Mi Jefe Antirromántico

Capítulo 4. Adiós viejo hogar.

—TAYLOR—

—Debes pagarme la renta hoy mismo, Taylor —dice la dueña del departamento apenas abro la puerta. Es temprano por la mañana, y parece que mi día no puede empezar peor.

—Le pagaré a fin de mes, se lo juro. Lamento mucho el retraso de los últimos meses... yo…

—¡Ya me debes dos meses! Y siempre es el mismo problema contigo, muchacha —me interrumpe, mientras me mira con fastidio—. De todos los inquilinos, eres la única incumplida, y ya estoy harta.

Mi estómago se revuelve. No sé qué más decirle, porque tiene razón, pero no puedo permitirme perder este lugar. Es lo único que tenemos Drake y yo.

—Por favor, señora, se lo ruego... deme al menos una semana más.

Ella me estudia por un momento, pero su expresión sigue siendo dura. Pasa una mano por su cabellera blanca como la nieve y, con un gesto firme, niega.

—Sé que le pagas a esos idiotas que trabajan con Salvatore —dice con desdén—. Para ellos siempre hay dinero, pero a mí me tienes como una tonta, viniendo todos los meses a cobrar para que me digas que no tienes.

—La deuda no es mía, es de mi padre, usted conoce la historia... —le digo, con la voz estrangulada. Estoy al borde de las lágrimas.

—Claro que la sé, muchacha. Y por eso te ayudé al principio, no te cobré los meses que tu padre dejó sin pagar antes de desaparecer. Pero ya estoy cansada. Quiero alquilar este lugar a alguien que sí pueda cumplir con los pagos, yo no vivo del aire, necesito mi dinero.

Siento que todo se me cae encima.

—Por favor, no lo haga... No tengo a dónde ir. No tenemos a nadie.

—Si no tienes el dinero al final del día, será mejor que te vayas por las buenas. No me obligues a hacer esto más complicado de lo que ya es.

Niego, sintiendo cómo el corazón me late descontroladamente en el pecho.

—Por favor, señora, no me haga esto... no ahora, por favor. —Le suplico, siguiéndola por el pasillo mientras se marcha. Pero ella niega, sin siquiera voltear, renuente a seguir hablando conmigo.

Devastada, regreso al departamento, cierro la puerta detrás de mí y me desplomo en el sofá.

Las lágrimas comienzan a caer antes de que pueda detenerlas. Al menos estoy sola en casa. Drake está en la escuela, así que no tiene que verme en este estado.

Todo es un desastre en nuestras vidas.

Si nos echan de aquí... no tenemos a dónde ir. La única familia que nos queda en esta ciudad es una tía que no nos puede ni ver, y con toda la razón. Papá la estafó y se llevó su dinero, dejándonos a Drake y a mí como si fuéramos unos apestados. Nadie querría ayudar a los hijos de alguien como él.

Me siento atrapada, sin salida. Intento calmarme, pero el miedo y la impotencia me invaden, y lo único que puedo hacer es llorar, completamente sola y sin consuelo.

∗⋅✧⋅∗ ──── ∗⋅✧⋅∗ ──── ∗⋅✧⋅∗

—Julia, ¿podrías incluirme en tu equipo de limpieza matutina? —le pregunto, tratando de sonar casual, aunque la desesperación se filtra en mi voz. No puedo evitarlo.

Mi compañera niega con pesar mientras sigue limpiando.

—Lo siento, Tay. Nuestro grupo es grande y apenas conseguimos ubicar a todas las chicas en una jornada.

Asiento quedadamente, sintiendo cómo la esperanza se me escapa de entre los dedos.

—Lo entiendo... pero necesito ganar más dinero. Me pasé toda la tarde dejando currículos, y no sé... no puedo quedarme de brazos cruzados.

—Hoy en día es difícil conseguir un buen empleo, linda. Mucha gente está en las mismas que tú —dice, mientras pasamos el trapeador por el suelo del lobby—. Al menos tienes este trabajo.

—Lo sé, lo sé… es solo que… no es suficiente.

Julia me mira, comprensiva, pero no tiene una solución para mí.

—No te atormentes más, linda. Ya verás que te llamarán cualquier día de estos. Seguro conseguirás algo bueno.

—Ojalá sea así. No hay nada que desee más.

En serio…

Tras salir del trabajo tarde en la noche, me dirijo a casa deseando solo una cosa: lanzarme sobre mi cama y dormir un par de horas. Mi cuerpo está tan agotado, que mi mente no tiene oportunidad de atormentarme.

Al menos, no hasta que estoy a punto de entrar en mi edificio y veo algo que me deja helada.

Drake está sentado en las escaleras, rodeado de maletas y bolsas.

Mi corazón se hunde de inmediato. Está con la cabeza gacha, acurrucado, hasta que me acerco y le toco el hombro.

Él levanta la vista con alivio al verme, pero yo solo siento un torbellino de pánico en mi interior.

—¿Qué sucedió? ¿Qué haces aquí? ¿Esas son nuestras cosas? —pregunto, incapaz de ocultar el temblor en mi voz.

Drake asiente, con los ojos brillando por el frío y la confusión.

—La casera vino esta tarde. Cuando abrí la puerta, me obligó a hacer las maletas y salir del departamento. Dijo que ya no quiere que sigamos ahí y que te lo advirtió o algo así… Taylor, ¿qué vamos a hacer? Muero de frío aquí afuera. ¿Puedes decirle que nos deje entrar, por favor?



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En el texto hay: romance, amor, falso compromiso

Editado: 21.11.2024

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