Por Yadiel Miguel Parra
Hace mucho tiempo en un lugar muy lejano, había un pueblo en el cual se contaban muchas historias de brujas. Casi todas las personas de ese pueblo no creían en ellas, excepto un niño que se llamaba Pablito.
Un día soleado Pablito estaba jugando con sus amigos en el vecindario a las escondidas, Se escondió en un callejón, mientras estaba ahí oye a su amigo contar (1,2,3…), cuando de repente escuchó algo en el cielo. Pablito pensó que era un ave, pero volteó a ver y se dio cuenta de que no era un ave, sino, una bruja. Pablito se asustó muchísimo, pero más aún, cuando se dio cuenta de que la bruja lo vio.
El niño pensó que la bruja le iba a hacer algo, pero ella solo se sonrió, lo saludó y bajó del cielo. Pablito estaba muy asustado y la bruja le dijo:
—Mi nombre es Piruja y no puedo hacerte un hechizo porque sé que eres el único en el pueblo que crees en las historias que se cuentan sobre brujas.
Pablito ya más calmado le dice:
—Lo único que deseo es que las demás personas del pueblo crean en las brujas.
La bruja le dijo que era suficiente con que él creyera y desde ese día la bruja Piruja y Pablito se hicieron muy buenos amigos y de vez en cuando se iban a dar una vuelta en su escoba mágica.
Pablito pensó que el creer en las brujas nunca funcionaría, pero sí, funcionó!
¡Y colorín colorado ya se ha acabado!