Layla Carter.
—No —respondo mintiendo con un nudo en la garganta e intentando separar el abrazo.
Nunca había sido tan difícil mentir.
—Pero… hueles como una —Sus brazos me aprietan con más fuerza sin llegar a lastimarme.
Antes de darme cuenta Ángel ya me estaba oliendo el cuello, inhalando mi aroma como si de una droga se tratase; mis piernas flaquearon al sentir su lengua debajo de mi oreja. Debo admitirlo, esto es muy excitante. El olor a chocolate blanco se está haciendo muy presente.
—Son sus feromonas —Mi loba está deseosa y yo también, sinceramente.
—Tú no hueles como una humana —Su voz se escuchó profunda cerca de mi oído—. Eres una licántropa.
Esa no fue una pregunta, él lo está afirmando. Se separó un poco de mí, lo suficiente como para juntar su frente con la mía. Sus ojos conectaron con los míos y los vi con rasgos amarillos. Rozó su nariz con la mía y pude sentir su respiración agitada, igual a la que me pertenece, mis sentidos ahora más agudizados, también notaron su corazón palpitante, igualando el mío, que latía desbocado.
—Debería… estar enojado contigo…
Difícilmente pronuncia esas palabras acercándose cada vez más a mí. Mis manos arrugaron la camiseta que tiene puesta desde ayer, dicha camiseta es de mi padre.
—¿Por qué nuestro Alfa está molesto? Pregúntale —Me pide Riana en mi cabeza.
—¿Por qué? —Pregunto en un susurro.
—Porque —Su aliento rozaba mis labios— no me dijiste… que eras… una… mujer loba.
En cada pausa que tomaba me daba un casto beso. Escucho a mi loba gruñir de excitación. Y antes de darme cuenta ya estaba sobre la mesa, con los labios de Ángel en mi cuello.
—Justo aquí quiero marcarte —dijo antes de morder levemente en dicho lugar.
Mi cuerpo respondía a su tacto como si yo fuera una cachorra y los ruegos de mi loba por dejarme marcar tampoco ayudan. Hago el esfuerzo de mantener las piernas cerradas para que él no se cuele en ellas.
—Vamos… Abre las piernas para tu Alfa.
Con esa frase mi cuerpo cedió a su petición y mi loba gimió en mi interior. Su cuerpo se coló entre mis piernas y escuché un gruñido de su parte, eso me hizo soltar un suspiro. Él no tiene planes de detenerse.
—Y yo tampoco —Gruñe mi loba.
—Tú no te metas, aún me debes muchas explicaciones Riana —dije un poco molesta a mi loba por nuestro enlace.
—¿Por qué no me lo habías dicho antes?, ¿Por qué ocultármelo? —Pregunta Ángel suplicando respuestas en su voz.
—Porque yo no… —Reuní valor y decidí decírselo— yo no lo sabía.
Ángel Dalas.
—¿¡Qué!? Eso es imposible —Gruñe mi lobo frustrado.
—¿Cómo es eso de que no sabías?, ¿Cómo es posible? —Le interrogue alejándome un poco de ella y bajándole dos decibeles a la excitación.
—Me enteré hace menos de una hora —Confiesa bajando la mirada.
«No, no la bajes, me gusta verte».
Pensé, mas no lo dije.
—Vaya —Cielos no sé qué decir—, debió… ehh… ser ¿Complicado?
—¿En serio?, ¿De verdad dijiste eso? —Se queja mi lobo.
—¿Qué se supone que se debe decir en estas situaciones? —Pregunto a mi lobo sabiendo que no obtendría respuesta.
—Oye —Su voz me trajo de vuelta— ¿No deberías volver a tu casa?
—¿Nos está echando? —Me pregunta mi lobo, mientras veíamos como ella se bajaba de la mesa y se separaba de nosotros.
—¿Me estás echando? —Mi ceño fruncido acompaña a mi pregunta.
—No, no, no, no, es solo que, debe ser extraño que… pues… alguien como tú, desaparezca de la nada sin dejar rastro, deben estar preocupados —Menciona moviendo las manos intentando explicar.
—Layla, me estás echando y esa no fue una pregunta —Comento casi seguro de lo que decía.
—¿Por qué crees que te estoy echando? —Si pudiera levantar una ceja lo haría, pero como no tengo esa movilidad, opte por obviar su pregunta.
—Tu loba ¿Qué dice respecto? —Pregunté refiriéndome al hecho de que ella me está echando, me acerque a ella, pero se alejaba mientras más me acercaba.
—Ahora mismo la estoy ignorando —responde poniendo los ojos en blanco.
—No deberías —Sé que ella sabe que tengo razón.
—Tú eres un Alfa, tu Beta debe estar preocupado, al igual que tus familiares —dice buscando excusas para que me vaya de su casa.
—Mi beta sabe dónde estoy —Reí internamente al recordar su expresión cuando le di mi teléfono y todos mis objetos para ir tras Layla.
—¿Tu Beta Marcos? —Ella sonríe como si recordar algo.
—¿Cómo ella conoce a Marcos? —Pregunta curioso mi lobo.
—¿Cómo lo conoces? —Le pregunto.
—Lo conocí el lunes, un pelirrojo, muy simpático, y muy guapo, por cierto —A mi lobo no le gustó eso y a mí tampoco.
—Quiero que me digas todo lo que pasó, mi lobo está celoso —Dejo salir un pequeño gruñido, no es que desconfíe de Marcos o de ella, pero no puedo evitar sentir una punzada de celos.
—¿Solo tú lobo está celoso? —Pregunta de manera coqueta— ¿Por qué no eres el Alfa de tu manada? —Cambia drásticamente de tema.
—Es complicado —Respondo un susurro.
—No lo entiendo, tú eres un hombre lobo de rango Alfa, lo más probable de linaje puro, la única razón por la que no serías el líder es porque alguien más fuerte que tú ocupa ese puesto, alguien como tu padre —Deduce con inteligencia, pero le falta una variable en esa ecuación.
—Mi padre abandono la manada —Le digo un poco molesto por recordar lo que pasó.
—El mío murió cuando tenía quince —Presto atención a lo que me dice—, murió salvándome.
—¿Qué paso? —Le pregunto con suavidad
—Es complicado —responde usando mis propias palabras.
Dejamos un minuto de silencio y me doy cuenta de que Layla tiene razón, me he pasado un buen rato fuera de casa sin avisarle a nadie donde estaré, mi mamá debe estar preocupada y debo bañarme.
—Si tanto insistes en echarme, me iré —Vi un atisbo de culpabilidad en sus ojos, pero no dijo nada.
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Editado: 13.09.2022