Mi libertad.

VIII. El padre de Akali

VIII. El padre de Akali.

 

 

 

***

 

 

 

Tenso.

Pesado.

Incómodo.

Así describiría el ambiente que nos envuelve en la mesa donde reposan platillos de fina apariencia, y costosa además. Y pareciera como si todos los pocos clientes que están sentados en sus respectivos lugares lo notaran. Claro, ¿cómo no van a notarlo, si mamá aparenta querer acabar con todo el universo ahora mismo? Ah, pero especialmente con una persona. ¿Quién? Exacto. Leo.

Les explico. Cuando terminé de probarme la camisa, y de decidir que esa y la falda eran las prendas que quería llevar porque, sencillamente, estaban preciosas, mamá decidió que lo mejor sería ir a un lugar tranquilo para hablar con total claridad y calma. Así que fuimos al restaurante - bar de la familia, cosa que papá quiso construir para darle empleo a varios extranjeros que habían llegado a mi amada ciudad porque necesitaban suplir sus necesidades básicas tras haber estudiado algo que, en su país de origen, no pagaban como debía ser. Los muchachos del restaurante nos recibieron con una gran sonrisa, y nos dieron la mejor mesa desocupada que había.

Mamá entonces me exigió la explicación que tanto quería saber. Y yo, claramente, le revelé la verdad.

— Estoy esperando— su tono era severo, casi enojado.

— Mamá, es...— apreté los labios y desvié la mirada. Estar con el guapo desconocido ya era incómodo y me hacía sentir nerviosa, pero con mamá así las cosas subían a un nivel más pesado, casi asfixiante—. Antes de decirte, prométeme que no le harás nada a nadie, independientemente de lo que te diga— acusé, mirándola con los ojos entrecerrados. 

Ella suspiró y rodó los ojos—. Sí, está bien. Ahora dime cómo se conocen— exigió.

— Bien, la cosa es que ayer cuando estábamos yendo al Notte Rosa, una amiga de los cuatro se encontró con nosotros mientras bajaba en la camioneta, así que nos invitó a subir para llegar más rápido y no cansarnos y eso— mamá asintió con la cabeza, sin descruzar sus brazos y sin dejar de verme con los ojos entrecerrados— Bueno, pues resulta que antes de eso parece que Leo nos escuchó hablar, pero no quiso decirme qué tanto escuchó...

— Ajá, ¿Y luego?

— Y luego dijo algo insinuando que escuchó lo que temía que escuchara. Y me enojé porque, bueno, la idea de que él supiera eso no era para nada buena. Sé que me entiendes— dije con la esperanza de que suspirara y dejara de verme de esa manera.

Afortunadamente, así fue—. Entiendo eso, hija. Pero aún no me dices cómo conociste a este chico.

— Sí, ya voy a explicarte eso— asentí algo más aliviada, sintiendo la burla y apoyo emanar de este loco—. El caso es que nos subimos a la camioneta y...— recordarlo aún revolvía mi estómago y hacia doler mi pecho. 

Le expliqué a mi madre lo que pasó luego de subirnos a ese auto, y a medida que relataba, su mirada se volvía más y más oscura. Enojada. No más que eso, mucho más que simplemente estar enojada. Tenía un brillo en sus ojos que jamás había visto.

Pero cuando le conté lo que Nabih y sus hermanos habían hecho por mí no dejó de mirar con ojos entrecerrados y agradecidos al muchacho a mi lado, estaba indignada por alguna razón que no alcanzaba a dimensionar, y a su vez estaba sumamente feliz de que haya logrado dar con un tipo como él. 

Aunque no le hablé de absolutamente todo lo que hizo el moreno Nabih.

— Antes que nada— habló al fin mi mamá luego de suspirar—. Te agradezco por haberle ayudado a mi hija y por haberla defendido de ese tonto niño inmaduro— dijo ella, dejándose llevar un poco por la ira que sentía hacia Leo. Pasó a mirarme con una ceja levantada—. Sin embargo, no puedo evitar sentirme intranquila al saber que mi niña decicidió hablar primero con un extranjero desconocido antes que conmigo. ¿Qué tal que hubiese sido un asesino, un traficante? ¿Qué hubiera hecho yo si mi bebé desapareciera de pronto?— inquirió angustiada, tomando mis manos entre las suyas, con sus ojos cristalinos por las lágrimas que luchaba por contener para no dañar su perfecto maquillaje.

Inevitablemente me sentí mal, me puse en los zapatos de mi mami y entendí lo que sentía. Yo también estaría así. Yo no sabría si alegrarme o preocuparme. Y sentir ambas cosas sería demasiado complejo para estas mentes que tanto sobrepiensan las cosas.

Suspiré temblorosa, mirando de soslayo a Nabih que también nos miraba, pero pintaba estar perdido y confundido. Fue entonces que viendo esa confusión en sus ojos marrones recordé que su italiano es pésimo, y que escasamente habla medianamente bien el inglés, al igual que yo.

Estoy segura que no entendió absolutamente nada de lo que hablamos mi mamá y yo. 

Y pensar en eso fue el detonante para hacerme reír primero suave, y después a carcajadas. Tanto mi madre como Nabih se extrañaron por mi repentina e inexplicable reacción, pero poco después también rieron brevemente.

— Ay, perdón— pedí cuando mi risa mermó, secándome un par de lágrimas divertidas que salieron.

— Claro. Pero ¿por qué te estabas riendo, cariño?— inquirió curiosa mi madre. 

Yo la miré por largos segundos con los labios apretados, conteniendo otra carcajada que amenazaba con salir—. Es que, bueno, verás... Nabih no habla muy bien el italiano. Así que estoy segura que no entendió nadita de lo que estuvimos hablando todo este rato, mami— le expliqué con una sonrisa burlona. 

Mi mamá volteó a ver rápidamente a Nabih, quien abrió los ojos de par en par, con sus cejas levantadas y una sonrisa incómoda—. You can't speak Italian? Really?— preguntó aún más intrigada. 




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