ARSÉN
Mi jefe de seguridad se fue, pero aún no puedo asimilar lo que me contó. Parece que ha comenzado una racha de problemas. No es nada crítico, claro, pero sí molesto. Primero, mi secretaria se fue de baja por maternidad. Luego, me quedé sin asistente, y ahora la niñera de Leia se desmayó frente a la niña. La ambulancia se la llevó; a Tatiana Vladímirovna le diagnosticaron una amenaza de aborto. Y ahora tengo que buscar una nueva niñera para la niña. Y yo ya estoy hasta el cuello de trabajo. La verdad, odio estos castings y entrevistas. Hace medio año apenas logré encontrar una niñera con la que mi hija se llevara bien. ¿Y ahora qué? Ahora tendré que gastar otra vez mucha energía y nervios para encontrar a alguien que nos funcione a ambas: a mí y a mi hija.
Me irrita tener que trabajar y al mismo tiempo no poder dejar a mi hija sin la atención adecuada. No quiero que esté sola. Leia está acostumbrada a tener compañía. Alguien debe estar a su lado.
¿Qué se supone que haga ahora? No puedo dejarla sola en casa, y tenerla en la oficina tampoco es una opción. Además, tengo que poner al tanto a mi nueva asistente. Suspiro. Y por primera vez me doy cuenta de que tal vez hace tiempo debí haber encontrado una mujer que encajara bien tanto conmigo como con mi hija. Leia parece tranquila, pero es muy exigente con las niñeras. Y si algo no le gusta o no se siente cómoda, lo dice sin rodeos.
Estoy cansado de vivir corriendo, de no alcanzar a hacer nada. Todo me molesta. Todo. Incluso mi relación con Ilona ya me estresa más de lo que me entretiene. Estoy harto de esta relación artificial. Lo que quiero es tranquilidad familiar, calor de hogar, apoyo femenino y al menos un poco de estabilidad.
Exhalo. No sé qué hacer ahora. Necesito tomar una decisión correcta de inmediato.
El sonido del teléfono me saca de mis pensamientos. Miro la pantalla: es mi jefe de seguridad. Por ahora es mi mano derecha, así que contesto sin perder tiempo. Seguramente olvidó decirme algo.
— Jefe, tenemos una sorpresa... Tenemos que ir urgentemente a Bila Tserkva —informa con preocupación.
— ¿Qué pasó? —pregunto tenso, ya que en esa ciudad tengo una sucursal de la empresa.
— La agencia tributaria nos cayó de sorpresa... Parece que los competidores están moviendo hilos —dice Orést con emoción y añade—: No pierda tiempo, lleve a los abogados y vámonos. Lo espero abajo.
Cuelgo, y me entra el pánico de verdad. No tengo con quién dejar a Leia. No se lleva muy bien con el personal de servicio en casa. No es que tenga conflictos, simplemente no le interesa estar con ellas. ¿Y ahora qué hago con ella? No puedo llevarme a la niña. Ni siquiera sé cuándo voy a volver.
Más que la visita de Hacienda, lo que me preocupa de verdad es mi hija.
Suelto un suspiro ruidoso y me dirijo a mi despacho.