¿Cuántas veces dijiste "sí" por miedo al "no", por temor a defraudar, a no encajar? Yo también fui una experta en complacer la mirada ajena, olvidando que mi propio "sí" era el que importaba de verdad.
Viví en un eco de aprobaciones que no eran mías, sofocando el instinto que me invitaba a explorar. Dejé que el miedo a la soledad o al rechazo dictara las respuestas que mi corazón no quería dar.
Pero un día, frente a la encrucijada de una elección crucial, escuché un susurro fuerte que me hizo temblar. Era mi propia voz, decidida y clara como el agua, gritando el "sí" más importante: el "sí" a mi propio bienestar.
No fue fácil, lo confieso, hubo temblores y dudas, pero el alivio que siguió fue como un cielo sin igual. Aprendí que el "sí" que nos damos a nosotras mismas es la llave maestra que abre puertas a la libertad.