Layla Carter.
El sol ya se ocultó hace bastante rato y el cielo está cubierto por su manto profundo con pocas estrellas en él. Mi visita se fija en los trescientos dólares que le robe al cazador hace unos minutos y sonrió recordando como los obtuve. Ahora estoy caminando en dirección a mi casa mientras disfruto de la paz nocturna. Miro al cielo esperando encontrar una hermosa y gran luna llena en tonos amarillos claros, pero al levantar la vista algo me desconcertó.
¿La luna está roja?
Detengo mi andar frotándome los ojos, vuelvo a mirar al cielo y ahí está, una brillante luna llena, de tonos amarillos claros, me pareció extraño que por un instante vi la luna de color rojo. Aprieto mi mandíbula confundida y acelero mi paso a tal punto que empecé a correr para llegar rápidamente a casa, sujeto con fuerza los trescientos dólares.
Al llegar con la respiración agitada sigo negando con la cabeza sin aceptar todas las indirectas.
—No, no, esto no puede ser posible —Camino hasta quedar al frente de la foto de mi padre— ¿Qué fue lo que no me dijiste papá? —Pregunto aún sabiendo que no obtendré las respuestas.
Suspiro profundo tratando de calmarme, y al ver que por la ventana la luna luce un hermoso color rojo vuelvo a fruncir el ceño.
—¿Por qué puedo ver la luna roja si soy humana? — Me pregunto— ¿Estás intentando buscarme pareja? —Hago la pregunta dirigida a la supuesta deidad de los hombres lobo— Porque eso es lo que parece —susurro como si estuviera justificando mis preguntas.
La misma fuerza que me halo hacia el lobo lo hace una vez más, está vez incitándome a salir de casa, pero niego con la cabeza dispuesta a no dejarme controlar otra vez.
[…]
El dinero recién robado yace en mi pequeña mesa que está al lado de la cama, justo donde estoy yo, acostada boca abajo mientras mi mente rememora la escena con el lobo sin mi consentimiento. Recuerdo lo que sentí cuando estaba tan cerca de él, recuerdo el calor, su presencia, su olor a Alfa, recuerdo…
¡Un momento! ¿Olor a Alfa? Él era un Alfa. Los puntos se conectan en mi mente y siento como si mi mente se congela. El lobo con quién me encontré hoy es Ángel, el mejor amigo de Marcos, quien también mi próximo objetivo.
¿Pero el no venía el jueves?
Aunque quizás el Alfa con quién me encontré hoy no es el mismo Alfa que es amigo de Marcos y tal vez el amigo de Marcos ni siquiera sea un Alfa. Mi cabeza daba vueltas, mi mente está llena de teorías que necesitan confirmación, agarro mi computadora y la pongo sobre mis piernas para seguir investigando mientras degusto de una rica barra de chocolate blanco.
[…]
El reloj marca más de las media noche y la idea de salir es muy tentadora, sonrío para mi misma y me cambio mi pijama para luego ponerme algo más decente.
Voy conduciendo mi coche en dirección al pueblo mientras sigo viendo la luna roja por la ventana, si la estoy viendo de esta color significa que encontraré a mi Mate, mi pareja destinada. Suspiro pesadamente concentrando mi vista en el camino. Tener una pareja no suena mal, sin embargo, el peso de esa palabra me abruma. Mi padre me contó que esa pareja destinada es como tu alma gemela, que cuando la encuentras no tienes ojos para nadie más, incluso si aquella persona muere es posible que tú también mueras por el lazo que comparten. Nunca he creído mucho en la deidad de los hombres lobos, así que dudo que alguien «no devoto» a ella se ha influenciado por sus costumbres.
Hoy la noche es casi perfecta para robar, así que aparto mi camioneta en un estacionamiento público y me coloco mi careta negra con detalles en rojos para que no me puedan reconocer, ajusto mis guantes y salgo poniendo seguro al coche. Camino por unos minutos y entonces es cuando me di cuenta que estoy siguiendo el mismo aroma que me encontré en el bosque. Chocolate blanco, delicioso chocolate blanco y ahí es cuando lo veo.
Es un joven, está completamente solo, su olor a lobo lo delata por lo que es imposible saber cuál es su verdadera edad a simple vista; lo veo recostado de un poste con las manos en su pantalón negro, sus facciones relajadas y pelo oscuro revuelto.
Entre más me acerco mi mente se pone más en blanco, sin embargo, me obligó mi misma a concentrarme. Ubico mi cuerpo al frente de él con una sonrisa qué quedó oculta perfectamente tras mi máscara, seguramente este es un lobo solitario que viene por su pareja destinada, pero solo se encontrará con la mejor ladrona de la isla.
Está será una noche interesante.
Ángel Dalas.
—Me alegra que volvieras, mi pequeño Ángelito —Sin dudarlo envuelvo mi madre un gran abrazo. La extrañe muchísimo.
Mi madre me puso al día con todo lo que había pasado en la manada me comentó que estaban buscando un nuevo terreno para expandirse, pero que no querían acercarse al territorio de los vampiros o al de las brujas y menos a los humanos .
Charlamos bastante y el tiempo parece irse cuando hablo con mi mamá. La luna llena de un intenso color rojo se luce con gracia y estilo en el cielo nocturno de manera preciosa.
—Debemos ir a buscar a nuestra mate, presiento que está allá afuera —Mi lobo no dejaba de repetirme lo mismo una y otra vez y vaya que era insistente.
—Tu solo quieres ver a esa humana —respondo por nuestra conexión bufando internamente.
—Hijo ¿Ya encontraste a tu mate? —La pregunta de mi madre me saca de la conversación con mi lobo y nuevamente centro toda mi atención ella.
—No, aún no —Bajo la cabeza en señal de negativa, pero una sonrisita se posó en mis labios de manera inconsciente al recordar a la chica del bosque.
—Hoy hay luna roja ¿Por qué no sales? Tal vez la encuentres —Sugiere mi madre y reconozco el tono de voz que uso.
—Estoy de acuerdo con tu madre —Interviene John en mi mente, le ignore.
—Prefiero quedarme esta noche contigo mamá, hace mucho que no te veía —Tomé la mano de mi madre y la mire fijo a sus ojos.
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Editado: 13.09.2022