Esta semana había ido muy bien, no tenía tareas ni pendientes, en mis ratos libres estuve leyendo, también llegue a platicar con Daniel varias veces por mensaje y llamada, no nos hemos visto por qué tenía que grabar unas cosas, pero aun así nos manteníamos en contacto.
Siento que ahora es otro nivel de confianza, no nos llamamos por nuestros nombres como tal, el ya decidió decirme Yana, me emocionaba que me dijera así y no tengo idea del porque y yo le decía Dani eso también me emocionaba, ya que no cualquier persona le decía así, según yo.
Hoy era sábado, se veía que iba a llover, adoraba esos días, que no salía y me la pasaba en mi camita acostada leyendo.
Solo estábamos mamá y yo, papá como de costumbre, no se encontraba en casa, y dudaba que llegara en estos días.
Habían tocado la puerta, creí que mamá iba abrir, pero no fue así por qué volvieron a tocar, pero ahora un poco más fuerte, que estrés, nunca me a gustado abrirle a las personas, menos me iba a gustar cuando hacía frío y yo estaba acostada leyendo.
—¡DAYANA ABREEEE!
Ash, mamá por qué, hace mucho frío, y o sea traía mi pijama de patitos, como iba abrir así la puerta, aparte quien podría ser, digo está a punto de llover muy fuerte. De hecho, ya estaba lloviendo, o eso creo.
Bajé las escaleras algo enojadas, me dirigí a la puerta y la abrí, llevándome la sorpresa de ver a un Daniel y a un Abel temblando de frío.
Algo dudosa, los deje pasar.
—¿Qué hacen aquí?
—Pasábamos por aquí cerca y nos agarró el agua, alcanzamos a llegar.
—Oh... —mire Abel temblando— ¿Tienen frío?
—¡Mucho! —se acercó a mí y me abrazo.
—Abeeel —dijo Daniel regañándolo.
—Déjame —le recibí el abrazo y Daniel trato de alejarlo de mí, pero no lo lograba.
—¿Quién era cariño? —bajo mi mamá con su pijama de conejos.
—Es Dani —mencione felizmente— Y el chico Haba.
Mi mamá bajo las escaleras y comencé a reír, mamá lo conocía como chico Haba y no como Abel.
—¿Le has dicho Dani? —se separó indignado Abel de mí.
—Mal educado, saluda —le pego Daniel— Hola señora buenas tardes, perdón por llegar así de repente sin avisar.
—No pasa nada cariño, sabes que eres bienvenido
—Muchas gracias —sonrió— Él es mi amigo Abel.
—Buenas tardes, señora, mucho gusto.
—El gusto es mío —sonrió mi mamá.
—¿Gustan algo de beber?
—¿Tendrá chocolatito? Es que hace mucho frío, soy muy friolento.
—Claro que sí.
—Abel, eres un.... —se detuvo al ver que mi mamá se iba con Abel a la cocina— Es un caso pérdido —reí.
—Si, lo es.
—Hola preciosa —se acercó Daniel a darme un beso en mi frente.
—Hola Dani —le di un beso en su mejilla y lo abracé.
—¿Cómo estás? —dijo separándose de mí.
—Bien y tú qué hacías en la calle a esta hora.
—Abel quería ir a comprar golosinas —me mostró su mochila que la dejo en el suelo— Y comenzó a tronar el cielo así que corrimos y solo supe llegar aquí, aparte te extrañaba mucho.
Me sonroje un poco ante ese último comentario, siempre que me decía algo así me ponía nerviosa, incluso por mensajes.
—Yo también te extrañaba.
—Me alegro oír eso —se acercó más a mí haciendo que me pusiera mucho más nerviosa— Extrañe mucho una cosa en especial —agarro mi cabello para dejarlo detrás de mi oreja, ahora recuerdo que estaba toda despeinada.
—¿Qué cosa? —pregunte curiosa y el solo sonrió, yo aún seguía confundida pero toda duda se esfumó cuando se acercó y sus labios se juntaron con los míos moviéndose de una manera lenta, creo que este fue nuestro primer beso en el que hubo más movimiento.
—Y estar contigo claramente —dijo cuando se separó de mí, sonreí ya que no salían las palabras de mi boca la verdad.
—Oigan dice tu mami que, si quieren chocolate, no les traje por qué me dio pereza —se sentó en el sillón con una taza.
Suspire, Abel era un caso perdido, pero aún así le tenía un cariño que era complicado de explicar.
Jale a Daniel para la cocina y mi mamá nos tenía dos tasas ya listas, las agarramos y fuimos a la sala con el chico Haba.
Mi mamá nos dijo que iría a su cuarto ya que estaba cansada así que me quedé con estos dos en la sala, pero hacia algo de frío aquí así que les dije que fuéramos a mi habitación, como sea no hacía mucho frío en mi cuarto.
—Habichuelita ¿puedo dormir? Es que no he dormido nada, por andar grabando.
—Claro...
Mi cama era grande, podían dormir tres personas o hasta cuatro apretadas. Mire a este Abel que se metió a la cama para taparse con las seis cobijas que había. Parecía que tenía mucho frío.
—Pueden hacer sus cosas, no los molestaré.
No tarde en ponerme roja, pues le agarre el doble sentido que quiso dar a entender, agarré mi libro que estaba en mi cama para así llevarlo a mi escritorio, pero Daniel interrumpió mi camino.
—¿Estabas leyendo?
—Si...
—Quisiera que leyéramos juntos —lo miré y mis ojos se iluminaron, sentía mucha emoción— Claro, si quieres, prefiero hacerlo voluntario antes de que quieras obligarme.
—¡SII! —dije feliz y fui a mi librero, busqué un libro que tal vez le gustará a él.
Elegí uno, que era de mis favoritos, nos acostamos yo estaba en medió de ambos.
Daniel traía el libro en sus manos y yo lo estaba abrazando con mi cabeza en su pecho para ir leyendo juntos.
A decir verdad, nunca me imagine leyendo con Daniel por su propia voluntad, y lo mejor de todo es que seguíamos haciéndolo después de un rato, eso me emocionaba mucho más ya que significaba que le había gustado.
Ver sus reacciones hacían mi ilusión mucho más grande, creó qué había encontrado a alguien con quién pasar este buen rato, sin contar a Max que nunca hemos leído juntos.