Layla Carter.
Me siento asombrada al verlo venir en un vehículo, pero me guardo mi asombro para mi misma, sin embargo, todas mis ganas se esfumaron lentamente cuando al llegar solo me dio una sonrisa y me abrió la puerta del copiloto. Una vez más, me sorprende su actitud, y yo decidí callar, sin estar muy segura de cómo actuar.
—Esto es extraño —comenta mi loba quien también se había mantenido extrañamente callada, cuando vamos por la mitad del camino.
—¿Qué cosa? —Pregunto en nuestro enlace, mirando la carretera que más que una carretera es un sendero lleno de hierba que se va abriendo a medida que avanzamos.
—No me puedo comunicar con su lobo —explicó como si fuera lo más obvio y natural, mientras yo seguía confundida.
—¿No se suponía que no puedes hacer eso hasta que nos marquen o algo así? —Le expresé dejando en clara mi perplejidad.
—En realidad, me puedo comunicar con él desde que nos conocemos como pareja destinada, pero no podemos hablarnos libremente, es más para dar señales de auxilio o cuando algo grave pasa y aún no tienes su marca.
—Entonces la marca es para aumentar ese contacto y comunicación con nuestro destinado —expresé sacando mis propias conclusiones.
—Y para que todos los demás sepan que le pertenecemos a él, y solo a él —Giro mis ojos—, seguiré intentando comunicarme con él.
Asiento y corto la comunicación con mi loba, desvío mi vista a mi Mate, está concentrado en el camino. Me arme de valor y hable.
—¿Todo bien Ángel? —Mi voz calmada y llena de preocupación hizo que sus facciones se relajaran notoriamente.
—Sí —Fue lo único que me respondió y eso me hizo dudar.
—¿Seguro? —Volví a preguntar, esta vez tome su mano, pero no sentí las características mariposas en el estómago, o la corriente eléctrica placentera recorrer por mi espalda.
—Sí, seguro —Soltó mi mano y coloco la suya en el volante. Eso fue todo, puedo ser muy paciente cuando las personas no me quieren contar algo, pero Ángel, quiera o no, es mi Mate y algo le está pasando.
—Ángel dime qué diablos te pasa —Exijo de forma un poco ruda ahora yo con el ceño fruncido. Su rostro, pensativo y a la vez abrumado no me dirigía la mirada, en cambio sus ojos están está en frente con la clara evidencia de que ni siquiera él sabe lo que pasa.
—No le hables así es nuestro Alfa, se molestara con nosotras —Se queja mi loba un poco asustada.
—Me vale mierda si se molesta o no —Le conteste a mi loba de manera tajante.
—Ya llegamos.
Ni cuenta me di de cuando llegamos, sentí el auto estacionarse y él se bajó del vehículo, no espere a que me abra la puerta, al bajar observe todo a mi alrededor. Casas de una o dos plantas, todo es muy pintoresco, hay muchos árboles por doquier, se veía como un gran pueblo en un pequeño lugar.
—Tenías razón con lo de la expansión —musito al ver como se nota la sobrepoblación.
Lo encontré viendo a la manada, su manada. Lo encontré con preocupación en sus ojos al no saber qué hacer. Lo encontré en una lucha interna de algo de lo que no estoy segura. Y cuando él me encontró, cuando encontró mis ojos, cuando mis orbes se fundieron en las suyas, cuando nos dimos cuenta de que lo que nos separa era un vehículo, él sonrió.
Lo perdí de mi campo de visión por menos de un segundo para luego sentir su voz cerca de mi oído, solté un suspiro al sentir sus manos en mi cadera, una sonrisa se dibujó en mi rostro cuando sentí las mariposas en mi estómago.
—¿Vamos? —Me pregunta.
—Vamos —respondo girándome en sus brazos— ¿Seguro que estás bien? —Pregunté preocupada.
—No lo sé, me siento un poco turbado —Me responde dudoso.
—Puedes contar conmigo —Le digo sinceramente.
—Lo sé —Deja un beso mi mejilla y luego cambia de tema—; hay alguien que quiero que conozcas antes de que vayamos a mi casa.
—¿A quién? —Le interrogo, pero él no me responde.
Sonríe con picardía y me toma de la mano, caminamos un poco pasando por varias casas y todos los licántropos que nos veían nos saludan con amabilidad.
—¿Cómo se llama tu manada? —Pregunto dejándome guiar, mientras caminamos por dicho terreno.
—Nuestra manada —Me corrigió— se llama Night Howl.
Oh diablos…
Me detuve de golpe, haciendo que Ángel también se detenga, esta no puede ser la manada que me dijo mi padre.
¿Cómo fui tan estúpida para no darme cuenta?
—¿Sucede algo? —Su voz era de pura curiosidad y preocupación.
—Es solo que no debí venir a este lugar —respondo mirando a mi alrededor como si buscara algo.
—¿Por qué? —Se acerca más a mí.
—Mi padre me dijo que nunca viniera a esta manada —Su rostro ahora era más confusión que otra cosa, decidí darle una breve y no muy detallada explicación.
—Me dijiste que te criaron padres adoptivos —dice recordando lo que le dije en mi casa.
—En realidad, fui criada por mi padre adoptivo, él era un hombre lobo, soy su hija adoptiva, por eso creí que era humana, él siempre me crío como humana —explico de la mejor manera posible.
—Eso es un poco extraño, aunque explica algunas cosas —Asiento con la cabeza de acuerdo con él.
Seguimos caminando hasta llegar a una casa parecida al resto. Ángel tocó la puerta y quién nos abrió fue una señora de pelo castaño atado en una coleta baja, con ojos marrones.
—Ángel, qué bueno que viniste a visitarme, y que bueno que viniste acompañado —expresa cuando me ve con una sonrisa.
Pasamos un rato conversando con la señora llamada Juliana Tejeda, fue una señora muy amable que nos dio unas galletas que estaban muy ricas, conocimos también a sus hijos, dos mellizos muy simpáticos con ojos azules, heredados por su padre, ambos chicos tienen personalidades completamente diferentes.
Luego de pasar un rato con Juliana y sus hijos salimos de la casa, no sin antes prometer volver lo más pronto posible. Seguimos caminando por la manada, hasta llegar a una casa diferente y más grande que el resto.
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Editado: 13.09.2022