Mi Loco Amor...

Capítulo 8*

Mierda, ¿qué hice para merecer este castigo?..

Camino a paso lento, quizás intentando alargar mucho este momento, pero definitivamente tengo que llegar a estar cerca de él para la entrevista de trabajo y creo qué mi trabajo se irá a la mierda desde ahora.

—Buenas tardes, Sr. — saludo cordial.

—Buenas tardes, Señorita Paulina.

Mi nombre sale de su boca con tanto esfuerzo y ahora es cuando me arrepiento de lo que hice ayer sabiendo como empecé el día con el fracaso de citas y peor aún con la suerte del día anterior.  

¿Pero de qué sirve los arrepentimientos ahora?

Exacto de nada, me respondo.

–Bueno, Señorita—carraspea. —¿Podría seguirme hacia el despacho? Por favor. — inquiere a lo que yo asiento, empieza a caminar y yo lo sigo maldiciendo mi suerte nuevamente, seguro me dirá que no tengo el trabajo, y yo necesitándolo. Entramos a la casa y me sorprendo ante tanta elegancia y muestra de dinero, tiene decoraciones que evidentemente se ven finas, las paredes están a adornadas por cuadros y los estantes de figuras de cera y madera. En fin, ricos. En cuanto llegamos a lo que deduzco es el despacho, abre la puerta para hacerme pasar. Me indica la silla donde sentarme y muy obediente lo hago, me siento esperando sus siguientes palabras. Nos fundimos en un silencio incómodo y además siento tanta incomodidad de mirarlo a los ojos que los esquivó, pero sé que inevitablemente tenemos que hablar.

—Independientemente de lo que sucedió entre nosotros, yo estoy apta para el trabajo y la verdad lo necesito. — digo cuando cogí valor para hablar.

—Sí, entiendo y estoy de acuerdo contigo Paulina, pero quiero que quede claro que lo que sucedió ayer no puede volver a pasar. — responde seguro haciendo que alce mi mirada y lo mire a esos ojos miel muy hermosos—. Necesitamos de sus servicios y —me pasa una carpeta, donde procedo a leerla—. Es su salario y las prestaciones que obtendrá si está de acuerdo. También tendrá que venirse a vivir aquí para que pueda atender a mi padre mejor — carraspea—. Puede firmar si desea ya conociendo las condiciones—informa y vuelve a carraspear—. Él no quiere caminar y por la falta de movilidad...

—Se le atrofiaron los músculos. — termino por él—. Sí, es normal que por falta de movilidad pasa eso, ¿me presta un bolígrafo para firmar mi contrato? — Inquiero a lo que él asiente.

—Bien, ahora vamos para el jardín a que conozca a mi papá, aunque ya lo vio ¿verdad? —pregunta mirándome a lo que yo asiento.

Él sale y nuevamente lo sigo como hace minutos antes, a lo que estamos frente al Sr. Habla—. Este es mi papá Giuseppe y es a él a quién usted tendrá que cuidar y hacer terapias o no sé qué se hacen en estos casos para que pueda volver a caminar, lo atenderá en su comida también porque las verduras no las soporta y necesitamos que coma.

—Yo como, pero no esas hierbas como si fuera un animal. —refunfuña el Sr., Giuseppe, yo contengo una risita, pero los demás no y se ríen haciéndolo enojar más. —Y se burlan de mí, va, qué desgracia, ahora que estoy viejo y en esta silla no me respetan.

—Ya papá, perdón, no nos burlamos más de ti, ¿verdad, nana?.

Verlo tan relajado y no cómo hace un momento lo hace ser más atractivo, pero no, no quiero echar a perder este trabajo.

—¿Cuándo va a venir a mudarse? —cuestiona La Señora Antonella. 

—Eh, no sé, por mí yo voy a traer ahora todas mis cosas. —explico nerviosa.

—Piccolo llévala a traer las cosas 

—¡¡No!! — digo tan rápido qué se exaltan ante mí casi grito—. Digo, no es necesario que se molesten.— me escudo hablando ya más suave.

—No bella, Íker puedes llevarte y ayudarte a traer tus cosas, ¿verdad hijo? —se dirige a él quién asiente sonriendo nervioso—. No hay problema, ¿vamos?— inquiere mirándome. 

Asiento con la cabeza y como lo dice anteriormente, salgo tras él, a lo que empieza a caminar.

Con pesar veo el auto de ayer y recuerdo el bochornoso momento cuando me quedé esperando ese beso, ¿qué tan difícil es desear que la tierra te trague y se cumpla, pero que me escupa, no sé, en la playa junto a unos morenos bien guapos?.

¿Qué vergüenza?.

Me subo al auto y procedo a colocarme el cinturón de seguridad, disimuladamente lo miro sintiendo mis cachetes calientes, de seguro están todo rojos de tanta vergüenza que siento en estos momentos y más que todo, porque lo veo sonreír, de seguro está recordando lo mismo.

—¿Por qué te fuiste esta mañana sin decir nada? — cuestiona, mirando al frente mientras maneja.

—Pues yo, tenía que llegar temprano a casa.

—¿Tu novio? —inquiere, cambiando de marcha.

—¿Cuál novio? — respondo con otra pregunta perdida sin saber de qué habla.

—¿Tu novio te esperaba, y por eso tenías que irte y dejarme solo? —insiste en tono molesto.

¿Qué?, ¿acaso quería, no sé, un mañanero tal vez?

—Yo no tengo novio, no sé en qué concepto me tenga Sr. Pero si tuviese un novio, ¿cree que me hubiese ido con usted ayer?— inquiero molesta. 




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