaba encontrar en la tarea, que a la mayoría de los alumnos presentes nos había ido mal.

―¿No estás tomando notas? ―Preguntó de nuevo en voz baja, respirando en mi oído.

¿Contigo cerca de mí que me provocas? Es imposible. Me hubiera gustado responderle después de que una vez más puse mi mirada en sus labios un poco malhumorados de desilusión.

―No tengo ganas.

―Está bien ―suspiró Kira, sacando el lápiz de su estuche y acercándose aún más a mí. ―¿Te importa si tomo notas sobre tu tarea? También estoy atrasada en este asunto.

Podía sentir su brazo contra el mío y su aliento me hacía cosquillas en la mano cuando se inclinó sobre la hoja para tomar notas.

Al principio la vi escribiendo en ideogramas, luego resoplando irritada y borrando todo con una goma y luego reescribiendo en inglés. El lápiz se deslizó rápidamente sobre la hoja.

Por un momento me fascinaron sus movimientos elegantes, tan diferentes de mis movimientos descoordinados e inseguros, tan pronto agarré la lapicera.




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