Mi jefe es mi amigo secreto

Capítulo uno: "Plan: decirle directamente"

 

 

¿Por qué, de todas las personas del equipo de trabajo, tenía que tocarle Allan Spencer? 

Así no era como había imaginado su primer trabajo en una película de la pantalla grande.

Se había esforzado arduamente para estar allí. La directora  le tenía gran estima y confiaba en su talento. Creyó que, finalmente, sus sueños estaban cumpliéndose.

Siempre que las cosas marchaban demasiado bien, la ansiedad la consumía porque sabía que una catástrofe se avecinaba.

Aquella temporada decembrina, no fue la excepción. 

La catástrofe vino vestida de traje negro, luciendo una melena oscura y unos ojos verdosos que la miraban con desprecio desde el primer día.

Allan sujetó la mano de su coprotagonista y la miró, herido.

—Estás anclada a mi pecho. No puedes dejarme así. Si te vas… Mi corazón se marchará a tu lado.

—Vaya… 

Sintió un cosquilleo en el estómago, sintiendo las emociones a flor de piel.

La actriz apartó la mano, observándolo con el mismo pesar. Aunque Lucero sabía lo que venía después, sintió que todo era incierto. 

—Lo siento… Debo irme…

La mujer se marchó, desolada. La cámara se fijó en Allan viendo el lugar por el que su supuesta amada se iba. Lucero pudo ver claramente su rostro enmarcado en la pantalla. Sus ojos verdes y llenos de lágrimas, fueron asfixiantes para ella. 

—¡Corte! —gritó la directora—. Bien, ¡hemos acabado hoy! ¡Vayan a descansar! ¡Allan, espléndido como siempre!

El hombre volvió a la normalidad, con una sonrisa cordial. Lucero sacudió su cabeza al ver la rapidez con la que el hombre podía fingir dolor y tristeza. 

—Gracias, directora.

El personal aplaudió. No era para menos. El pelinegro tenía de talento lo que tenía de guapo.

  El actor tenía un aura y una apariencia inalcanzable, incluso caminando en la arena para marcharse del lugar de grabación, parecía un dios del mar. 

Antes de marcharse de la playa, le echó un último vistazo a Lucero.

Tembló al toparse con sus ojos. Fueron amenazantes y abrasadores.

Se lamentó internamente. 

Tenía que hablar con la directora. 

—Lu —le llamó la directora, sujetando sus sandalias playeras—, vamos. Debemos ver las escenas.

Siguió a su tutora, con los archivos apretados contra su pecho. 

Aunque era navidad, el clima en Hawái no daba la sensación de que lo fuera. De no ser por los muñecos de arena, las palmeras llenas de luces y las decoraciones, habría tenido la sensación de estar en verano. 

 Ingresaron a la habitación e hicieron a un lado el equipo de filmación y los ordenadores que estaban encima de la cama para sentarse. 

—Di-directora Jenkins, ¿podría hablar con usted un segundo acerca de algo?

—Por supuesto, Lu. Te escucho. Pero que sea rápido. Tenemos mucho que hacer.

—Tengo un problema.

—¿Qué ocurre? ¿Es muy grave? —inquirió. Lucero no respondió—. Lu, puedes contarme. No hay ningún problema que no tenga solución.

—Soy el amigo secreto de Allan Spencer.

—Oh.

La barbilla de Lucero tembló. La directora trató de disimular su reacción rascándose la nariz. 

—¿Moriré tan joven? —preguntó en un hilito de voz—. ¡Quedaré en quiebra si le doy un regalo que merezca!

—No exageres. Solo es un regalo.

—Un regalo a la celebridad más famosa y querida por el público —replicó—.Por favor, usted..., ¿podría darme su amigo secreto y quedarse con Allan?

—Lo haría con gusto, pero soy el amigo secreto del productor Harrinson. Hizo trampa para que yo le tocara, así que se daría cuenta.

—Estoy perdida.

—Puede que Allan parezca arisco e inalcanzable, pero es un buen hombre. Puedes darle cualquier cosa que consideres. 

—¿Cómo podría hacer algo así?

— Tu don más especial, es saber lo que realmente desean las personas. Allan no tiene por qué ser la excepción. Siempre te sales con la tuya.

—No lo sé. Cuando a Allan Spencer se refiere, todo es complicado.

—Sé que podrás hacerlo. Además, es una gran oportunidad. Quizá así puedas establecer una amistad con él y te odie menos por lo que pasó. Sería un gran chance para enseñarle a todo el equipo que sí eres capaz.

La peli rosada se irguió.

—Tiene razón. Puede ser una oportunidad para redimirme

La relación que tenía con Allan Spencer era pésima. La primera vez que lo conoció antes de las grabaciones, se llevó una enorme decepción. Siempre lo había admirado, pero en ese entonces el hombre la trató peor que un trapo viejo. Ni siquiera le dirigió la palabra. Pero las cosas empeoraron por un minúsculo error por parte de ella.

La directora Jenkins llevaba razón. Si encontraba el regalo perfecto, quizá Allan Spencer dejaría de volver, lo que se suponía debía ser la mejor experiencia de su vida, en una amarga vivencia. 

—Muy bien, este es el plan —señaló a Victor. Ambos estaban en la van que trasladaba el equipo por toda la isla—. Tú te harás pasar por su amigo secreto.

—¡¿YO?! ¡¿Enloqueciste?!

—Calma. No va a pasar nada.

—Así le dijo mi papá a mi mamá cuando iban a hacer el bate que bate y fuimos trillizos. Lo siento, pero a mí me sacas de tus locas ideas. 

—Me lo debes. 

Víctor chasqueó la lengua, resignado.

—¿Qué quieres que haga?

—Solo tienes que decirle directamente que eres su amigo secreto y preguntarle qué quiere de obsequio.

—Es el plan más asqueroso que he escuchado en mi vida. 

—Solo hazlo.

Víctor fijó su vista en la ventana del auto. 

Desde allí, pudo vislumbrar a Allan recostado en una silla playera frente al mar mientras le hacían un masaje. El lugar era privado y solo estaba él. 

—Este es un enorme favor. Si algo me pasa o si pierdo el empleo, tendrás que mantenerme. 

Lucero le dio unas palmadas en la espalda para infundirle valor. Gritó como un guerrero y se abalanzó sobre la puerta de la van. Ella la abrió y él salió disparado.




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