Episodio 10

ARSEN

Entro en la oficina y me siento desconcertado, ya que no están ni mi hija ni mi nueva asistente.

¿A dónde se han ido?

Me molesto un poco, pero, para no perder tiempo, llamo a mi abogado por teléfono, doy las instrucciones y justo cuando estaba a punto de salir a buscar a mi hija y a la nueva empleada, entran en la oficina con sonrisas en los rostros y vasos de papel en las manos.

Me sorprende ver que mi hija está conversando animadamente con mi asistente. No puedo creer que esta sea mi pequeña, que normalmente tiene dificultades para llevarse bien con los adultos, especialmente con las mujeres.

Alina y mi hija están tan absortas en la conversación que ni siquiera me notan de inmediato.

— Papá... — dice mi hija, parpadeando sorprendida y mirándome con sus grandes ojos grises. — Fuimos a tomar té con Alina Volodymyrivna. No te enojes con nosotras. Fue algo que yo pedí.

La miro fijamente, concentrándome en la hermosa morena que baja la mirada avergonzada. Luego, alza su mirada con sus hermosos ojos verdes y me habla.

— Arsen Maksimovich, lo siento...

— No te preocupes, Alina Volodymyrivna, — la interrumpo. — Te agradezco que hayas prestado atención a mi pequeña, — suspiro y miro fijamente a los hermosos ojos de mi asistente. Ella es bastante atractiva. Me gusta que mi asistente personal sea tan guapa. No tendré que avergonzarme de llevarla a eventos. No necesitaré contratar chicas de escort para diferentes ocasiones.

— Papá, ¿estás muy ocupado?

Mi hija me saca de mis pensamientos. Parpadeo y la miro.

— Sí, mi amor. Muy ocupado. Y ahora debo irme, — me agacho junto a ella, la miro a los ojos y le pido: — Leía, mi pequeña, tengo una solicitud para ti. — Mi hija se tensa de inmediato, pero tengo que actuar con firmeza. — Leía, quiero que te quedes con Alina Volodymyrivna, porque tengo asuntos urgentes y debo irme... — suspiro y confieso: — Y no sé cuándo regresaré.

— Papá... — mi pequeña protesta con desdén. — Quiero estar contigo.

— No puedes venir conmigo, — le respondo tajantemente y me levanto. Miro a mi asistente y le pido: — Alina Volodymyrivna, entiendo que esto no es parte de tus responsabilidades, pero es una solicitud personal... Y pagaré por tu tiempo por separado y generosamente... Te pido, por favor, quédate con Leía. Tendrás que ayudarla con las tareas, salir a caminar y acostarla, — suspiro y agrego: — Y también tendrás que esperar a que regrese y no dejar a Leía sola...

— Pero, papá, quiero estar contigo... — me interrumpe mi hija.

— ¡Leía, basta! — le ordeno severamente. — Sabes que siempre que puedo, te llevo conmigo.

Mi pequeña, suspirando, se acurruca en el sofá con su té.

Vuelvo a mirar a mi asistente con una súplica.

— Entonces, Alina Volodymyrivna, ¿estás de acuerdo?

Veo que mi hija también la mira con sus grandes ojos.

— De acuerdo, — acepta, algo insegura. — Espero poder hacerlo bien, porque, para ser honesta, no tengo experiencia trabajando con niños, — dirige su mirada a Leía. — ¿Qué opinas, Leía? ¿Crees que podré hacerlo?

— Bueno, si me obedeces en todo, lo conseguirás, — responde mi hija con tono caprichoso.

— ¡Leía! — la regaño, instándola a que se comporte, ya que no quiero que mi asistente se quede sin trabajo — ya con suerte aceptó trabajar conmigo. — Hija, tengo que irme. Prométeme que serás obediente.

— Ya veremos, — responde mi caprichosa hija de manera ambigua.

Suspiro, recojo los documentos necesarios y me acerco a mi hija. La abrazo y me despido con un beso. Me preocupa dejarla, pero los asuntos me esperan.

Antes de salir del despacho, miro a mi asistente y le aviso:

— Alina Volodymyrivna, en unos treinta minutos, un conductor pasará a recogerte. Te llevará a casa y allí, Albina Viktorivna te contará todo. ¡Cuídate! ¡Deséame suerte y nos vemos pronto!

— ¡Buena suerte! — dice mi asistente con algo de inseguridad, y se dirige a Leía.

Cuando ya me estaba saliendo de la oficina, vi cómo ella se sentaba junto a Leía.

Espero sinceramente que se lleven bien.