Mi insólito matrimonio

La esposa. Mi primer encuentro con Gaia. –

 

Tu nombre te identifica. Eso es una verdad. -

 

 

 

Dicen algunas teorías matemáticas descabelladas que hay un porcentaje estimado para localizar vida en el universo. La teoría, es la llamada ecuación de Drake, de la cual se estima la cantidad de vida inteligente que puede existir fuera de nuestro planeta tierra alrededor de la galaxia, y la vía láctea. Esa posibilidad de emisión radial de que nos encontremos a alguien esperándonos por ahí. Esa fórmula también se utilizó para encontrar el amor. Backus, un economista británico confesó que ese porcentaje equivale a 0,0000034 %. Un número bastante preciso. Esto quiere decir que hay un 0,0000034 % posibilidades de que puedas descubrir al amor de tu vida en algún lugar de la tierra. Es cierto que tiene poca credibilidad, e incluso parece más un juego mentiroso de estadísticas tontas, en la cual uno arriesga la esperanza. No hay lógica, aunque al final de cuentas, no creo que sea tan incorrecto. A ella la encontré, y puede que sea obra del destino, o de esas probabilidades de la ciencia ¿Si es? ¡No puedo explicarlo!, Pero puedo asegurar que cuando se hizo presente, sentí en algún lugar dentro de mí, que la he estado buscando desde muchos antes de existir.

¿Seguro querrán saber por qué tengo esa certeza? Lo van a tener que averiguar a medida que la historia se desarrolle.

 

 

Antes que nada debo decir que estoy con vida, y eso es importante. Si no fuera por ella. Ahora el matrimonio ¡Ahh! ¡El matrimonio! No dudé un segundo en tomarle la mano, aunque su rostro estaba repleto de significados de esos que lo

 

hacen ver a uno como un loco enamorado, aunque ella me aceptó así todo demacrado de aquel accidente. –

Pero bien primero quisiera presentarme, va no creo que sea preciso. Una presentación es algo formal, pero a quien les dicta estas palabras, lo van a ir conociendo a medida que avance la historia ¡Cuidado!, no es que no me preste atención a mí mismo, pero en fin, ni siquiera el nombre es tan importante. O en verdad lo es, aunque no el mío justamente. Cuando llegué al mundo estaba bañado de un líquido viscoso, y mis padres dijeron es muy bello ¡Vamos! ¡Por favor! Ningún recién nacido es bello, es más se parece a un tomate. De inmediato lancé un gas desde uno de mis orificios. Tenemos varios. Sin embargo no entraré en detalles. En ese momento mi padre, Horacio Francis Ruppert, un astrónomo amateur, e historiador, arqueólogo de profesión que tanto ama las estrellas, eligió como nombres aplicativos: Júpiter Anónimo Ruppert.

Júpiter sabrán que por ser un planeta gaseoso. No les mencioné que la incapacidad intestinal prosiguió con mis pocos modales con lo que llegué al mundo, y Anónimo es porque nadie sabe a ciencia cierta quien descubrió a Júpiter. Entonces mi padre tuvo la maravillosa idea. ¡¡¡Qué digo idea!!! ¡¡¡¡Gran pensamiento!!!! ¡¡¡Demonios!!! De poner ¡Anónimo! Como segundo nombre. De más estar indicar mi apellido.

Pero ambos me acompañaron durante mi vida de infancia- adolescencia – adultez.

  • ¿Te llamas Júpiter? – Dijo preguntando como con cierta gracia, mi primera maestra en preescolar – Jardín – O cómo quieran llamarlo al inicio de escuela. -
  • Debe ser por su cara redonda. –
  • ¡Es el planeta!. –

 

  • ¿Si creo? ¡Uh! ¿Y ese olor?
  • ¡Ay! Júpiter ¿fuiste tú? Abran las ventanas. –
  • ¡Uf! Cierto –
  • ¿Anónimo? No parece que lo fuera a conocer alguien En definitiva ese fue mi inicio en la escuela.

A mí entender siempre me dije que quizás la casualidad lleva a la denominación. Fui una estrella fallida aparentemente. -

 

 

  • ¡Eh! ¡¡¡Júpiter!!! ¿Eres de otro planeta?
  • ¿Otro planeta? ¡¡Mmm!! ¿No? – Me decía pensativo.
  • ¿No te estrellaste aquí?
  • ¿Por qué lo haría? – Pregunté – ¡Claro que no!
  • ¡¡¡Oye Júpiter!!! ¿Cuándo escribe pones, anónimo?
  • ¡A veces!
  • ¿Y saben quién eres?

 

Al irme mi madre a buscarme se confundían

 

  • ¿Júpiter? ¿Anónimo?
  • ¿El planeta? ¿Quién es?
  • Es mi hijo, ¡¡¡¡vengo a buscarlo!!!! – Se enfadaba mi madre. –

 

 

 

Hay que tener presente que siempre me escondía en algún recóndito lugar. Era mi galaxia de escape. Perdón. Esto de tener nombre de planeta complica las cosas. No es que quiera hablar del espacio.

Claro que luego de un tiempo, y encerrado en mis libros de estudio, supe que Júpiter era un planeta. Más tarde descubrí que anónimo era desconocido. No

 

Que anónimo fuese desconocido, no entiendan mal, sino que significa desconocido. Bien, puede que me haya expresado mal. Ustedes me entienden. -

A medida que fui creciendo, mi contextura física mudaba. Tengo un metro sesenta y cinco, ni siquiera hago honor al planeta padre. Pelo castaño casi oscuro y con cabellos que quieren escapar, ojos color café con una retina muy pequeña. También me llaman ojos de pescado muerto. Nariz achatada.

La adolescencia, fue un paso efímero. Como una meteorito en la entrada de la estratosfera, y luego mi primer año de universidad en la carrera de historia. Se me daba bien los números, y las leyes, la cartografía, y finanzas, pero quería algo más tranquilo. También acepté un trabajo en la parte de logística y turismo de un museo muy reconocido de un magnate, aprovechando mi carrera en sus comienzos. -




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.