Mi ladrona

Capítulo 3: Más hombres lobos

Voy de camino a mi casa, no tengo la música prendida, lo cual es extraño, pero es que no puedo sacar de mi cabeza su nombre «Ángel Dalas». ¿Cómo sería? ¿Cómo tendría el pelo? ¿Cuántos años tendrá? ¿Cómo es su personalidad? ¿Su color favorito? ¿Tendría alguna cicatriz? Y más importante ¿Le gustaría el chocolate? Me sorprendí de mi actitud y recordé lo que mi padre me dijo una vez:

«Al ser criada por mí, probablemente algunas costumbres también te afecten»

Entro por el camino para ir a mi casa y su nombre sigue torturándome. Mi mente hizo otro «clik». No, no, no puede ser posible y... ¿Si es posible? No, no, no, no. La famosa «Diosa Luna» de los hombres lobos, no se atrevería ¿O sí? Además no se supone que para eso hay un una noche especifica donde la luna cambia o algo así, la verdad no preste atención cuando mi papá me contaba esas cosas.

De todas maneras, si a esa tal «Diosa Luna» le da la gana de emparejarme con un hombre lobo, por favor que no sea un Alfa, prefería uno de rango común, ellos son más apacibles y tienen un carácter más dócil, incluso los betas son un poco más dóciles que los Alfas. Los Alfas son extra celosos, extra complicados, son extra todo, literal y yo tengo mi vida propia, no quiero a nadie que esté detrás de mí, mirando cada cosa que hago.

Cuando estaba a punto de llegar a mi casa, me dieron unas ganas increíbles de ir al bosque que estaba detrás de mi casa, a unos 10 kilómetros se encontraba la manada Night howl. Mi padre me hizo jurar que NUNCA iría a una manada.

Ahora que estoy en mi casa, algo dentro de mí me dice que vaya a ese bosque, lo observo por unos instantes y me doy cuenta de que en una hora va a comenzar a anochecer, tomo las bolsas con la compra que me hizo el nerd rico y entro a mi habitación con una barra de chocolate en la mano luego de poner todo en su lugar correspondiente.

Nunca me he dejado llevar por mis impulsos, más bien analizo la situación antes de actuar y uso mis instintos para que todo salga como quiero, pero hoy escuche una voz en mi cabeza que me dijo:

«Entra»

Y no es la voz que siempre escuchamos en nuestra cabeza —dicha voz nosotros la inventamos— más bien es como si había otro ser dentro de mí, eso es raro. Al final decidí entrar, me puse mi ropa deportiva que consistía en un par tenis negros, un pantalón deportivo negro azulado y un corpiño deportivo, también negro. ¿Qué? Me gusta el negro.

Decidí salir sin mi celular y después de cerrar la casa comencé a trotar a paso rápido hacia adentro del bosque, escuche la misma voz de antes:

«Sigue»

Y eso hago, estoy segura de que ya he corrido unos siete kilómetros más o menos, si sigo llegaría al territorio de los hombres lobo, así que preferí devolverme y como si leyera mis pensamientos la voz hizo su aparición:

«No»

Sé a qué se refiere, no quiere que me fuera, pero debo irme. Ya esta anocheciendo, aunque el sol aun no desaparecía por completo se podía empezar a notar la luna. Me gire en dirección a mi casa y no di ni dos pasos, para sentirme observada y luego un potente olor a chocolate blanco entro en mis fosas nasales, me paralice, era el chocolate más rico que había olido, disfrute del olor unos segundos y luego recordé que estaba en medio del bosque.

Mire a la derecha y luego a la izquierda, no vi nada, me gire para atrás y tampoco, el atardecer era evidente, pequeños rayos de luz anaranjada se cuelan por los árboles y se mezclan con pequeñitos rayos de luz de luna que amenazaban por salir; escuche algo, fue un ruido casi inaudible; el olor a chocolate se volvió más fuerte, me gire en dirección a el sonido y el olor, ambos venían del mismo sitio. Y ahí está. A unos cuatro o cinco metros de distancia.

El olor a Alfa entro en mi nariz desde que lo vi, era un hombre lobo, hace años que no veía a uno transformado, mi padre sólo me mostró su forma lobuna una sola vez cuando era niña.

Nuestros ojos se conectaron al instante y sentí un escalofríos en mi columna, sus ojos dorados me miraban con algo que no pude descifrar, estaba segura de que su pelaje era negro, pero la luz que se colaba por los árboles hace que su pelaje no se vea tan negro; todo a mi alrededor desapareció.

No sé en qué momento nos acercamos, mi cuerpo se movió sólo, al tenerlo más cerca pude ver lo grande que era, estábamos a dos metros de distancia, quise tocarle el pelaje.

«Hazlo»

Es imponente, debo admitirlo, sólo estamos a un metro, si me acerco un poco más, podría tocarle el pelaje y él tal vez me arranque la mano. Él lobo cerró los ojos y yo aproveché para intentar ponerle la mano, la levanté, sólo nos separa menos de medio metro; iba a tocar su pelaje, hasta que se escuchó un estruendo, no muy lejos. Un disparo.

Ambos giramos la cabeza hacia el sonido rompiendo la conexión de nuestros ojos, no sé en qué momento él se acercó a mí, me tense al sentir su respiración en mi cuello, aún tenía la cabeza volteada. No lo estoy viendo, tengo cierto miedo de girar mi mirada. Lo sentí absorber mi olor, juraría que lo disfruto por unos segundos, pero luego soltó un gruñido de molestia y se alejó, me gire y... ya no estaba.

No puedo terminar de creérmelo, escucho pasos y ruidos; mi ceño se frunce al darme cuenta que fue por culpa de esa persona que se alejó el hombre lobo. Un señor con una barriga exageradamente grande se acercó a donde mí, tiene un rifle 24 en sus manos y por su aspecto, es cazador, pues trae ropa típica de ellos, pero no estamos en época de caza. Al verme el enfado que tenía el gordo, quizás producto de no haber atinado su disparo, se reemplazó por una cara de perversión.

—Esto no es posible —susurré, al darme cuenta de sus intenciones.

—Hola bonita —Se lamió los labios, que repugnante.




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