Mi jefe y su hijita

Episodio 39

ARSÉN

Regresé a la clínica tarde. Muy tarde, para ser exactos. Ya estaba preparado para escuchar las quejas de Alina.

Hoy me sorprendió gratamente. Sinceramente, no lo esperaba. Y, por supuesto, no pude rechazar su propuesta. Al fin y al cabo, me quedo más tranquilo sabiendo que mi hija está en buenas manos.

Logré hacer muchas cosas. Llamé a mi hija alrededor de las seis de la tarde, pero contestó Alina, porque la niña se había quedado dormida. Por la noche le subió la fiebre y la enfermera le dio un medicamento tras el cual Lea se durmió. Le advertí a Alina que me retrasaría un poco en el trabajo, pero no pensé que mi demora se alargaría hasta tan entrada la noche.

Y aquí estoy, caminando por el pasillo prácticamente vacío de la clínica y, sin siquiera llamar, abro con cuidado la puerta de la habitación de mi hija.

Me desconcierta ver que mi hija duerme y que Alina también duerme en la butaca junto a ella. La enfermera también cabeceaba, pero al verme se enderezó de inmediato y me informó cómo estaba la niña. La fiebre seguía alta, aunque bajaba con más facilidad. Eso ya era mejor, pero igual me preocupaba mi pequeña.

Me acerqué a la cama donde dormía mi hija y, al mirarla, entendí lo acertado que había sido dejarla con Alina. De otro modo, seguramente se habría molestado conmigo.

Dirigí la mirada a Alina, que seguía dormida, sin reaccionar a mi presencia. Parecía dormir profundamente. No podía permitir que pasara la noche ahí, y menos en esa butaca.

Con cuidado, toqué la delicada mano de la atractiva morena de rasgos finos. Ella reaccionó de inmediato, retirando la mano y mirándome con sus grandes ojos.

—Alina, despierte, la voy a llevar a casa.

—Me voy en taxi —murmuró, apartándome con un gesto adormilado y tapándose el rostro con las manos.

—Nada de taxi —ordené y pedí a media voz—. Vamos, para no despertar a la niña. Que siga durmiendo.

Ella se levantó, tomó su bolso y caminó despacio hacia la salida, despidiéndose de la enfermera. Yo le prometí a la mujer de bata larga que volvería y seguí a Alina.

En los pasillos reinaba un silencio absoluto, así que ambos caminamos sin decir nada. Ya afuera, juntos nos dirigimos a mi coche. Al llegar, nos detuvimos y le dije:

—Alina Vladímirovna, su coche quedó en la oficina, pero está bajo buena vigilancia, así que no se preocupe.

—Gracias. Mañana lo recogeré —respondió en voz baja.

—Mañana es día libre —le recordé también en voz baja.

Mi coche estaba bajo una farola y nuestras miradas se cruzaron. Ella, algo incómoda, bajó la vista y preguntó:

—Entonces, ¿mañana no trabajo?

—Usted no. Yo sí, tengo unos asuntos y tendré que ir a la oficina —le informé en voz baja. Guardé silencio un momento y luego, mirándola con atención, le pedí—: Alina Vladímirovna, me gustaría que mañana volviera a pasar tiempo con Lea mientras yo no esté. Se lo contaré como día laboral.

Ella se turbó y, mirándome fijamente, dijo:

—No hace falta que me cuente nada. Iré igual a ver a Lea, porque me preocupa muchísimo —se humedeció los labios y añadió—: Su hija es un amor. Es tan paciente...

La miré con atención, sorprendido de otra forma, porque en su voz realmente se notaba preocupación.

—Alina, le estoy muy agradecido. Gracias a que pasó tiempo con mi hija, pude ponerme al día con muchos pendientes. Creo que mañana podré resolver lo que me queda.

—No exagere, Arsén Maksímovich. Pasar tiempo con Lea es mucho más agradable que trabajar. Solo pasé un rato agradable. Claro que es una lástima que sea en la clínica...

Sonreí. Esta chica es demasiado dulce y bondadosa como para no resultar atractiva. Le abrí la puerta del copiloto y le confesé:

—Alina, me ha sorprendido gratamente y me ha apoyado muchísimo.

—Arsén Maksímovich, no exagere —dijo en voz baja mientras se sentaba en el coche.

Cerré la puerta tras ella y sonreí. Esta belleza realmente me impresionó con su valentía y su cariño por mi hija. Y yo que pensaba que estaría enfadada por mi tardanza… pero aceptó sin dudar venir a ver a la pequeña también mañana.




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