Mi Imbécil Favorito

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CAPÍTULO 4. NO HACE FALTA QUE ME ESPÍES

 

Sentada en el suelo de mi habitación, intentando estudiar historia, se me hace imposible concentrarme pensando en la posibilidad de la inminente llegada de mi afable compañera de habitación junto a su detestable hermano. No debería pensar en él, no sé ni porqué lo hago. Probablemente porque hemos hablado en la comida, pero me debería dar exactamente igual. Es repelente, egocéntrico, radiante y un capullo integral. "¡¿Radiante?!". No quería decir rastrero. "Sí, seguro...". Pues sí.

Guardo en mi bolsa el libro de historia y el de física junto con el estuche de bolígrafos, cajo el móvil y la llave de la habitación y salgo al patio en busca de un lugar tranquilo para estudiar durante la hora que tengo libre antes de irme a hacer el trabajo con Will.

No hay mucha gente cuando salgo al césped, así que me instalo debajo del primer árbol que veo. Parece que el tronco de este está hecho específicamente para mí ya que se adapta a la curvatura de mi espalda de manera casi mágica. Me adentro de lleno en la época de los reyes católicos, de España, y el descubrimiento de América. Estoy tan metida en las páginas del libro que no me doy ni cuenta de que Paris se acaba de sentar enfrente mía.

— ¿No habías quedado con mi hermano para hacer no se que trabajo? — frunce el ceño y me mira interrogante a la espera de una respuesta.

Antes de nada miro mi móvil y al percatarme de la hora casi me da algo. Son más de las cinco y media. Tengo tan poco tiempo para estudiar este examen que se me ha ido el tiempo al cielo.

— ¡Joder! Sí. Hace más de media hora — me levanto recogiendo todo lo más deprisa que dan mis torpes manos. Me agacho hasta la altura de Paris que me mira divertida y le doy un beso en la mejilla. — . ¡Nos vemos luego! — exclamo mientras corría al edificio de chicos.

— Ten cuidado no te caigas — oigo que me dice a lo lejos mi amiga mientras ríe.

 

Entro por la puerta de madera oscura que hay en la entrada del edificio de chicos. Hay un grupo de unos cinco chicos sentado en uno de los sofás amarillos que hay en la recepción. Tengo que añadir que el color que han optado para decorar esta planta se puede catalogar de horroroso a espeluznante. Es como la típica casa de las películas de miedo en la que han tenido es peor gusto para decorarla, solo el sofá ya es horrible y ni hablar del papel de pared. Entro al ascensor para subir hasta la tercera planta, donde se encuentra la habitación de Will. En una de las paredes del ascensor me percaté de que había una especie de cartel en el cual se anunciaba la fiesta de este viernes. Parece que va a ser la fiesta del año.

Al salir del ascensor y doblar el pasillo me encontré de frente con Nick el otro hermano de Paris, él se quedó mirándome como yo a él, iba solo con una toalla atada a la cintura y supuse que habría salido de la ducha porque aparte de solo llevar una toalla llevaba el pelo alborotado y húmedo. Se veía tan sumamente sexy. También llevaba un bote de champú de marca, se nota que cuida mucho su pelo. Mi vista se concentró en un punto fijo el cual era fantástico, sus abdominales bien marcados y definidos, su brazo derecho estaba tensado dado que llevaba el bote de champú en él y dejaba a la vista sus bíceps bien marcados y trabajados como todo su cuerpo... Estuvimos como cinco minutos ahí parados sin decir o hacer nada y entonces él habló.

— Si querías verme sin camiseta solo tenías que pedirlo. No hacía falta que me espiaras, princesa. — se acercó a mi oído para susurrarme de manera muy sensual esas palabras. Los colores subieron a mis mejillas ya enrojecidas por verle así. Cuando se separa para verme a la cara, mis ojos divagan por el pasillo. No puedo mirarle los ojos, me da demasiada vergüenza.

— No es eso, solo he venido... — su dedo índice toca mis labios haciéndome callar. Me enfada mucho su actitud. Me importa más de lo que debería, y me estresa más de lo que puedo soportar.

— No hace falta que te inventes ninguna excusa. — avanza un paso hacia mí, quedando su cara a escasos centímetros de la mía. Si cualquiera de los dos se mueve un poco, nuestros labios se juntarían y nos uniríamos en un beso. "¡Para!". Ya paro, ya paro. — ¡Soy I RRE SIS TI BLE, lo sé! — ¡AGH! Le odio.

—  Lo que eres es un maldito egocéntrico. No pisaría este sitio en la vida para verte a ti. — su estúpida sonrisa todavía está instaurada en sus carnosos y rosados labios. Su lengua mojó en ese momento su labio inferior haciendo que me pierda en mi retahíla de palabras y frases ingeniosas que tengo preparadas para él.

— Claro, para qué arriesgarte a que te pille mirándome, cuando, seguro, tienes un altar mío en tu habitación — sentencia con ese aura suyo de superioridad que lleva utilizando conmigo desde que le conozco.

— Pero serás... — una fuerte carcajada se cuela por mi frase. Mientras él no para de reírse de mí, yo estoy desesperada por irme de aquí. Ya no sé ni a qué he venido. — Para tu información, no tendría nada contigo, nunca. Aunque fueses el último hombre de este mundo. — parece que mis palabras le han afectado un poco más esta vez, pero sigue con esa expresión suya que odio, esa que parece que se lo esté pasando en grande.

— Lo que tú digas, princesa.

— ¡¿Quieres dejar de llamarme así?! — estoy alterada, quizá de forma excesiva. Pero no puedo evitar sentirme así cuando le tengo cerca.



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En el texto hay: adolescentes, amor, apuestas

Editado: 24.07.2021

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