Mi Lista De Canciones Tristes

Capítulo 8

Trate de alejar esos pensamientos de mi mente, y me enfoque en que Daniel estaba tronando sus dedos, lo mire un poco mal, no me gustaba que las personas hicieran eso, era una sensación muy fea la que me invadía al ver o escuchar ése sonido.

—¿Por qué haces eso?

—¿Qué cosa? —dijo mirándome y pude notar una leve sonrisa de su parte.

—Eso, tronarse los dedos.

—Oh... Bueno es algo que hago cuando estoy no sé... ¿nervioso? ¿estresado? La verdad no tengo la más mínima idea.

—Y por qué lo haces ahora.

—No tengo idea —mencionó riendo, su risa era tierna, todo él era tierno— Pero ¿Te molesta? —pregunto curioso a lo cual asentí.

—Sí, siento que se te pueden romper los dedos.

—No se me han roto en todos estos años, así que... Supongo no pasa nada, tranquila.

—Y es un milagro que no se te rompen, pero pueden quedarte chuecos y eso está bastante mal, es más creo que hasta es malo, la verdad no tengo idea, pero, aun así, el sonido me pone algo nerviosa.

—Bien lo dejaré de hacer —alzo sus manos en rendición y yo sonreí, mire uno de sus dedos que traía un anillo, tenía varios, sin embargo, ese me llamo la atención, ya que tenía una fecha.

—¿Qué significa? —mencioné señalando su anillo a lo cual él lo alzó y lo miro a detalle.

—Es la fecha en que mis abuelos se casaron —lo miré con intriga, y pude ver que su expresión cambio a una triste— Me lo regaló mi abuelo.

—Que lindo regaló —sonreí, tal vez decir algo más arruinaría todo y no quiero eso.

—Si —bajo su mirada y su sonrisa desapareció por completo, o no creo que he arruinado esta pequeña charla...

Miré su mano que estaba en su pierna y quise cambiar de tema, otro anillo me llamo la atención, ya que era el único que tenía una figura.

—¿Es un árbol? —le mencioné para captar su atención, él miro su mano nuevamente y asintió— Está muy bonito —sonreí y él también lo hizo.

—Este me lo regaló mi mamá —se lo quitó y me miro nuevamente— ¿Quieres probártelo? —lo miré algo confundida, yo no andaría por ahí prestando cosas mías a las personas que apenas conozco, pero, a decir verdad, usar un anillo de el por alguna extraña razón me entusiasmaba.

—Yo... si —sonreí aún más y él agarro mi mano, al sentir su piel contra la mía, una extraña corriente paso por todo mi cuerpo. Deslizó el anillo en mi dedo anular, que fue donde me quedo bien.

—Te queda bien —expresó sonriendo.

—Es muy lindo... ¿y qué significa?

—Pues a mí siempre me ha gustado mucho la naturaleza, mi mamá lo miro y me lo regalo, no es mucha historia la verdad.

—Aun así, es muy lindo —sonreí— El simple hecho de que se acordado de ti, no todos lo hacen.

—Si tienes razón —sonrió— Oye —le hice un sonido con mi voz para qué continuará, pero pude observar qué se ponía lago ¿nervioso?—Los chicos de hace rato... —trago saliva—¿Son tus amigos o...?

—Mmmm... Bueno no sé si considerarlos amigos, los acabo de conocer, solo llevamos esta semana hablando.

—Aun así, se te veía muy contenta con ellos.

—Estaba feliz, ellos me hacen reír mucho, son muy tontos cuando se juntan, parecen niños chiquitos.

—¿Por eso mismo no salías con nosotros?

—Mmmm... —esa pregunta me había caído por sorpresa, no pensé que la plática venia hacia ese punto— Si bueno es que tenía que entregar unos cuantos trabajos y uno de ellos me dijo que si quería podíamos hacer lo que falté juntos, y nos quedábamos en biblioteca. No salía por qué terminaba cansada.

—Entiendo, lo bueno que si aceptaste venir hoy.

—¿Tenía opción? —pregunté divertida, quería deshacerme del ambiente tenso que me cree yo sola.

—Básicamente si. Podías irte con ellos o venir aquí. Por cierto, a dónde iban a ir.

—Íbamos a ir a comer.

—¿Qué iban a comer?

—Tacos —dije con una sonrisa lo cual él me miro confundido, mi sonrisa se desvaneció— ¿Qué? ¿No los has probado? —era una pregunta bastante normal, tenía entendido que no eran de aquí, podía entender que jamás en su vida había probado un taco.

—¿Cuentan los de Estados Unidos? —dijo inocentemente.

—No... bueno ningún tipo de taco se compara a los de aquí.

—Si ya lo creo, no me gustaron cuando los probé.

—¿No quieres probarlos?

—No gracias... realmente no me gustan.

—No puedes decir eso —dije indignada— Que horror... —fui interrumpida.

—¿La están pasando bien? —expresó el chico Haba volteando su cabeza como el exorcista hacia nosotros.

—Si Abel, deja de molestar.

—Claro mi Dani, solo quería mencionarles que ya vamos a llegar.

—¡No me digas Dani!

—PERDOOON —se volteó y reí.

—¿Por qué no te gusta ese diminutivo? —lo mire con una sonrisa.

—No sé... —expresó otra vez serio, como hace rato del anillo su expresión cambio.

Okey no preguntes más Dayana, la estábamos pasando bien, ya se había ido lo incómodo así que no arruines nada, por favor.

—Entiendo... —demasiado tarde, esto ya se tornó incómodo, otra vez.

—¡Llegamos! —chillo mi amiga Emma y la camioneta se detuvo, todos bajamos y llegamos a un centro comercial.

Sé que vivo aquí, pero nunca llegué a venir a un centro comercial tan lujoso, no podía darme ese lujo, era triste pero cierto, mi familia era clase media, podía llegar a ir a un centro comercial, pero comprarme muchas cosas no podía, por falta de dinero, bueno mis padres sé que me darían lo que quisiera, pero no me gustaba pedirles mucho.

—Bien iremos a comer y luego iremos a ver que hacemos ¿les parece? —menciono Joan y todos nosotros solo nos limitamos a asentir con la cabeza.

Íbamos todos caminando para la zona de comida, al parecer la única perdida aquí era yo, venía siguiendo a todos, como una niña chiquita que no conocía el mundo, literalmente. No conocía mucho el mundo exterior, como mencione, no me gustaba salir de mi casa o de la casa de mi tía.




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