Mi libertad.

VII. Charla...

VII. Charla.

 

 

 

***

 

 

Entré en completo silencio en casa, todas las luces estaban apagadas y el silencio reinaba, y no sé si era por mí, pero se percibía tan triste. Era difícil respirar bien. Mi sistema respiratorio parecía estar de acuerdo con el corazón que bombeaba fuerte pero lento. Estaba mareada, ningún pensamiento se abría paso entre el recuerdo de lo sucedido con Leo y sus crueles palabras, y eso es lo que me hace resollar.

El enojo y la tristeza luchan entre sí, y mientras tanto yo sufro porque ambas tienen razón, esas emociones se manifiestan porque lo necesito, aunque luego esté aún más destrozada y dolida.

"— Llora. Todo va a estar bien, pero tienes que sacarlo todo para que no duela más" recordé sus suaves y dulces palabras, unas de aliento que no eran dichas solo porque sí, sino porque él lo sabía, él había vivido algo que lo llevó a ser rudo pero tierno a la vez, algo que lo llevó a comprender que el dolor del corazón es uno de los peores que puede existir, algo que le enseñó que a pesar de todo la vida sigue, pero tienes que desahogarte en silencio y pensar en completa soledad y oscuridad.

Suspiré, temblorosa. ¿Cómo le explicaría a mamá todo esto? Si hace unas horas estaba perfectamente, y ahora... Por fortuna ambos ya estaban durmiendo. 

Puse el código de seguridad a la puerta, me quité los tacones asesinos de pies y fui a paso lento a mi habitación, con la unica intención de descansar y de pensar en... todo. Pero antes de entrar decidí pasar por el cuarto de mis padres, para verlos dormir, para sentir que me pondría mejor, para sentir esa calidez y tranquilidad que ambos emanan.

Sonreí al verlos profundamente dormidos. Han de estar cansados, pensé. 

Retomé mi camino y cerré suavemente la puerta de mi habitación, deslizándome por esta, sintiendo las lágrimas acumularse tras mis párpados cansados, pesados y seguramente hinchados. Estos ardieron, y mi nariz picó otra vez, anunciando que en poco las lágrimas comenzarían a caer, y esta vez, no se dentendrían.

Dejé los zapatos que usé a un lado, me levanté, quitándome el vestido de camino a la cama, para quedar finalmente con unicamente un conjunto de encaje. Lancé los peluches que tenía sobre mi cama, acomodé las frazadas y el edredón y me acosté, acomodando mi cabeza sobre la almohada y abrazando el único peluche que no tiré, uno que me había dado mi papá cuando tenía unos 5 años. Suspiré y enterré mi rostro en él, en Ainsworth, el peluche, y las lágrimas continuaron su labor. 

Caían y caían. No podía hacer más que preguntarme cuándo dejarían de correr por mis mejillas, o cuándo estaría lo suficientemente cansada como para dormir al fin y relajarme al menos hasta al día siguiente. 

"— La vida es injusta, Akali. Quienes aman no son amados, quienes no son amados quieren encontrar el amor para no sentir la pesada soledad, quienes se aman mutuamente no pueden estar juntos, y quienes simplemente no logran enamorarse de algo o alguien pasan la mayor parte de su tiempo viendo el romance crecer entre otros, lamentándose por no poder sentir de verdad, por tener que fingir, muchas veces, un sentimiento desconocido por ellos— explicó Leo una vez, sentados en un par de culumpios, meciéndonos suavemente de atrás hacia adelante, viendo el cielo anaranjado que comenzaba a tornarse oscuro.

No dije nada, esperando procesar aquellas tristes palabras que me había dicho respondiendo a mi afirmación "la vida es tan injusta". 

— ¿Alguna vez te has enamorado? O ¿Crees poderte enamorar algún día?— le pregunté, sin atreverme a mirar sus hermosos ojos a pesar de sentirlos sobre mí. 

Leo suspiró, yo le miré de reojo. Tenía una sonrisa triste—. Tengo la esperanza de enamorarme un día, y espero que ese día no sea demasiado tarde para darme cuenta de ello... Espero no perder antes de darme cuenta a la mujer de la que, estoy seguro, me voy a enamorar— contestó. En su mirada había tanta tristeza, y cada poro de su cuerpo gritaba con dolor cuán desolado estaba. 

Mi corazón latió, afligido por su respuesta, por su expresión, porque sabía que no se refería a mi... ¿Cómo podría referirse a mí, a quien consideraba como su hermana? 

La vida es injusta, tan injusta que es desagradable"

Parpadeé lentamente, sintiendo mis ojos tan molestos e irritados. Picaban con cada parpadeo. 

Rememorando lo que pasó la noche anterior, no pude evitar sentirme abatida, exhausta, sin ganas de levantarme de la cama. 

¿Cuándo me dormí? Seguramente poco después de haber tocado la almohada... ¿o quizá fue mucho después? No lo sé. 

Suspiré. Qué sueño tan nostálgico el que tuve. Jeh, vaya que sabía que no se refería a mí ese día. No tendría por qué, después de todo soy sólo su mejor amiga.

Apreté el peluche contra mi pecho, enterrando mi cara en él.

Si tan solo... en otra vida, quizá, yo sería... yo podría ser... ser su todo, ser su mujer, cumplir sus sueñor, hacerle sonreír. Seríamos sólo nosotros contra el mundo...

Pero esta es la realidad, esta es la vida, esta es mi vida. Desearía que existieran esos "y si..." y que se hicieran realidad, pero hay que ser prácticos. 

Un par de toques me sacaron de mis pensamientos agrios. Mi corazoncito latió deprisa, pensando en que posiblemente trataría de Leo.

"No quiero ver tu cara en un tiempo" Ah, sí... Yo dije eso.

— ¿Dolcezza?— llamó mamá a la puerta.

— Puedes pasar, mama— permití, así que ella procedió a abrir la puerta. 

Cubrí mi cuerpo con el edredón y me acomodé, quedando sentada apoyada contra la cabecera de la cama. 




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