Control, caos y una mujer imposible
Hay cosas que no deberían importarte.
Savannah Johnson es una de ellas.
Pero cada día se vuelve más difícil recordarlo.
Nunca pensé que un viaje de negocios podría convertirse en un campo de batalla emocional.
Roma siempre fue mi ciudad favorita: orden, clase, historia. Todo en su sitio.
Hasta que llegó ella.
Savannah Johnson.
El desastre más atractivo que ha pisado mi oficina.
Desde que empezó a trabajar conmigo, su presencia ha sido una distracción constante. Habla demasiado, cuestiona todo, se burla incluso cuando intento mantener la calma.
Y, lo peor…
No puedo dejar de mirarla.
Esa noche, después de la cena con los socios, no pude dormir.
Su voz seguía en mi cabeza.
Su mirada, desafiante, cuando me agradeció con sarcasmo por “mi profesionalismo”.
Idiota.
No lo hice solo por eso.
Pero no pienso admitirlo.
Massimo siempre fue un imbécil, pero cuando la miró de esa forma, algo dentro de mí ardió.
Era más que molestia.
Era territorial.
Y no tengo derecho a sentir eso.
Me serví un whisky y caminé hasta el ventanal. Roma brillaba bajo las luces, y el Coliseo parecía observarme como si juzgara mis decisiones.
No puedo involucrarme.
Ya cometí ese error una vez.
A la mañana siguiente, bajé al lobby antes que ella.
Traje oscuro, todo perfectamente en su lugar, como siempre.
El control es mi escudo.
Hasta que llega Savannah y lo rompe con una sola palabra.
La vi salir del ascensor.
Cabello suelto, blusa blanca, falda formal.
Sonreía mientras hablaba por teléfono en francés.
Su voz tenía ese acento que podía destruir mi concentración en segundos.
—Buenos días, jefe —dijo al colgar.
—Llegas tarde.
—Son las nueve menos cinco.
—Cinco minutos tarde.
—Le encanta tener la última palabra, ¿verdad?
—Siempre.
—Qué hombre tan… predecible.
—Y tú tan imprudente.
Me fulminó con la mirada, pero no respondió.
Solo tomó su carpeta y caminó hacia la salida, con esa forma de moverse que parecía un desafío.
Ethan apareció detrás de mí, riéndose.
—No sé cómo aguantas eso, jefe.
—No es asunto tuyo.
—Sí, claro. Pero si alguna vez te enamoras de ella, prometo no decir “te lo dije”.
—Ethan.
—¿Sí?
—Despedido.
—No puedes despedirme en Roma.
—Puedo intentarlo.
Durante la reunión con los inversores, Savannah me sorprendió.
Fue brillante. Clara, segura, incluso encantadora.
No solo entendía los números, sino que sabía cómo hablarles, cómo suavizar tensiones.
Y yo, sentado a su lado, no podía dejar de observarla.
Cada vez que sonreía, algo en mi pecho se tensaba.
Cuando uno de los socios la felicitó, me descubrí sonriendo también.
Una sonrisa pequeña, involuntaria.
Ella lo notó.
—¿Está sonriendo, señor Ferrari? —susurró, divertida.
—No te acostumbres.
—Demasiado tarde.
Por la tarde, tuvimos una conferencia en el hotel.
Todo iba bien… hasta que uno de los asistentes hizo un comentario sobre mi pasado familiar.
Viejo, sucio, innecesario.
Savannah lo escuchó.
Y antes de que pudiera reaccionar, intervino:
—Creo que hablar de la familia de alguien no es profesional, ¿no cree?
El hombre se quedó callado.
Todos también.
Yo… no supe qué decir.
No estoy acostumbrado a que alguien me defienda.
Cuando terminó la reunión, me acerqué a ella.
—No tenías que hacerlo.
—Ya lo sé —dijo, cruzándose de brazos—. Pero alguien debía ponerlo en su sitio.
—Yo puedo manejarlo.
—Claro. Con esa sonrisa helada que da miedo.
—Funciona.
—A veces, el silencio no soluciona todo, Adrien.
Escuchar mi nombre en su boca fue… diferente.
Suave. Casi íntimo.
—¿Adrien? —repitió, sonriendo apenas—. ¿Le molesta?
—No —mentí.
—Entonces lo usaré más seguido.
—No lo hagas.
—Adrien.
—Johnson.
—Adrien.
Me acerqué un paso. Ella no se movió.
Sus ojos, marrones, me desafiaban.
Y por primera vez, tuve ganas de perder una pelea.
Pero no puedo.
No debo.
Así que respiré hondo y me alejé.
—Empaca tus cosas —dije con frialdad—. Volvemos a París mañana.
—Tan pronto…
—El trabajo aquí terminó.
—Claro. —Su tono cambió, herido—. No vaya a ser que empiece a gustarle Roma.
No respondí.
Porque si lo hacía, tal vez le habría dicho la verdad.
Que no era Roma lo que empezaba a gustarme.
Era ella
#360 en Otros
#27 en Aventura
#25 en Joven Adulto
jefe y empleada, jefe empleada enamorados besos, matrimonio bajo contrato
Editado: 30.10.2025