—TAYLOR—
—¿Cómo le fue en su cita con el doctor esta mañana? —pregunto apenas nos sentamos en la mesa para dos que el señor Ross me hizo reservar esta tarde.
El restaurante es extremadamente elegante, con velas en las mesas y una suave música de fondo.
Casi, casi, se siente como una cita real.
El señor Ross llegó tarde a la oficina hoy, y me avisó por mensaje que tenía que hacerse unos exámenes médicos, lo que me tuvo un poco preocupada durante todo el día.
Él me mira por un segundo y luego desvía la mirada. Temo haber sido indiscreta, pero, como su secretaria, creo que es normal preocuparme por este tipo de cosas.
Ayer, antes de ir con el señor Harper, él mencionó sentirse un poco mal.
—Fue un chequeo de rutina, todo está en orden —responde, apretando los labios. Puedo notar que está más tenso de lo normal desde que llegó a la oficina.
Asiento, algo aliviada, aunque sigo sintiendo que algo no está bien. Él no parece del tipo que se preocupe fácilmente por estas cosas, pero definitivamente hay algo que lo inquieta.
Respiro hondo y decido cambiar de tema. Lo último que quiero es que se sienta incómodo conmigo.
—Por cierto, ¿qué opina de mi vestido hoy? —digo, con una sonrisa tímida, mientras me acomodo ligeramente en la silla—. Pensé que era apropiado tanto para la oficina como para una cena, es el rosa más bonito que he visto en mi vida.
Él asiente, su rostro impasible como siempre.
—Excelente elección. Veo que está poniendo en práctica lo que le enseñó la estilista, señorita Wade.
—Señor Ross, ¿podría simplemente llamarme Taylor? —digo, armándome de valor para romper un poco el hielo—. No tiene que ser tan formal conmigo. Puede hablarme con confianza, además, usted es mayor que yo, así que no hay problema, en serio.
Él me mira con esa expresión neutral que siempre tiene, como si estuviera pensando seriamente en mi propuesta.
—¿La haría sentir más cómoda si la tuteo?
Asiento rápidamente, con una sonrisa.
—Se lo agradecería mucho.
—Bueno, en ese caso, te llamaré por tu nombre de pila, Taylor —dice finalmente.
—¡Gracias! —suspiro, aliviada—. Así se siente mucho mejor. Además, creo que deberíamos tener más confianza entre nosotros, después de todo seré su "novia" frente a su familia.
Él asiente, dando por finalizada la conversación que tanto me costó iniciar.
El mesero llega con los menús, se presenta brevemente y se retira para darnos tiempo. Mientras repaso la carta, me siento completamente perdida; la mayoría de los platos están en francés y, aunque suenan elegantes, no tengo ni la menor idea de qué son.
—Hablando de mi familia... —dice, rompiendo el silencio—. La próxima semana es el cumpleaños de mi madre, y creo que sería una buena idea que asistas conmigo. Será la mejor ocasión para presentártelos.
Un pequeño nudo se forma en mi estómago al pensar en lo importante que será esa reunión.
—Suena bien, será divertido —digo y suelto una pequeña risa nerviosa que no consigo controlar.
Mi jefe suelta un bufido, y por su expresión, está claro que no comparte la misma opinión.
El mesero regresa a nuestra mesa, listo para tomar nuestra orden.
Miro al señor Ross con una expresión incómoda.
—Podría pedir por mí. Confío en su buen gusto —digo, intentando sonreír, aunque me siento un poco perdida entre los nombres en francés del menú.
Él asiente con naturalidad y comienza a ordenar. El mesero anota todo con destreza, pero lo que realmente me llama la atención es escuchar a mi jefe pronunciar los platillos en francés. Hay algo en su voz… ese tono bajo, ese acento tan perfecto... que me deja momentáneamente embelesada.
Es raro que me fije en algo así, pero es imposible no notarlo. Suena tan bien... tan increíblemente sexy.
La sangre se me sube al rostro cuando me doy cuenta de lo que estoy pensando, y me siento un poco tonta por ello.
Apenas el mesero se retira, él vuelve su atención hacia mí, con esa mirada tranquila e impasible que parece parte de su esencia, y yo intento disimular mi vergüenza.
Por suerte, la luz del lugar es lo suficientemente tenue como para que no se dé cuenta de que me he sonrojado un poco.
—Te pedí un pollo asado al estilo francés —dice con tono pausado—. Viene acompañado de papas y verduras asadas. Espero que te guste.
—Suena perfecto —respondo, sinceramente agradecida.
—Si no te molesta, me gustaría empezar con las preguntas —dice de repente, apoyando los codos en la mesa y sujetándose la barbilla con el pulgar y el índice.
Asiento, tragando duro mientras mi corazón se acelera un poco. No sé si estoy lista para sus preguntas, pero para algo vinimos aquí.
—En tu currículum dice que eres soltera, pero quiero saber si actualmente estás en alguna relación romántica —lanza la pregunta directo, sin rodeos.