David
Me metí en un gran lío y no tengo idea como debo hacer para salir de él. Me estoy potando igual que un adolescente detrás de una chava. ¿En qué momento sucedió? No sé, pero desde que Julieta llegó a mi vida ha trastocado mi mundo. Ahora sé que estoy en un punto en el que tengo que decidir qué debo hacer, si seguir mintiéndole, atreverme a cancelar de una vez por todas la boda con Sharon, o decirle la verdad y continuar con mi aburrida existencia.
Sé que quiero continuar viendo a Julieta, sin embargo, eso implica decirle la verdad, y no encuentro la forma de hacerlo. Seguro que si llego a su oficina y le digo: Bruno no se va a casar, quien lo hará soy yo, y esperar que todo continúe normal. También está que con Sharon no puedo hablar de un tema tan importante por medio de una llamada telefónica.
Mientras se me ocurre como salir del embrollo en el que me he metido continúo escribiendo hasta llegar al final de mi historia, en unas semanas le daré una revisión para enviar a mi editor. Cuando he escrito la palabra fin, sé lo que debo hacer, iré a Bodas Murray, y le diré a Julieta la verdad, además le pediré que cancele la boda, es la mejor opción.
Decidido que no conducir me ayudara a tranquilizarme, iré en taxi, pero antes pasaré al centro comercial que queda cerca de mi casa para comprarle unos chocolates, quizás así, July no querrá darme en la cabeza con lo primero que encuentre. Cuando llego a Bodas Murray, Carla, la asistente de Julieta, aún está en su escritorio, lo que me da esperanzas de que Julieta todavía permanezca en su oficina.
―Buenas tardes ―saludo al entrar―. ¿Se encuentra Julieta?
―Buenas tardes ―responde. Clara me analiza con la mirada―. ¿Tiene cita? ―indaga.
―No, pero pensé que le podía dar una sorpresa.
―Mmm ―agrega indecisa. Levanta la mirada hacia mis ojos―. Yo a usted lo conozco.
―No lo creo. ―respondo. No recuerdo haberla visto antes de las veces que nos hemos encontrado en esta oficina. ―¿Puedo pasar con Julieta? ―reitero.
―Yo sé que lo conozco, pero no estoy segura de dónde.
―Será las veces que he venido con mi primo para algo relacionado con la boda.
―No, antes de eso. Yo lo he visto. ―asegura.
―Supongo que nos quedaremos con la duda de dónde me ha visto antes.
―De momento sí ―concede. Por más que Clara insiste en que nos conocemos estoy seguro de que eso no puede ser posible. ―Sobre pasar a ver a Julieta no creo que sea buena idea.
―¿Por qué? ―inquiero.
―No le gusta que la interrumpan cuando está trabajando. ―explica.
―¿Hay alguien a quién sí? ―cuestiono. También odio que me hablen cuando estoy trabajando y Sharon tiene maestría en hacerlo.
―Pero puedo avisarle que está aquí y ella decidirá si quiere verlo o no.
―O podría pasar sin ningún aviso. ―insisto.
―No quiere ver a Julieta enojada. ―añade. Estoy seguro de que Clara no sabe de lo ocurrido en el hospital, porque de hacerlo no me amenazaría con su carácter.
―Acepto el riesgo.
―Es su decisión. Pero si Julieta me pregunta por qué lo dejé pasar, le diré que me opuse, no obstante, usted no me hizo caso e intento golpearme. ―advierte. En respuesta suelto una carcajada, no soy de los que acostumbran a pegar a las mujeres. Si lo hiciera me tendría que enfrentar a la furia de mi padre.
―Entendido. ―agrego, antes de dirigirme en dirección a donde se encuentra Julieta. Al estar frente a su oficina doy un suave toque a la puerta, tal como lo esperaba, ella no responde así que entro.
―Hola. ―saludo. Julieta levanta la vista sorprendida, «objetivo logrado», interiorizo. En cuanto su semblante cambia a serio, me arrepiento de mi sorpresa.
―¿Qué haces aquí? ―refunfuña.
―Vine a saludarte ―respondo―. Hay algo que tengo que decirte.
―¿Algo relacionado con la boda de tu primo? ―cuestiona.
―No. ―miento, ¿o tal vez no? Sé que si le digo a Julieta que tiene que ver con Sharon querrá que lo hablemos en la oficina, y necesito un espacio más neutral para contarle la verdad.
―¿Recuerdas que no mezclo los negocios con el placer?
―Por supuesto, por eso te voy a invitar a tomar un café ―Julieta abre la boca para protestar―. O cualquier otra bebida de tu predilección ―añado, evitando que diga algo.
»Por cierto te traje unos chocolates. ―le tiendo la caja. Ella la toma y la observa, su sonrisa me recuerda a la de una niña que los reyes le han traído lo que pidió en la carta.