ALINA
Abro los ojos al sentir que alguien me despierta. Parpadeo varias veces, me incorporo un poco más recta y, de inmediato, me pongo tensa al ver a mi jefe justo frente a mí.
— Alina Volodýmyrivna, vamos —me pide en voz baja.
Me levanto con cuidado del sillón, quitándome la manta. Arsen sale del cuarto de su hija, y yo lo sigo en silencio.
Tras cerrar la puerta de la habitación, el hombre me observa con atención.
— Alina Volodýmyrivna, le agradezco profundamente que se haya quedado con mi hija. Disculpe, pero tuve que quedarme más tiempo del previsto.
— Todo está bien —respondo con un suspiro, y enseguida le hablo directamente—. Arsen Maksýmovych, ya que ha regresado, me iré a casa.
— Puede quedarse hasta la mañana en mi casa. Mi chofer la llevará a su hogar en cuanto amanezca —propone amablemente, mirándome con seriedad.
— Gracias, pero no —rechazo su oferta con firmeza—. Mejor pediré un taxi.
— Nada de taxi —replica Verner—. Ha tenido que quedarse hasta altas horas por mi culpa, así que permítame, al menos, compensar esta incomodidad de algún modo.
Me pongo aún más tensa. Claro que me agradaría que él mismo me llevara, pero me resulta incómodo aceptar su ofrecimiento. Parpadeo, indecisa, con la intención de rechazarlo.
— Arsen Maksýmovych, no es necesario...
— No se discute, Alina Volodýmyrivna. Me siento en deuda con usted. Le quité parte de su tiempo personal. Llevarla a casa es lo mínimo que puedo hacer para reparar la molestia.
Ante sus palabras, solo puedo suspirar profundamente y aceptar.
— Está bien.
Por dentro, me invade una alegría silenciosa. Me encanta la idea de que sea él quien me lleve a casa. El corazón me late con fuerza. Hace tiempo soñaba con algo tan simple como compartir un viaje en coche con él, y parece que hoy ese pequeño sueño se hará realidad.
Camino junto a él, mientras un leve temblor y una oleada de emoción recorren mi cuerpo. Es solo un trayecto. Un simple viaje a casa en coche junto a un hombre por el que aún siento algo muy fuerte. Por eso, para mí, es todo un acontecimiento.
En el fondo, sé que no debería permitírmelo. Probablemente él sea feliz en su matrimonio. Pero no puedo negarme esta inocente travesía, porque quién sabe lo que nos espera mañana. No estoy segura de cuánto tiempo más estaré en la empresa de Arsen Verner. No me asustan mis responsabilidades. Lo que me asusta son los sentimientos que han vuelto a arder en mi corazón con renovada fuerza.