Por María Fernanda
Hace mucho tiempo había una mujer llamada Margarita. Era una mujer muy trabajadora y muy buena madre ella, tenía dos hijos, Margarita pasaba todos los días trabajando muy duro para que a sus hijos no les faltara nada, ya que su padre había fallecido cuando ella estaba embarazada.
Un día decidió ir al hospital porque le dolía la espalda, el doctor le dijo que ya no podía volver a trabajar porque pasaba mucho tiempo parada. Margarita dejó el trabajo para poder recuperarse, pero esos meses fueron muy duros, sin trabajar y lamentables. A sus hijos le faltaba comida y ella no tenía dinero para comprar sus medicamentos. Después de unos días decidió ir al hospital a ver como ella seguía, cuando entró vio a un chico muy amable, ella le dijo.
—Por favor ¿me puedes ayudar a llegar al pasillo?
El amablemente respondió:
—Sí, claro.
El hombre al ver su situación, amablemente la esperó al salir del hospital para llevarla a su casa. Ella lo invitó a pasar a tomarse un jugo en agradecimiento por su gesto. Allí conoció los niños que le parecieron muy cariñosos.
A partir de ahí al ver sus necesidades y su humildad, aquel hombre seguía visitando la casa y les llevaba comida, aunque Margarita no quería aceptarla, con su insistencia la dejaba allá. Ellos después de eso se fueron conociéndose, meses después el amor y la confianza surgió entre ellos. Él dio mucho cariño a los niños, pagó el tratamiento de Margarita hasta que ella se recuperó y pudo volver a trabajar. Fueron muy felices juntos.
¡Siempre llega esa persona que te hará volver a sonreír!