Mi jefe y su hijita

Episodio 25

ARSÉN

Trabajamos casi una hora. Lea esperaba con paciencia. Justo había dado instrucciones a Alina y estábamos a punto de irnos cuando llamaron a la puerta de mi despacho. Tras mi permiso, entró Orest Serguéievich.

— Arsén Maksímovich, necesitamos hablar —anuncia desde la puerta.

Miro a mi asistente, que me observa con tensión. Suspiro y le pido que se lleve a mi hija con ella y que me espere en su oficina.

Lea se indigna, diciendo que ya sabía que no cumpliría mi promesa una vez más.

En cuanto nos quedamos solos, le pido a mi jefe de seguridad que tome asiento, pero se niega. Se acerca y me dice, preocupado:

— Arsén, tengo noticias de fuentes fiables. Te van a inspeccionar otra vez. Esta vez será la oficina principal y, posiblemente, también tu casa. Puede pasar esta misma noche o mañana temprano —exhala y añade—. Sé que todo en la empresa es transparente, pero no está de más revisar. Nunca se sabe qué esperar de los empleados. Y no sabemos quién juega para quién —se queda callado un momento y confiesa—. Temo que haya infiltrados entre el personal... —entrecierra los ojos y agrega—. Tenemos que controlar a los nuevos, especialmente a tu secretaria y a tu asistente.

Trago saliva con nerviosismo. No quiero creer que Alina pueda ser tan falsa, pero no me da tiempo a decir nada. Mi subordinado se adelanta:

— Tú mismo lo sabes, tu empresa es una de las más grandes y está en el primer lugar del ranking, así que los competidores sueñan con verte caer. Y en la guerra, ya sabes, todo vale.

— ¿Y qué propones? —pregunto con tensión.

— Hay que revisar a tus chicas.

— ¿Pero cómo? —no entiendo nada.

— Ya llamé a un especialista. Revisará las computadoras, los portátiles y los dispositivos personales. He visto que la secretaria tiene teléfonos y una tablet.

— Orest, pero esto no está bien. No tenemos derecho...

— Arsén Maksímovich, ¿de verdad quieres que encuentren algo falso en tu base de datos y te confisquen todo? ¿O prefieres acabar en la cárcel? ¿Te imaginas qué pasaría con la niña entonces?

Me pongo nervioso. No me gusta nada esto, aunque entiendo que son medidas necesarias de seguridad. Pero aun así, es una violación directa de los valores morales.

— Arsén, no te quedes callado, necesito tu autorización. Pero no pierdas tiempo. Prácticamente no tenemos.

Dudo un minuto más y al final acepto.

— Entonces ve a recoger a la pequeña, yo me encargo de organizar todo —me pide Orest—. No te preocupes por nada. Todo saldrá bien.

Respiro hondo, porque esta revisión me pone al límite. Al final, no quiero perder todo lo que tengo ni acabar en la cárcel. No tengo derecho a eso y debo tomar estas medidas por el bien de mi hija.




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