Mi Lista De Canciones Tristes

Capítulo 31

Algo en mi se exaltó ya que pude notar que se había movido una parte de la cama, me aleje de Daniel y el me miro confundido separándose de mí.

Lo solté rápidamente y me levanté del sillón, para ir a dónde estaba acostado Derek, y si, estaba despertando.

—¿Mamá? —sentí que Daniel se había puesto a mi lado y Derek nos miró, se veía que estaba algo confundido— Tía... ¿has venido por mí?

—No te sacaré... eso está claro —sonreí y él sonrió como pudo— ¿Cómo te sientes?

—Me siento como tú, cuando te toca clase a las siete —una risa salió de mi boca.

Hace un tiempo yo le había explicado que, si quería comprenderme lo que sentía ir a la escuela tan temprano, le dije que se durmiera a las tres de la mañana y que se levantará a las seis, de ahí estuviera despierto hasta la una, lo hizo y no le gusto la experiencia, en su vida a ido a la escuela en la mañana.

—Entonces deberías de dormir.

—¿Tu duermes?

—Tal vez en la clase...

—¡Eso es trampa! Yo me levanté y no dormí.

—No me puedo dormir en clase tonto —reí.

—¿Daniel? —miro a mi lado y su sonrisa se volvió a formar, ya que se había desvanecido cuando me regaño.

—Hola Derek.

—¿Vienes a verme?

—Claro que sí, cuando nos enteramos hemos venido lo antes posible.

—Muchas gracias por venir —sus ojos se llenaron de lágrimas.

—No llores Derek...

—Es que... me alegra que estén aquí de verdad...

—No te librarás muy fácil de nosotros —dijo Daniel con una sonrisa— O al menos no de mí, te costara mucho.

—Siendo honesto, no quiero hacerlo —agarro mi mano y lo mire, me acerque para limpiarle una de sus lágrimas que estaban cayendo.

En ocasiones Derek era muy sentimental.

—¿Quieren comer algo? Yo invito.

—¡Pizza! —dijo mi sobrino rápidamente, lo mire mal y luego mire a Daniel aún más mal— Oh bueno... lo que quiera mi tía Yana, ella manda.

—¿Qué quiere la querida Yana? —me miro Daniel con una sonrisa.

—No podemos comer eso aquí. Es algo prohibido.

—Yo no veo nada que lo diga —se encogió de hombros— Así que si se puede.

—No no podemos, él no puede.

—El, pero nosotros sí.

—Pero yo también quiero... no sean así...

—No sabemos que puedas comer Derek, capaz te hace daño.

—Pero quiero comer algoooo.

—Traficare la comida, tranquilo Derek, no pasara nada.

—Daniel, sabes que no me gusta que... —me interrumpió el muy...

—¿Te gusta la de peperoni?

—No es que, nosotros no sabemos que pueda... —me volvió a interrumpir.

—Bueno de que quieres preciosa.

Me quede inmóvil, me había dicho preciosa, ¿Por qué sonaba tan bien?

—Eh... —parpadee varias veces, tratando de formar bien mis palabras, pero la verdad no salía nada, solo tenía en la mente que me había dicho preciosa, nadie me había dicho así.

—Dani, yo sí quiero de pepperoni, a ella le gusta la portuguesa, la que lleva solo carne.

—Anotado, entonces ahora vuelvo, cuida de tu tía que al parecer está un poco distraída.

—Yo... no... —no dije nada por qué me dio un beso en la comisura de mis labios, maldición fue tan cerca de mis labios...

—Ahorita vuelvo —me miro y se fue.

¿Qué rayos me hizo este hombre?
¿Por qué me hacía actuar como una tonta?

—Tía... —dijo mi sobrino— Puedo hacerte una pregunta.

—Eh... si Derek—lo miré y ahí ya estaba más en mis cinco sentidos.

—¿Te gusta Dani?

—¿Qué? —trague saliva, estaba procesando todo.

—Es que... perdón, pero se te nota mucho, tu mirada y cómo es que actúas con él, todo eso te delata.

—Derek no, no me gusta —dije ya volviendo a mi postura.

—Tal vez te creería la primera vez que lo conocí, pero ahora mismo no. Es muy obvio.

—No pasa nada con él, a parte no estaré con alguien que me trata mal.

—¿Te trata mal? Eso no está bien.

—Verdad, él se ríe mucho de mi...

—Pensé que te trataría bien.

—A veces, pero se burla de mí y sabes que odio eso.

—Ahora entiendo, nunca te a gustado que se rían de ti.

—Exacto, no me gusta me hace sentir mal.

—Entiendo tía —dijo en un tono bajo y triste.

—Pues sí, pero como sea, iré a ver a una enfermera para que te quite esto de los pies.

Salí de la habitación lo más rápido que pude, ahora lo que menos quería era una charla amorosa con mi sobrino de siete años. A pesar de que Derek era algo bueno en esos temas.

Tiene más pretendientes que yo, ha tenido dos novias en la primaria y en el kínder solo tuvo a unas niñas detrás de él, envidiaba su suerte en el amor, cada que me lo contaba sentía orgullo por él, pero a la vez me invadían los celos.

Al salir de la habitación, comencé a buscar a una enfermera, le comenté que mi sobrino ya había despertado y que estaba más tranquilo, ella accedió a quitarle lo que envolvía a Derek con la condición de que él no se tocará la herida, ya que estaba aquí para observación, se la volvería a poner cuando fuera de noche y no se lastimará mientras dormía.

No hubo señales de Daniel en este tiempo que estuve con mi sobrino, el comenzó a contarme que había pasado.

Lo que paso fue que él estaba corriendo para así alcanzar a su mamá, pero no se fijó de un juguete que tenía en el suelo y se tropezó, haciendo que se golpeara con un escalón, todo eso paso en las escaleras

Yo lo comencé a regañar, claramente.

—No debes dejar los juguetes regados por toda la casa Derek.

—Ya entendí eso tía —bajo la mirada.

—Pero es que siempre que voy hay un desastre, y tú te enojas cuando te dicen.

—Ya no me enojare, y recogeré.

—Eso espero.

Mire mi celular ya que había sonado, me había llegado un mensaje, pensé luego luego que podía ser Daniel, diciéndome que bajara a ayudarlo con la pizza, ya que no lo habían dejado pasar, pero no fue así, el responsable de ese mensaje era mi primo Edwin.




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