Mi Jefe Antirromántico

Capítulo 2. Prometida a la carta.

—BASTIAN—

—¿Por qué esa cara, hermanito? —pregunta Alice, mi hermana menor, apenas cruzo la puerta de la casa donde crecimos.

La mansión de nuestra familia es ridículamente enorme, como si su tamaño intentara compensar la frialdad que se siente en cada rincón.

Alice está sentada en el sofá, con una copa de vino tinto en la mano, como siempre. La conozco demasiado bien, y sé que tiene un problema con el alcohol que no quiere admitir. No la culpo; no debe ser fácil llevar siete años casada con un hombre que la detesta, cortesía de nuestros padres, quienes todavía insisten en que su matrimonio es un "éxito".

—Alguien del personal de limpieza accidentalmente arruinó mis zapatos —respondo, fastidiado.

Alice sonríe con malicia, inclinándose ligeramente hacia adelante.

—¿Accidentalmente? ¿Quién te dijo que fue un accidente? Te has ganado tantos enemigos silenciosos a lo largo de los años que no me sorprendería si estuvieran conspirando contra ti. Por cierto, ¿cuántas secretarias has despedido este mes? —pregunta con tono burlón.

Pongo los ojos en blanco. No pienso dignificar su provocación con una respuesta. Por desgracia, he cambiado de secretaria tres veces en lo que va del mes, y eso me irrita profundamente. Pero no le daré a Alice el placer de confirmarlo.

—Ay, hermanito —dice mientras se pone de pie y camina hacia mí—. Te quiero mucho. Eres la persona más peculiar y honesta que conozco, y eso lo respeto. — Finalmente, se pone de puntillas y me besa en la mejilla.

Puedo oler el vino en su aliento, y es demasiado fuerte, considerando que ni siquiera hemos comenzado con la cena.

Me ahorro los comentarios y le entrego el maletín y el abrigo a la primera mucama que pasa junto a mí, antes de dirigirme al comedor.

Al entrar, veo a mamá arreglándole con cuidado la camisa a papá. Él está sentado en su silla de ruedas, y no importa cuántas veces lo vea así, nunca deja de impresionarme lo frágil que se ha vuelto. El cáncer de páncreas ha avanzado demasiado, y aunque a nadie le gusta mencionarlo, todos sabemos la verdad: a papá no le queda más de un año de vida.

Aun así, todos hacemos lo posible por actuar con normalidad. Papá detesta que lo miren con lástima, y se aferra con todas sus fuerzas a la dignidad que le queda. Su mirada sigue siendo dura, como siempre, pero el brillo que solía tener se apaga más cada día.

Incluso Alice, quien durante años tuvo una relación tensa y complicada con él, parece no saber cómo manejar esta nueva realidad. Por mi parte, también intento seguir adelante, pero la verdad es que cada vez es más difícil fingir que nada está cambiando.

—Buenas noches, mamá, papá. ¿Cómo están?

—Muy bien, hijo. Me alegra que hayas podido venir a cenar con nosotros. —Responde mamá con una sonrisa.

—Bastian, luces muy bien, hijo —añade papá, con su habitual tono de voz firme.

Me acerco a mamá para darle un corto abrazo y a papá le ofrezco un apretón de manos.

No soporto el contacto físico, pero he hecho un esfuerzo para que mi familia sea la única excepción. Después de todo, es lo mínimo que puedo hacer.

Tomo asiento cerca de ellos, y pronto papá me pide que le cuente cómo va la empresa que me heredó. Parece complacido con lo que le digo, pero su expresión cambia cuando Alice entra en el comedor, bebiéndose de un trago una copa de vino. No hace falta ser un experto en leer expresiones para notar que está molesto con ella.

El silencio en la sala lo dice todo, y aunque mamá intenta mantener el control de la situación, la tensión es evidente.

—¿No crees que es muy temprano para estar borracha? —cuestiona papá, mosqueado.

Alice sonríe tontamente, negando con la cabeza.

—Papá, solo me tomé un par de copitas, relájate. No hay motivo para arruinar esta encantadora velada —ironiza con desdén.

—¿Y cuándo piensas traer a tu marido a nuestras cenas? —pregunta papá, con tono cargado de reproche.

—Me encantaría traerlo, pero no sé dónde está —responde Alice, soltando una carcajada. Luego, sin inmutarse, añade—. La última vez que supe de él fue en la sección social de una revista. Estaba en un evento de recaudación de fondos para un hospital… con una de sus amantes.

Se encoge de hombros, claramente ebria, mientras suelta otra risa vacía.

—Por Dios, Alice... no puedo creer que estés arruinando tu matrimonio de esta manera —interviene mamá, con ese tono de decepción que me hace levantar las cejas al instante.

¿Arruinar su matrimonio? Como si Alice fuera la única culpable.

Afortunadamente, el personal llega con nuestros platos. Mientras más pronto comamos, más rápido podré irme de aquí.

—Alice... —dice papá, y su tono deja claro que su furia va en aumento—. En lugar de pasarte el día bebiendo, deberías buscar a tu esposo y arreglar las cosas. No puedo creer que lleves tantos años casada y aún no nos hayas dado un nieto. Eres una esposa negligente, por eso tu marido no te respeta.

Comienzo a comer en silencio. Lo último que quiero es que me involucren en esa conversación.



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En el texto hay: romance, amor, falso compromiso

Editado: 21.11.2024

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