¿Cuántas veces pediste permiso para ser tú? Para sentir sin filtro, para elegir sin dudar. Entregaste las llaves de tu propio volante, dejando que otros decidieran la ruta a tomar.
Yo también fui experta en buscar la aprobación ajena, en moldear mis deseos a la forma de un cristal. Olvidé que la dueña de mi propio universo soy yo, que la valía reside en mi esencia, original.
Pero un día, frente al espejo empañado de dudas, me dije: "Basta". Un susurro firme, sin vacilar. ¿Por qué mendigar afecto, migajas de aceptación, cuando dentro de mí hay un jardín listo para florecer?
Decidí darme permiso para sentir la rabia sin culpa, para abrazar la alegría sin tener que justificar. Para equivocarme sin látigos autoimpuestos, para ser imperfecta, pero intensamente real.