¿Cuántas veces te pusiste al final de la fila, entregando tus energías sin mirar atrás? Yo también fui experta en complacer ajenos deseos, diluyendo mi esencia en un intento de encajar.
Pero, mi niña valiente, el vaso vacío no puede compartir. El manantial seco no riega la tierra de los demás. Aprendí que amarse a una misma no es egoísmo vano, sino el acto más genuino para poder amar de verdad.
Decidí pronunciar esas dos palabras con firmeza y amor: "Yo primero". No como un grito egoísta, sino como un mantra vital. Regalarme tiempo, nutrir mis sueños, escuchar mis necesidades, para luego, desde la abundancia, poder dar sin vacilar.
El eco de mi bienestar resuena ahora con más fuerza, alcanzando a quienes me rodean con autenticidad real. Porque cuando una se prioriza con amor y respeto, el universo entero conspira para verte florecer, sin igual.