Mi Jefe Antirromántico

Capítulo 5. Mi última oportunidad.

—TAYLOR—

—¿Regresaremos al hotel? —pregunta Drake mientras caminamos por la acera, cargando con todas nuestras cosas.

Anoche arrendé una habitación en un hotel de paso y metimos todo lo que pudimos en un par de maletas.

—No… al menos eso espero… —murmuro, mordisqueándome los labios mientras pienso en nuestra única opción—. Drake, ¿recuerdas a la tía Jan?

—Mhmm, ¿la hermana de papá?

—Sí, ella...

Drake era demasiado pequeño para recordarlo con exactitud, pero ella nos ayudó mucho cuando mamá murió, pero luego… papá hizo cosas que rompieron su confianza. No la hemos visto desde entonces.

Drake asiente.

Siempre he procurado ser honesta con él sobre papá, pero nunca he dejado que lo odie. No quiero que cargue con ese peso en su corazón, ni que alimente resentimiento hacia alguien que ya no forma parte de nuestras vidas.

Como siempre le digo: "Papá cometió errores que no tienen nada que ver con nosotros, y solo debemos aprender de ellos".

Mientras caminamos en silencio, pienso en todas las posibles reacciones de la tía Jan al vernos. Ninguna es buena, pero tengo que intentarlo, por Drake.

Es nuestra única familia.

Minutos más tarde, nos encontramos frente a su puerta. La tía Jan siempre ha vivido en esta casa. Fue una herencia de la abuela.

Respiro hondo y toco. Drake, a mi lado, parece distraído, observando el pequeño jardín delantero que apenas tiene unas pocas flores y varios arbustos descuidados. Se ve igual que la última vez que estuve aquí: olvidado, como nosotros.

—¡Ya voy! ¿Quién es? —grita una voz desde el interior.

Es ella, la reconozco.

No me atrevo a responder. Mi corazón late tan fuerte que siento que se va a salir de mi pecho. Solo puedo quedarme en silencio, esperando lo inevitable.

Cuando la puerta se abre, mi tía Jan me mira a través del mosquitero. Sus ojos se agrandan al verme, y siento como si el tiempo se hubiera detenido. No sé si está sorprendida o furiosa, pero algo en su expresión me hace sentir que no soy bienvenida.

—Hola… tía… yo…

—¿Qué haces aquí? —suelta de inmediato, sin molestarse en disimular su disgusto. Sus ojos se desvían hacia Drake y luego vuelven a mí—. Creí que le había dejado muy claro a tu padre que no quería volver a verlo si no era para pagarme el dinero que me robó.

—Papá no tiene nada que ver con el hecho de que esté aquí hoy —respondo, tratando de mantener la calma—. Se fue hace mucho, no sé dónde está.

—Ah, ¿sí? ¿Y esperas que te crea? —su tono es frío, lleno de resentimiento.

Trago con dificultad, notando cómo mi garganta se cierra un poco.

—Te digo la verdad. Él nos abandonó hace años, y no hemos sabido nada de él desde entonces.

Ella me observa por un momento, y aunque no lo dice, parece que esa parte no la sorprende en absoluto. Su expresión se endurece aún más.

—Como sea, no quiero tener nada que ver con ustedes. Váyanse. —Su tono es cortante, y antes de que pueda decir algo más, ya está cerrando la puerta en mi cara.

Siento mis ojos arder, pero no puedo permitirme llorar. Giro hacia Drake, que me mira con una mezcla de confusión y tristeza en sus bonitos ojos verdes. No se lo merece, no debería estar viviendo esto.

Respiro hondo y me obligo a sonreírle.

—Drake, danos a tu tía y a mí unos minutos para hablar, ¿de acuerdo?

Él asiente con un leve gesto, deja las maletas junto a la entrada y se aleja hacia las pocas flores que adornan el lugar.

Vuelvo a golpear la puerta, varias veces. Insisto, pero sé que no va a abrir.

Finalmente, me quedo frente a la puerta cerrada y digo lo que tengo que decir, aunque no pueda verla. Sé que está escuchando detrás de esa barrera que ha puesto entre nosotras.

—No tenemos a dónde ir. Si fuera solo por mí, me las arreglaría en la calle, pero Drake... él es solo un niño —mi voz tiembla, pero sigo adelante—. No sé qué hacer. Nos echaron del departamento y papá nos dejó con tantas deudas que no puedo pagar... solo te pido que nos dejes quedarnos un tiempo, por favor…

El silencio que sigue a mis palabras es insoportable. Mi corazón late con fuerza, esperando una respuesta que no sé si llegará. Pero, finalmente, la puerta se entreabre, y aparece mi tía Jan, con una expresión dura, aunque un poco indulgente.

—Tu padre casi me deja en la calle —dice con sus ojos llenos de resentimiento—. Robó todos mis ahorros, y apenas logro subsistir por mi cuenta. Te dejaré entrar solo por ese niño, pero tú tendrás que arreglártelas con todo lo demás. No creas que tengo dinero para alimentarlos ni ayudarlos más allá de darles un techo, ¿entendido?

Asiento rápidamente, sintiendo un nudo de alivio mezclado con culpa.

—Gracias, de verdad. Prometo que no seremos una carga.

Ella asiente con renuencia.

—Drake —le digo suavemente a mi hermanito, que está distraído arrancando las hojas secas del arbusto—. Ven, vamos a entrar.



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En el texto hay: romance, amor, falso compromiso

Editado: 21.11.2024

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