Por Yerlín Rosario
Había una vez, una niña muy bonita llamada María, ella estaba en el parque con su familia, su hermano Luis, su madre Rosa y su padre Carlos.
María estaba en el columpio y sus padres le dijeron a ella y a su hermano Luis que los esperaran sentados en un banco debajo del árbol grande, ya que irían al frente a buscar algo de comer y que no hablaran con desconocidos. María no hace caso de lo que le dijeron sus padres y decide irse para otro lugar a jugar, mientras se divertía, de repente se le acerca un desconocido y la llamó: niña, niña, niña. María inmediatamente mira hacia atrás y le pregunta:
—¿Usted me está llamando?
—Sí Le dice el extraño.
Le ofrece un delicioso chocolate. La niña acepta de inmediato, pero al momento de extender su mano para tomar el chocolate, el hombre la haló y se la llevó a su casa. Al verse encerrada, María grita: ¡Ayuda, ayuda! Pero nadie la escuchaba.
Cuando llegaron sus padres al parque con lo compraron para comer y ven que no está María, le preguntan a Luis
—¿Dónde está tu hermana?
Luis que había estado entretenido todo el tiempo con su tableta no supo que responder y al mirar a su alrededor y darse cuenta de que María no estaba, sale inmediatamente a buscarla, al cabo de unos diez minutos regresa llorando y pide disculpas a sus padres porque no la había podido encontrar.
Los padres muy preocupados y tristes llamaron a la policía y todos los que estaban en el parque se unieron a la búsqueda por toda la ciudad, pero todo fue en vano porque la niña no apareció.
Mientras todos buscaban por el vecindario, al día siguiente iba pasando cerca de la casa de extraño un niño en una bicicleta y escuchó los gritos de María pidiendo ayuda, así que pedaleó de inmediato hasta la casa de sus padres y les contó lo que había escuchado.
Los padres del niño no tardaron en llamar a la policía quienes fueron a la casa de aquel hombre y allí encontraron a la pobre María muy asustada. Ella contó lo sucedido y la policía se llevó preso al hombre que había raptado a María.
La niña dio su dirección y la llevaron de regreso a su hogar, al verla sus padres y su hermano Luis, corrieron a abrazarla y entre llantos la niña pidió perdón por no haber seguido las instrucciones de sus padres y prometió nunca más ser desobediente.