En mi jardín secreto, donde el alma respira, Me detengo un momento, aunque el mundo delire. Ignoro el estruendo, la prisa que agobia, Y en la quietud profunda, mi ser se desdobla. No importa la herida que el ayer me dejó, Ni la sombra que acecha, ni el temor que creció. Hoy miro hacia adentro, mi esencia contemplo, Y nutro la tierra de mi propio templo.
Siento la espina clavada, la que aún me lastima, Esa voz que susurra, que no soy digna. Recuerdo promesas rotas, desilusiones mudas, Y las puertas cerradas, las sendas dudosas. Pero en este remanso, donde el viento no azota, Identifico el veneno, la amarga gota. No más permito el daño, la cruel invasión, Rechazo lo falso, con firme convicción.
Arranco la maleza que el alma marchita, Esos viejos patrones, la duda infinita. Corto las ataduras que me quieren hundir, Y libero mi mente, para al fin sonreír. No acepto lo indigno, lo que me hace pequeña, Mi espíritu es fuerte, mi voluntad es dueña. Porque cada flor que en mi jardín brota, Es el eco de un "no", de una verdad que denota.
Y así, en este espacio de paz y de luz, Renace el amor propio, que me guía y conduce. Mi jardín se ilumina, con colores vibrantes, Reflejo de un alma que se alza triunfante. Protejo mi esencia, lo que soy, lo que siento, Mi jardín interior, mi sagrado aposento. Y cada decisión es un sí a mi ser, Un pacto conmigo, para siempre crecer.