ARSÉN
Llevo a mi hija y a mi asistente a casa, y un cálido alivio me reconforta el alma. Miro por el retrovisor: mis ojos se alegran y mi corazón también. Alina habla con tanta ternura con Leia, la abraza, la aprieta contra sí. Es como una madre para ella, aunque en realidad sean dos desconocidas.
Mientras conduzco, me descubro observando a Alina. Es bastante atractiva, cercana. En mi empresa trabajan muchas mujeres, todas atractivas, guapas. Intentan agradarme, me lanzan miradas ambiguas. Con gestos y actitudes me muestran su simpatía, aunque lo hacen con cautela, y aun así resulta evidente. Alina, en cambio, se mantiene demasiado reservada. Parece como si intentara huir de mí. No se esfuerza por agradarme, y eso es lo que me atrae.
Al llegar a casa, almorzamos juntos. No me canso de mirar a mi hija: a pesar de la enfermedad está animada, sonriente, feliz, y Alina está a su lado apoyándola. Realmente parecen de la misma familia. Bromean, juegan, incluso me hacen participar en el juego.
La euforia invade mi alma. Al fin reinan la calma y una atmósfera agradable en casa. Tanto había soñado con esto. Pero ¿durará mucho esta armonía? Sé muy bien que Alina no puede ser la niñera de mi hija. Ella tiene otro trabajo, su propia vida. Y eso me pesa. No quiero dejar escapar a esta mujer de mi vida, pero tampoco tengo derecho a retenerla a mi lado.
El día pasó volando. Ya ha pasado casi una hora desde que Alina llevó a Leia a dormir, y yo espero, inquieto, a que en cualquier momento se marche. Y es que no quiero dejarla ir. No quiero que se vaya. Pero este es un capricho de mi alma al que no tengo ningún derecho.
Unos pasos suaves llaman mi atención. Me levanto enseguida. Alina baja por las escaleras. No puedo apartar mis ojos de ella. Cuando llega junto a mí, se detiene y me mira confundida a los ojos.
—Señor Arsén Maksímovich, ya es hora. Vaya con Leia, duerme intranquila. El dolor de garganta aún la molesta.
Me tenso. Me preocupa mi hija, pero no quiero dejar que mi asistente se vaya sola.
—¡Buenas noches! —murmura ella, y se da la vuelta.
Automáticamente la sujeto de la mano, incapaz de dejarla marchar.
Ella se detiene, me mira sorprendida y con cautela retira su mano.
—Señor Arsén Maksímovich, por favor, basta. Llegaré sin problemas en un taxi. Además, estoy preocupada por Leia.
—Alina Vladímirovna, yo...
—Señor Arsén Maksímovich, lo siento, pero tengo planes para esta noche… —baja la mirada y añade—: Así que, perdóneme, pero quiero volver a casa sola.
Trago saliva con nerviosismo. No esperaba escuchar algo así. Entiendo que esta belleza acaba de rechazarme. Me duele el alma. Pero por más que me duela, debo dejarla ir.
Un espasmo me aprieta la garganta. Quise preguntarle si vendrá mañana, pero no puedo. La voz se me quiebra, no sale en absoluto.
—Buenas noches.
No consigo responder nada. Lucho contra el impulso de abrazar a esta mujer, retenerla entre mis brazos y no dejarla marchar. Pero permanezco inmóvil, como encadenado. No puedo permitírmelo.
Solo cuando la puerta se cierra tras Alina me acerco a la ventana. Desde allí la veo caminar despacio hacia la salida, marcando un número en su teléfono. ¿A quién llamará? Aprieto la mandíbula y siento cómo dentro de mí hierve la celosa rabia. No quiero dejar escapar a esta mujer de mi vida. Pero ¿será tan sencillo? ¿Acaso habrá vuelto con su ex? No quiero creerlo, aunque tampoco puedo descartarlo.
P.S.
Esta parte cierra la primera etapa de la historia. ¿Habrá continuación? Sí, pero solo cuando el libro reciba el apoyo suficiente y me permita dar el siguiente paso: convertirme en autora comercial. Todo depende de ustedes, porque son quienes deciden el destino de esta historia.