Mi ladrona (versión actualizada)

Capítulo 12: La manada (Parte 2)

Ángel Dalas.

«Por favor, Diosa Luna, que diga que sí».

—No.

Esa es su respuesta, un simple y seco «No».

—¿Si quiera lo pensaste dos segundos? —Pregunto al notar su rápida repuesta, suelto su rostro y mis manos caen a los costados.

—No.

—¿Por qué? —Note mucha confusión en su rostro

—Es que no estoy muy segura, tengo varias cosas que atender y además ¿Cómo me presentarías? —Frunzo un poco mis cejas por su respuesta.

—Como lo que eres, mi Mate, mi pareja —respondo de manera obvia y con sinceridad en mi voz.

—¿Me presentarás como humana o licántropa? —Su mirada se desvió de mis ojos.

—Como licántropa, eso es lo que eres cariño —hablo con suavidad tomando su mano delicadamente.

—Sí, eso es lo que soy ahora, pero antes no —Deja salir un pequeño suspiro—, yo antes no era una licántropa, o al menos no lo sabía y todavía tengo muchas dudas, tengo cosas que preguntarle a mi loba, quiero saber porqué fue ahora que mi loba apareció, si mi padre tiene algo que ver o… no lo sé —Al volver su mirada en mí, note culpa y confusión—; tengo muchas dudas Ángel, y no quiero ir a tu manada a conocer a tu familia y amigos teniendo tantas interrogantes —Terminó de decir de manera firme.

—Está bien, yo… entiendo —La verdad no entendía mucho, pero supongo que debería ser difícil para ella—, si quieres podemos resolverlo juntos —Ofrezco apretando un poco su mano, ella sonríe.

—Tranquilo, me pondré en contacto contigo y lo hablamos más a gusto—Al terminar de decir esto me regalo una pequeña sonrisa.

—¿Cómo lo harás? —Pregunto sin entender cómo ella se pondrá en contacto conmigo.

—Tengo mis medios bebé —dice con seguridad guiñándome el ojo.

Me acarició el rostro con su mano y yo disfrute el tacto, suspiré y ella también lo hizo, no me quería separar de ella, sé que ella tampoco se quiere separar de mí.

—Sé que no te quieres ir, yo no quiero que te vayas—Me sorprendo al escucharla decir lo que yo estaba pensando.

—Volveré —Me despedí con un beso en su mano y sonrió al ver un ligero sonrojo comenzar a adornar su rostro.

Me fui corriendo para no transformarme justo ahí, cuando la perdí de vista, me adentre más al bosque mientras conversaba con mi lobo.

—Me encantaría llevarla a la manada —Suspira mi lobo y yo concuerdo con él.

—La llevaremos, pero ahora mismo no, ya la escuchaste, tiene cosas que atender y dudas que resolver —Mi lobo gruñe un poco inconforme, pero no dice nada, pues también respeta la decisión de Layla.

Caminamos pensando si transformarnos para llegar más rápido o ir a pie, seguíamos debatiéndolo cuando vi a un chica, que al parecer estaba herida, olía a licántropa, así que decidí preguntar.

—¡Oye! ¿Estás bien? —pregunto con cautela, acercándome lentamente.

—¡Por favor! Ayúdeme Alfa —Al acercarme lo suficiente me di cuenta de que era una licántropa de linaje mestizo, pero seguía siendo de mi raza.

—Ángel, tengo un mal presentimiento, ten cuidado —susurro mi lobo y yo asentí decidiendo no acercarme de más a esa chica.

—¿Estás bien?, ¿Cómo te llamas? —Volví a preguntar.

—Por favor Alfa, ayúdeme, lléveme a su manada —Su voz parecía desesperada.

—¡Ángel! ¡No, cuidado! ¡Aléjate de ella! —Grito mi lobo, pero yo ya no me podía mover.

 

Layla Carter.

Sentí que algo se estrujó dentro de mí, pero supuse que era el hambre

—Muy bien Riana, suelta la sopa ¿Por qué apareciste hasta ahora? —Pregunto tirándome en el sofá con una barra de chocolate blanco, que inmediatamente me recordó a Ángel.

—Yo intenté aparecer cuando se supone que debería aparecer, en tu adolescencia. Pero algo me lo impedía, era como si una algo me aprisionara y me quitará las fuerzas, como si me durmiera —Intenta explicar.

—¿Algo que te quitaba las fuerzas? ¿Cómo es eso posible? —La confusión se filtra en mi voz.

—No lo sé, por años estuve observado tus movimientos y todo lo que hacías, pero no podía hablar, lo intentaba, sin embargo la voz no me salía.

—¿Dijiste que estabas ahí, que siempre me observabas? —Dejo la basura de la barra de chocolate en una esquina.

—Claro que sí, siempre estuve ahí, aunque no me notarás, yo estaba ahí ¿Cómo crees que puedes correr tan rápido? A una velocidad sobre humana ¿O qué tus sentidos estén tan agudizados? Tus habilidades, tu fuerza ¿De dónde crees que viene todo eso? Tú y yo siempre hemos estado conectadas; solo que tú no lo sabías y yo no sabía cómo decirte.

—Realmente nunca estuve sola —Me asombre por eso—, tú estabas conmigo.

—Sí, Layla, yo estaba contigo, cuando llegabas de la escuela, o cuando llorabas en la noche, cuando te perdías en el bosque o cuando te tropezabas, cuando te dieron el trabajo de ladrona, que por cierto al principio no estaba muy a gusto con ese trabajo. Pero el punto es que, yo sí estaba ahí.

—Estabas ahí —digo más para mí que para ella— ¿Estabas ahí cuando papá murió?

—Sí —respondió con un rastro de tristeza y culpa.

—Esa noche, cuando lo enterré, yo… no recuerdo muy bien que pasó.

—Yo tampoco lo recuerdo bien —confeso—, pero recuerdo que esa noche algo pasó, sentí que la fuerza que me mantenía aprisionada no me controlaba más —dijo y yo me quedé en silencio sin saber cómo continuar la conversación.

[…]

—¿Qué quieres cenar? —Pregunto a mi loba cuando comienza a caer la noche.

—Mmm no lo sé, quiero comer algo como pasta —dice indecisa y yo río ligeramente.

—Pues pasta será —Aseguro levantándome para darme una ducha antes de ir a cocinar.

Luego de comer entre risas y quejarme porque no me puede ayudar a fregar, mientras subía las escaleras en el camino se cruzó una idea.

—Si soy una licántropa ¿Significa que me puedo transformar en una loba?

—Teóricamente sí, pero dudo que lo logres.

—¿Por qué? —Me atrevo a preguntar.

—La razón por la que los lobos aparecemos en la pubertad es porque en esa época todo el cuerpo humano cambia, por tal razón es más fácil que el cuerpo humano asimile el dolor y el cambio de la transformación.



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En el texto hay: mate, secretos, licántropo

Editado: 13.09.2022

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