Mi libertad.

III. Notte Rosa y Avicii...

III. Notte Rosa y Avicii.

 

***

 

La noche había llegado tan pronto que apenas y pude procesarlo. El inicio de nuestra más grande celebración italiana llegó tan de pronto que me había dejado anonadada. Si bien era cierto que deseaba con todo mi ser que ésta noche llegara, ahora ya no lo quería ni lo más mínimo; no deseaba ir al Notte Rosa. Los acontecimientos de esta tarde aún nublaban mi juicio, mi mente, no podía pensar nada con claridad, y eso me sofocaba. No poder tener mis pensamientos bajo control me irritaba de tal manera que anhelaba dormir para callar esas vocecitas que jodían con sus opiniones mi mente.

Suspiré por décimo quinta vez, mientras miraba a través de mi ventana las luces maravillosas y coloridas de la playa; pronto iniciaría, sólo era cuestión de minutos. Cortos minutos.

Hace dos horas llegué a casa, ya que el tiempo presupuestado para limpiar la casa de Ale y Leo nos tomó ventaja. Zi y nuestro mejor amigo, ahora su novio, estaban tan perdidos como yo, quizá un poco menos, y eso hizo sospechar a Leo. Su astucia para leer las expresiones corporales asustaba. Nunca se podía mentir con él de frente, a menos que él quisiera guardar y colaborar con la mentira… lo cual no sucedía muy a menudo.

Sonreí al recordar cuando jugábamos de niños, en ese parquesito semi-abandonado cerca de nuestra casa, que ahora sólo era un campo lleno de maleza y lindas enredaderas surcando y naciendo en los antiguos juegos para niños. Siempre nos balanceábamos en los columpios mientras comíamos helado, él de chicle y yo de vainilla con chispas. En esos momentos aún no conocíamos a Dialu, y yo no me llevaba muy bien ni con Ale ni con Zi, al igual que Leo. Por eso siempre nos veíamos prácticamente a escondidas, para hablar de nosotros, y de nuestros nuevos juguetes.

Jeh, lindos recuerdos.

- Hace tiempo no te veía sonreír así, piccolina…- susurró de repente mi madre, quien estaba recostada en el umbral de la puerta de mi habitación, instintivamente brinqué asustada, haciendo reír a mi madre. Me gire a verla, notando como se acercaba a pasos elegantes y seguros hacia mí, sentándose a mi lado, en el sillón de terciopelo beige.

Sonreí con mayor amplitud, regresando mi vista a la playa que se notaba atestada de gente; más turistas que italianos, eso seguro.- Oh, mama, sólo recordaba el pasado, cuando me escapaba de esas fiestas suyas, elegantes y refinadas. Tan anti-yo.- reímos ante mi ocurrencia, mientras ella igualmente miraba al infinito de la nada, supongo; siempre lo hacía cuando viajaba al pasado-. Cuando Leo también lo hacía… aunque no exactamente por las fiestas -. Y ella sabía exactamente a lo que me refería, por lo que sólo asintió, sonriendo con dulzura -. Ahora que lo pienso, él siempre ha sido muy guapo, ¿verdad?- pregunté con picardía, ya que eran pocas las veces que podía habla con ella, así que sólo disfrutaba del momento.

Ella rio -. Piccolo angelo, de tal palo tal astilla, que no se te olvide.- reímos de nuevo. El padre de Ale y Leo tenía fotos suyas de cuando era joven, y he de admitir que era muy guapo. Leo y Ale heredaron toda su belleza. Aunque no puedo negar tampoco que la madre de ambos es igual o incluso más hermosa que esos tres juntos.

Se resume sólo en una cosa: buenos genes.

- Ay, mía mama, hace tanto que no hablábamos así…- suspiré, mirándola por fin, al mismo tiempo que ella lo hacía.

- Lo sé…- susurró con una mirada acongojada al igual que su tono.

Le sonreí con tranquilidad emanando de mí; lo que menos quería era llorar y verla derramar lágrimas. Ya lo habíamos hecho mucho tiempo en el pasado, no volverá a pasar. Nos abrazamos por un buen rato, hasta que escuchamos música electrónica a todo dar en la playa, anunciando el inicio del Notte Rosa.

Unas inmensas ganas de correr a la casa de mis mejores amigos invadieron mi cuerpo, y de repente quería ir allí, al Notte Rosa. Dialu ya no estaba, y prometió recuperarse para regresar, y así poder ser los amigos que éramos antes. No había por qué preocuparse, ¿verdad? Aunque bien me sentía aterrada con solo pensar en él, sabía que podría recuperarme lentamente...

Vaya, sin tocar el tema con mi madre, me sentí aliviada.

Claro, el sexto sentido materno. Cosa de ellas, creo.

- Mama…- murmuré, separándome con una mueca de preocupación. Olvidé por completo que hoy iría con Zi a comprar un par de vestidos para ambas, y dudo mucho que ella siquiera lo haya recordado igualmente.

Ella rio, como quien sabe algo que la otra persona no.

- Eh, piccolino, vieni qui per favore-. Llamó a alguien, haciendo un movimiento con la mano hacia la puerta, desde donde emergieron Leo, Zi y Ale… vestidos, arreglados, tan guapos y... sencillamente hermosos, mientras que yo estaba sentada ahí, con los pies cruzados y con un mero short puesto que era cubierto por el enorme saco que llevaba; regalo de Ale.

Los tres sonreían con complicidad palpable, e inevitablemente sonreí, aunque confundida. Los tres tenían las manos tras sus espaldas, lo que aumentaba mi intriga.- ¿Qué tienen ahí?- pregunté, levantándome y caminando hacia ellos.

- Los tres estuvimos hablando por casi media hora, increíblemente sin discutir, ¿puedes creerlo?- expresó Ale con fingido asombro, haciéndome reír.

Zi le dio un inofensivo codazo en las costillas. Ale se quejó y rio a la vez. Loco.- y le contamos todo a Leo… y a mama Stella…- confesó con voz suave, por lo que me tensé.

Inmediatamente me gire a ver a mamá, asustada. No quería que lo supiera. Por eso la mirada perdida de hace rato, y el por qué vino a hablar conmigo; estaba preocupada.- Ay, mama…

Ella sonrió de lado, serena, transmitiéndome total confianza- Dolcezza, eres una mujer valiente y hermosa. Entiendo por qué no querías que lo supiera, pero no puedes volver a ocultarme algo como eso.- casi suplicó con mirada dolida y cálida a la vez.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.