Mi jefe, mi esposo y otros desastres

Capítulo 11

No voy a casarme contigo

Desde que entré al edificio sentí las miradas. Todos murmuraban. "Ahí va la prometida del jefe." “Dicen que fue él quien la salvó.” No sabía si quería reír o gritar. Caminé directo a mi escritorio y encontré una nota sobre la mesa: Oficina del Sr. Ferrari. 09:00. No faltes.

Genial. El verdugo me citaba temprano.

Abrí la puerta sin tocar. Adrien estaba de espaldas, mirando por la ventana, traje negro impecable, manos en los bolsillos.

—Llegas tarde —dijo sin moverse.

—No soy tu soldado.

—Pero sí mi empleada.

—Por poco tiempo.

Se giró despacio, con esa calma que me ponía los nervios de punta. —No digas cosas que no entiendes.

—Entiendo perfectamente que gracias a ti internet cree que soy tu prometida.

—Y gracias a eso el valor de la empresa subió un seis por ciento.

—¿Qué? ¿Te parece un chiste?

—Me parece un negocio.

Antes de que pudiera gritarle, tres personas entraron. Dos hombres y una mujer, todos trajeados.

—Buenos días, señor Ferrari —dijo uno—. ¿Ella es la señorita Johnson?

—Sí —respondió Adrien sin apartar los ojos de mí—. Mi futura esposa.

—¡No! —grité— ¡No digas eso!

Los abogados se miraron incómodos.

—El consejo cree que lo mejor es mantener la imagen del compromiso por unos meses —dijo la mujer con voz suave.

—¿Y eso qué significa? —pregunté.

Adrien cruzó los brazos. —Que nos casaremos legalmente.

—¿Qué? ¡Estás loco!

—Será solo un contrato temporal.

—¿Temporal? ¿Y mientras tanto qué? ¿Fingir que te amo?

—Nadie te pidió que me amaras —dijo con tono bajo—. Solo que actúes como si lo hicieras.

—¿Y qué gano yo con eso?

—Conservar tu trabajo, por ejemplo.

Lo miré helada. —¿Me estás amenazando?

—Te estoy dando una opción.

—Eso no es una opción, es chantaje.

—Llámalo como quieras.

—No pienso firmar nada.

—Eres impulsiva.

—Soy libre.

—No por mucho.

—No me conoces.

—Al contrario, empiezo a hacerlo —dijo acercándose un paso—. Sé cómo reaccionas, cómo hablas cuando estás acorralada.

—¿Acorralada? —di un paso hacia él—. No soy un animal.

—Entonces deja de comportarte como uno.

—¡Eres un desgraciado!

—Y tú una mujer que no entiende lo que está en juego.

—¡Lo que está en juego es mi dignidad!

El silencio fue denso. Pude oír mi respiración y la de él, contenida.

—Savannah —murmuró—, esto es temporal, seis meses, nada más.

—No me interesa.

—No tienes elección.

—Siempre hay una elección. Y la mía es no casarme contigo.

Sus ojos se endurecieron. —Perfecto. Entonces estás despedida.

—¿Qué?

—Si no cumples con lo que la empresa necesita, no hay lugar para ti.

—Eres horrible.

—Y tú ingenua.

—No estoy tratando de ganarte, solo quiero sobrevivir.

—Entonces aprende a hacerlo con inteligencia.

—No necesito tus lecciones.

Me giré para irme.

—Te doy veinticuatro horas —dijo su voz detrás de mí.

—¿Qué?

—Para pensarlo. Si mañana no vuelves, le diré al consejo que rechazas la propuesta. Y me aseguraré de que ninguna empresa te contrate jamás.

Me giré despacio, con el corazón ardiendo. —¿Eso fue una amenaza oficial?

—Llámalo una advertencia.

—Eres un monstruo.

—Y tú mi problema favorito.

Salí temblando, con los ojos llenos de rabia. Sentía que todo el edificio me miraba, que cada paso pesaba una tonelada. Pero una cosa era segura: no iba a casarme con él. No por miedo. No por dinero. Y mucho menos por amor.

> Porque prefería perderlo todo antes que perderme a mí misma.

Nota de autor

Hola lectores 💜

Perdón por mi ausencia estos días. A veces la vida se cruza con la escritura, pero sigo aquí, con ganas y muchas ideas nuevas para continuar la historia.

Gracias por su apoyo y por no dejar de leerme.

Los capítulos que vienen… se van a enamorar y odiar a la vez 😌✨




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.